Con el idioma más genuino, aquel que se escucha tras el nacimiento, se expresa la intimidad de una manera diferenciada y única. Por eso un idioma "unifica" emocionalmente a las gentes pero también y al tiempo las desune, las separa. Es un bisturí, un cuchillo, que corta emocionalmente y aun cognitivamente lo que es "ajeno y diferente".