La imagen de Aylan no fue la primera que despertó un sentimiento compasivo general que acabó en frustración. Todo es muy complicado, pero para cambiar las cosas, quizá sería bueno seguir el consejo de Susan Sontag: "Apartar la simpatía que extendemos a los otros acosados por la guerra y la política asesina a cambio de una reflexión sobre cómo nuestros privilegios están ubicados en el mismo mapa que su sufrimiento -de maneras que acaso preferimos no imaginar-, del mismo modo como la riqueza de algunos quizá implique la indigencia de otros..."