Carta abierta a David Cameron y al COI
Es absolutamente esencial que se prohíban los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 de Sochi, Rusia. Que se celebren en cualquier otro sitio: en Utah, en Lillehammer, donde sea... Lo que debe evitarse bajo cualquier circunstancia es dar la impresión de que Putin cuenta con la aprobación del mundo civilizado.
Estimados primer ministro, M. Rogge, Lord Coe y miembros del Comité Olímpico Internacional:
Me dirijo a ustedes con la sincera esperanza de que todo aquel que verdaderamente ame el deporte y el espíritu olímpico tome en consideración la mácula que cayó sobre los Cinco Anillos cuando se celebraron los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 bajo los jubilosos auspicios de un tirano que, dos años antes, había aprobado una ley por la que se separó, para que fuera objeto de una persecución especial, a una minoría cuyo único delito había sido una peculiaridad de su nacimiento. En su caso, prohibió a los judíos el acceso a puestos de naturaleza académica o pública, se aseguró de que la policía hiciera caso omiso cuando se les sometiera a palizas, robos o humillaciones diversas, y quemó y prohibió todos sus libros. Afirmaba que "contaminaban" la pureza y la tradición de todo lo que significaba ser alemán, que eran una amenaza para el Estado, para los niños y para el futuro del Reich. Les culpaba simultáneamente de crímenes autoexcluyentes, como los de ser comunistas y de controlar el capital y la banca internacionales. Decía que estaban acabando con la cultura con su liberalismo y sus características distintivas. El movimiento olímpico de aquellos tiempos no le prestó ninguna atención a toda esta maldad y permitió que se celebraran los lamentables Juegos Olímpicos de Berlín, que proporcionaron un estrado para un jubiloso Führer y sirvieron para potenciar su estatus tanto en Alemania como en el extranjero, y para darle confianza, como pueden corroborar todos los historiadores. Y todos sabemos lo que hizo con dicha confianza.
Resulta inquietante que Putin esté ahora repitiendo la misma insensatez, solo que en su caso lo dirige hacia el colectivo de LGBT de Rusia. La policía está ignorando las palizas, los asesinatos y demás humillaciones de las que son objeto. Se considera ilegal defender o participar en cualquier debate sensato sobre la homosexualidad. Por poner un ejemplo, si a alguien se le ocurriera decir que Tchaikovsky era gay, que su arte y vida son reflejo de su sexualidad y que son una inspiración para otros artistas homosexuales, podría ser castigado con penas de cárcel. No podemos considerar suficiente en ningún caso que se afirme que los deportistas olímpicos que sean homosexuales posiblemente estén seguros dentro de la villa. El COI ha de tomar una postura absolutamente firme en nombre de la humanidad que compartimos y que supuestamente defiende frente a esta ley fascista y brutal que Putin ha hecho que se apruebe en la Duma. No olvidemos que los eventos olímpicos no eran solo atléticos, sino que también solían incluir competiciones culturales. Lo cierto es que el deporte forma parte de la cultura. No existe dentro de una burbuja al margen de la sociedad o de la política. La idea de que el deporte y la política no están relacionados no es tan solo falsa y peor que estúpida. Es cruel y obstinadamente errónea. Todo el mundo sabe que la política se interrelaciona con todo lo demás porque, de hecho, el vocablo política es el término griego para "hacer con la gente".
Y esta es la razón por la que es absolutamente esencial que se prohíban los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 de Sochi, Rusia. Que se celebren en cualquier otro sitio: en Utah, en Lillehammer, donde sea... Lo que debe evitarse bajo cualquier circunstancia es dar la impresión de que Putin cuenta con la aprobación del mundo civilizado.
