Independentismo y lo que Dios quiera
Viendo el devenir de los acontecimientos políticos de los últimos tiempos (el hostiazo de May y la cita de referéndum a mesa puesta de Cataluña), tengo sentimientos encontrados. En el primer caso me hace ilusión pensar que la sociedad esté reaccionando a ese aletargamiento que tenía. Tal vez porque el sesgo de las palabras ha dado paso a unos hechos que muestran una tierra prometida que no nos cuadra con los discursos políticos. El ciudadano inglés ha llegado a un hartazgo natural después de haber estado sometido a un bombardeo pre-Brexit, con partido político creado a tal efecto incluido y desaparecido de la escena política tras él, y haber cumplido con lo que se supone que tiene que hacer un ciudadano taladrado para que tome una decisión sin parecer que se le está empujando a tomarla.
El Brexit se materializó apelando a una identidad. Permanecer en la UE manteniendo la libra esterlina (es decir, con las obligaciones mínimas y con todos los privilegios) les pareció que les alejaba de esa identidad suya que es tan mestiza, llena de nacionalidades, de orígenes, de procedencias, de culturas. Toda esa riqueza que hace que sea un pueblo con tanta personalidad, también consigue que el Brexit solo se entienda como algo relacionado con los personalismos políticos más que con las dichas identidades sociales. Una sociedad capada por el terrorismo implícito (a largo plazo), el de los recortes, y el miedo del otro terrorismo, el explícito (el cortoplacista).
Una sociedad en la que su grosso es víctima de recortes sociales. Una sociedad cuyos profesionales sostienen el estado de bienestar que se les quita por... ¿por qué y para qué? Si ya la City tiene el poder absoluto de la economía financiera. ¡Que te follen, economía real! Ahora es mejor todo lo virtual. ¿Palmas por una raquítica sanidad? No problem, te cambiamos por un holograma y tu madre ni lo nota. Total, ¿hace cuánto que no os abrazáis?
Me da un poco de miedo ese denominador común que percibo (Dios, en el que crea cada cual, me libre de tener legitimidad para comparar en mi propio artículo de opinión) entre la sociedad inglesa y la catalana en cuanto a los motivos independentistas.
Intentaré pisar charco y no mojarme el lóbulo de la oreja. Complicado lo veo por el tema. Pero por intentarlo que no quede.
Como premisa debo decir que estoy a favor de que un pueblo maduro tome la decisión que considere oportuna, máxime cuando la clase política ha demostrado no estar a la altura. Se sacan la urnas y se vota. Fin.
Pero, hasta llegar al momento de meter la papeleta en esa urna ¿qué sabemos de lo que quiere la sociedad catalana? Pues lo lógico, lo normal: respeto, identidad cultural, desarrollo, seguir creciendo como siempre lo ha hecho hacia el liderazgo intelectual, comercial y todo el perfecto aprendizaje que ha implicado ser cuna de civilizaciones del mediterráneo. Que se conserve ese híbrido de convivencia siendo mayores de edad para gestionar unos recursos que consideran se les drenan desde el Gobierno central. Bien.
¿Qué sabemos del independentismo desde la visión de los políticos?
Es un consomé en el que hay trazas de crustáceo mezclado con fideo fino y tomate. Pero es que los mismos que han preparado el sabroso caldo se manifiestan alérgicos a los ingredientes. Seguirán tragando un consomé que no les guste hasta que cuando se consiga la independencia puedan elaborar otros platos. Esa sería la idea ¿no?
Mira que es difícil que la izquierda a nivel nacional se ponga de acuerdo que hasta han tenido que llegar los dos Reyes Magos, Gaspar (Llamazares) y Baltasar (Garzón) para intentar ser pegamento e intentar poner un poco de cordura y lo fácil que le resulta a los partidos de Cataluña, de cualquier ideología, hacerlo. Igual hay que buscar al tercer rey mago en cuestión. Unos conservadores, otros progresistas, otros según amanezca. Me huele a que pase lo que pase hay un claro perdedor y es la sociedad catalana, esperanzada y crédula en lo que son sus claros derechos: tener lo que merecen. Todo bonito, por cierto. Pero mucho cuidado con marcarse un Brexit porque la reversibilidad no es titular en la final del partido decisivo.
May practicaba montañismo de altura y se despeñó. A ver si ahora los políticos le han cogido miedo a eso de la altura y no quieren tenerla en la política, de la altura política hablo, de clase. No confundir con establishment. No sé, igual la administración central le sale a cuenta cobrarnos a todos por los nuevos pasaportes para entrar en Cataluña y ese es su as bajo la manga. Mientras buscan de forma errática los paralelismos de los Pujol con la corrupción de arenas movedizas en las que el propio Gobierno central está, intentan respirar en un mar seco donde, trasvases incluidos, ya no hay nada de lo que alimentarse.
Serían malos tiempos para la lírica si no fuera porque los malos tiempos empiezan en un diálogo enquistado en el bienestar de la sociedad, la catalana y la del resto de España.
El tiempo será soberano y nos despertará de esta fase REM en la que todos soñamos que la resolución llegue con el sentido común que ha dejado de pivotar desde hace mucho en los valores y se ha instalado en la moqueta de los intereses. Para todo lo demás: Dios (en el que crea cada cual).