Tengo la fortuna de conocer excelentes biólogas, arqueólogas, geólogas, astrofísicas o filólogas. Sin embargo, ninguna ocupa un alto cargo de responsabilidad en su centro. Una cosa es que veamos muchas 'batas blancas' con rostro de mujer cuando visitamos un centro de investigación, y otra muy distinta que estén en puestos desde los que se ejerce una dirección efectiva.
Estar a cargo de diez niñas científicas es mucho más complicado de lo que pensé, y no por las razones obvias. Despertarlas temprano, llevarlas a clase y tenerlas en la cama a las 22:30 es la parte sencilla. Pero tenía dudas sobre si podría aconsejarlas, pues tienen intereses en áreas muy diferentes a la mía.
Mientras me dirijo en tren a uno de los lugares más alucinantes que un científico se pueda imaginar, me acuerdo, una vez más, de Albert Einstein. Y es que, cuando la silueta del sincrotrón ALBA, cerca de Barcelona, se perfila bajo el sol acuciante que quema mi piel y ciega mis ojos, no puedo dejar de pensar en ello: no hay nada más rápido que la luz.
Paco trabaja en un laboratorio de física aplicada de una universidad española. Un día se pregunta si su hija querrá ser científica, por lo que intenta buscar científicas brillantes de las que hablarle. Comprueba desolado que no conoce a ninguna, aparte de madame Curie. Empieza a buscar y comprueba que hay muchísimas, a cual más interesante, hasta el punto de que le cuesta seleccionar cinco.
Cuando me enteré de que Nicole Kidman interpretaba a Rosalind Franklin en el teatro, no dudé en ir a verla. Rosalind Franklin es una heroína para cualquier científico contemporáneo, al igual que Gosling, Watson, Crick... ¿No los conocen? Son los protagonistas de uno de los momentos más brillantes y transcendentes para el presente y futuro de la Humanidad.
No tiene nombre, pero se ha convertido en un héroe en el Congo, donde las muertes por el tráfico son un gran problema. Su fama ha traspasado fronteras y Thérèse Kirongozi, la ingeniera que le ha dado vida, está empeñada en que triunfe en el mundo. Ella, como mujer, científica y africana, es consciente de su realidad: "Los africanos debemos ser quienes transformemos nuestros recursos".
El trabajo de un científico es algo así como construir la Sagrada Familia de Gaudí: tiene un principio pero no parece que haya final, un día a día lleno de obstáculos y desafíos y que muy de vez en cuando nos da algún triunfo. Aún así, realmente vale la pena.
España ha caído en tan solo tres años de ocupar el puesto 11 en el ranking mundial de países por Igualdad de Género en 2010 al puesto 30 en 2013, según el ranking que viene elaborando el Foro Económico Mundial desde el año 2006.
Artista plástica, entomóloga de campo, mujer de negocios, viajera dentro y fuera del mundo civilizado, maestra de pintoras, devota creyente miembro de una estricta comunidad calvinista, divorciada autónoma, antiesclavista a finales del XVII...
Las jóvenes de hoy serán las científicas de mañana y tenemos que asegurarnos de que ninguna con talento se perderá por el camino. Es hora de cambiar la imagen rancia y decimonónica de los científicos.