Putin está convirtiendo a los homosexuales en chivos expiatorios, al igual que Hitler hizo con los judíos, y no podemos permitir que se salga con la suya. Sé de lo que hablo. En Rusia me enfrenté al diputado que introdujo la primera de estas leyes en su propia ciudad, en San Petersburgo. Le miré directamente a los ojos y, grabando todo en vídeo, intenté razonar con él, responder a sus afirmaciones, hacerle entender lo que estaba haciendo, pero lo único que pude discernir fue lo que Hannah Arendt denominó, de forma memorable, "la banalidad de la maldad". Era un tipo estúpido, pero al igual que ocurre con tantos tiranos, tenía el instinto innato de saber explotar el descontento general utilizando chivos expiatorios. Es posible que Putin no sea tan zafio y estúpido como el diputado Milanov, pero comparten los mismos instintos. Quizás afirme que los valores de Rusia no son los mismos que los de Occidente, pero esta situación se opone frontalmente a la filosofía de Pedro I, el Grande, y a las esperanzas de millones de rusos que no se encuentran paralizados por la tóxica combinación de la brutalidad de los cabezas rapadas con la intolerancia religiosa existente, y que están sufriendo por los retrocesos democráticos y la aparición de una nueva autocracia en la madre patria que tanto ha sufrido ya (y cuya música, literatura y teatro, por cierto, amo apasionadamente).
Soy homosexual. Y soy judío. Mi madre perdió más de una docena de parientes por culpa del antisemitismo de Hitler. Cada vez que en Rusia se le obliga a un adolescente gay a suicidarse, se viola por su bien a una lesbiana, matones neonazis matan a golpes a homosexuales y lesbianas con el beneplácito de la policía rusa (y todo ello sucede constantemente), el mundo pierde un poco de valor y al menos yo sufro al ver cómo se repite la historia.
Edmund Burke escribió que "para que triunfe el mal solo es necesario que los buenos no hagan nada". ¿Van ustedes, hombres y mujeres del COI, a formar parte de esos buenos que dejan que triunfe el mal?
Los Juegos Olímpicos del verano de 2012 fueron uno de los momentos más gloriosos de mi vida y de la historia de mi país. No obstante, si finalmente se celebran unos Juegos Olímpicos de invierno en Rusia, el movimiento quedará mancillado para siempre y toda esa gloria se desvanecerá. Los Cinco Anillos quedarán por siempre enfangados, deshonrados y arruinados a los ojos del mundo civilizado.
Le suplico que resistan las presiones del pragmatismo, del dinero y de la repulsiva cobardía de los diplomáticos, y que adopten por todo el mundo una postura resuelta y valiente a favor de la humanidad, que es precisamente lo que el movimiento olímpico se ha comprometido a hacer. Ondeen la bandera olímpica con el mismo orgullo con que nosotros, hombres y mujeres gais, lo hacemos con nuestra bandera arcoiris. Demuestren su valor y cumplan con los pactos y protocolos del movimiento que defienden, y que les recuerdo textualmente a continuación.
Norma 4: Cooperar con las organizaciones y autoridades públicas o privadas competentes en la tarea de poner el deporte al servicio de la humanidad y, por lo tanto, promover la paz.
Norma 6: Actuar en contra de cualquier forma de discriminación que afecte al Movimiento Olímpico.
Norma 15: Alentar y apoyar las iniciativas que mezclan deporte con la cultura y la educación.
Me dirijo especialmente a usted, primer ministro, un hombre por quien siento el máximo respeto. Como líder de un partido al que me he opuesto y por el que he sentido instintivamente antipatía durante casi toda mi vida, ha demostrado un compromiso determinado, apasionado y evidentemente honrado a favor de los derechos de LGBT y ha colaborado para que el matrimonio homosexual pase por ambas cámaras del Parlamento frente a la vehemente oposición de tantos miembros de su propio feudo. Esa es la razón por la que siempre le he admirado, independientemente de todas las diferencias que pueda haber entre nosotros. A fin de cuentas, creo es consciente de lo que está bien y de lo que está mal. Por favor, actúe ahora siguiendo ese mismo instinto.
Con la esperanza de que atiendan mis súplicas a favor de la humanidad, se despide
Stephen Fry
Este artículo se publicó originalmente en www.stephenfry.com.