El gordo para Puigdemont, Rajoy sin décimo y los votantes con el reintegro
Después de intentar sin éxito que le tocara el Euromillón, a Puigdemont le ha caído el gordo de la lotería, que este año vuelve a Barcelona, como saben todos los que han seguido hoy el sorteo, esperando que les cayera lo suficiente como para irse a una isla paradisiaca y dejar de oír hablar de Cataluña. A los ciudadanos, nos ha tocado el reintegro. Nos devuelven a la casilla de salida.
Parodiando el anunció de la lotería de 2015, en el que un parado no compraba el décimo ganador en el bar al que bajaba a tomar el café cada día, el presidente del Gobierno se ha quedado a dos velas. En este caso, no había un solidario y entrañable camarero para hacernos llorar al poner sobre la barra la participación que le había estado guardando. Al contrario, su jefe de gabinete, Jorge Moragas, anuncia que se largaba de embajador a la ONU. Un anuncio así en un día como hoy, que da pie a interpretaciones de salir corriendo ante lo que se avecina, solo puede tener una razón, en Moncloa están ciegos ante la situación en Cataluña.
Ayer mismo, en la sede del Gobierno comentaban que no sabían lo que podía pasar al cerrar los colegios electorales, a pesar de que los malos resultados ya estaban medidos. "Más que una ruptura entre Madrid y Barcelona, hay una élite política en Madrid y otra en Barcelona que han roto con la realidad. Ni la ven ni la asumen", apunta un asesor próximo al PP. De ahí las caras de póquer de Pablo Casado y Andrea Levy. Y las que se les quedaron al núcleo duro de Rajoy fuera de cámara.
Y ahora qué va a hacer el PP. "Lo que ha cambiado es que ni unos ni otros van a decir que no se necesita negociar. Ya no vale recurrir a que la ley está por encima de la política. Ahora hay que negociar y ceder", dice un asesor cercano a Rajoy. Algo que podría haber sucedido hace meses y nos habrían ahorrado la fractura social.
Rajoy no va a tener grupo parlamentario propio en Cataluña. Gobernar un país sin ese estatus en el parlamento de una de sus comunidades más importantes será complejo. Habrá que ver cómo va ahora el PP a la comisión de la reforma constitucional. Se queda sin autoridad para cumplir la amenaza de aprovecharla para plantear una recentralización del Estado.
La legalidad, un valor político pero abierto para incluir no excluir. Hoy mismo, el propio Rajoy ha vuelto a hablar del respeto a la legalidad. La legalidad es también un valor político, siempre que incluya procedimientos de reforma abiertos, porque si no tampoco sirve en sí mismo. Mientras el presidente del actual Gobierno no ponga en valor y acepte entrar a debatir en serio las reformas necesarias, él o los suyos acudan a las comisiones para reformar la Constitución, el problema seguirá ahí, vivo, sin dar cobijo a ese 50% de catalanes que se sienten independentistas. Si tras la formación del gobierno en Cataluña, vuelven de nuevo a aplicar el 155, no se arreglará nunca el problema. La legalidad tiene que dar opciones a quienes no están en ella.
Arrimadas es la cruz de Rajoy. En la lotería electoral se ha convertido en Hacienda y ha llenado la hucha recaudando parte del premio de los demás. Que siempre es mucho más rentable, porque tiene la capacidad de administrarlo como le venga en gana. Entra así en la Liga de los Jóvenes Políticos que arrasan en la nueva política. La única mujer entre los Macron, Trudeau y Kurz. Un hueco que Albert Rivera lleva tiempo deseando hacerse sin éxito.
Le abre camino a su mentor, el presidente de Ciudadanos, y se afianza tras el tándem con José Manuel Villegas, cerebro gris en la sombra de Ciudadanos que ha diseñado la campaña ganadora.
El fin de los matices. Iceta y Domenech, la vieja y la nueva izquierda, "pobriños" decía un gallego esta mañana (no era el presidente), se han quedado entre el quinto premio y la nada, ellos que habían apostado por incluir los matices en la polarización entre soberanistas y españolistas. Miquel Iceta se resigna con su modesta subida de un escaño y a Pedro Sánchez le tiembla ligeramente el rostro modelado.
Xavier Doménech sabía lo difícil que era ganar, pero al menos mantener un poco el pulso. Ha cumplido inmolándose, ha salvado de la pira a Ada Colau, la alcaldesa, y en Barcelona mantienen el tipo. El problema grave es para Pablo Iglesias, que se queda con dos de los ocho escaños y sigue en caída libre en el resto del país, como saben en su Grupo Parlamentario –entienden de sondeos- y siguen con detenimiento el resto de los demóscopos.
El final de los matices. Ya lo dijo Iñigo Errejón hace unos días afirmando que el árbitro de un Real Madrid-Barça nunca gana. La sentencia se aplica a los dos partidos que han querido ser árbitros, tener la llave, ser aglutinadores. Los matices están perdidos en Cataluña, la polarización es absoluta.
Pugidemont y Junqeras, el dúo que canta el gordo pelea por el protagonismo. Fueron un tiempo los niños de San Ildefonso que cantaban sólo premios, pero resulta que el ex president autoexiliado en Bruselas se ha quedado con el gordo y durmiendo calentito, y el líder de ERC, Oriol Junqueras, se ha llevado la pedrea, escuchando el canto de los niños de San Ildefonso en la cama de la cárcel, a través de un transistor. El seguimiento de esta pareja durante la próxima temporada puede producir alegrías periodísticas y tristezas ciudadanas.
Los independentistas siguen con el mismo discurso. No tienen programa, pero tienen un marco mental, la nación no termina de construirse nunca. En Catalunya triunfa el libro de Jordi Amat "La conjura de los irresponsables", y sí, es un triunfo a corto plazo.
Por más que ustedes huyan a las islas paradisíacas con los reintegros, se toparán titulares donde se habrá colado la lucha por la hegemonía entre Puigdemont y Junqueras, que delimitará el futuro de Cataluña. Y a corto también, arrasarán las notas sobre cómo, cuándo y dónde deberían estar-votar los cinco diputados de Bruselas o los tres que siguen en prisión.
Y por último, y no por ello lo menos importante, muy al contrario, al fin se han contado en Cataluña cuántos son soberanistas y cuántos constitucionalistas. Es hora de reflexionar para qué sirve un referéndum ahora que todos vemos que el 50-50, la mitad de los catalanes frente a la otra mitad, se lleva por delante la tesis del sociólogo-politólogo Juan José Linz –el padre de la sociología de este país para muchos- de que los independentistas en Cataluña rondaban, más o menos y de forma estable, el 30%. Ahora ya son el 50% ¿Y?