¿Por qué saboteamos nuestros propósitos de año nuevo?
Nuestros propósitos de año nuevo no funcionan por la misma razón por la que no queremos leer un artículo que cuestione el ritual anual de los propósitos.
Quizá, la causa principal por la que no llegamos a cruzar el mes de Enero con los propósitos que hicimos en Diciembre, es que seguimos repitiendo los mismos errores sin pararnos a pensar porque no funcionan, como dice David McRaney en "You are not so Smart".
1.- El Autoengaño o el Sesgo Cognitivo
Echa un vistazo a lo último que has leído en El HuffPost, a tus busquedas en Google o a los títulos de tu biblioteca. Seguramente, y esto es lo normal en la mayoría de las personas, lo que lees sólo sirve para confirmar lo que ya crees sobre el tema que te preocupa. Si revisamos nuestras cuentas de Twitter o Facebook, seguimos siempre a personas que piensan de forma similar a como lo hacemos tú y yo. De esta forma nuestras decisiones se suelen fundamentar en lo que vemos y tenemos a nuestro alrededor. Nos podemos llegar a convertir en seres muy endogámicos.
Como dice Jaime Rubio Hancock en su artículo sobre los sesgos cognitivos, si después de gastar 3.000 euros en asientos de cuero para tu coche tienes remordimientos, sólo te quedan dos opciones: o racionalizar tu decisión (son elegantes, aumentan el valor del coche, huelen bien) o reconocer que estabas equivocado. Y eso no apetece.
2.- El atajo mental o la heurística
Vamos a reconocerlo: nos da mucha pereza pensar. Los seres humanos cada vez tomamos nuestras decisiones con más velocidad. Confundimos pensar rápido con pensar bien, y hemos llegado a creer en la inteligencia artificial como concepto que algún día sustituya al cerebro humano. La computación binaria es una gran ayuda para tareas repetitivas, ahorra tiempo y esfuerzo, pero pensar sosegadamente y reflexionar de forma metódica sigue siendo necesario para resolver nuestra existencia.
Necesitamos esquemas de pensamiento rápido en nuestra vida cotidiana, heurísticos, por ejemplo, si preferimos té o café por la mañana. Pero resolver las muchas complejidades de la vida con idéntica velocidad nos lleva a construir una realidad mucho más simple de lo que realmente es; y la realidad es lo que es, compleja, la mayoría de las veces. Por ello la meditación es una gran ayuda para aprender a pensar bien.
Muchos de nuestros razonamientos se basan en falacias lógicas o razonamientos engañosos —con apariencia lógica. Las falacias pueden ser muy convincentes, resultando muchas veces en estereotipos, que nos invitan a pensar todavía menos.
Una de las que nos podemos encontrar con más frecuencia al reflexionar sobre el año que termina es la "falacia del coste hundido". Así, nos convencemos que todo lo que hemos invertido durante el año, aunque no haya funcionado, determinará que si lo seguimos haciendo cosecharemos mejores resultados, y en base a ello tomamos decisiones para el año que viene. Puede ser sobre una relación que no nos hace crecer, una casa o un coche que no funciona, una empresa que no es rentable o una profesión que nos aleja de nuestros objetivos en la vida, pero en las que ya hemos invertido demasiado.
El miedo a lo que nos deparará la vida o el aferrarnos demasiado a lo que tenemos nos lleva a veces a creer en probabilidades de futuro demasiado optimistas, aunque algo no funcione —o simplemente a no querer hacer las cosas de forma diferente.
Así, teniendo en cuenta esos tres saboteadores de nuestros propositos de año nuevo, es importante dedicarle tiempo a pensar y reflexionar sobre qué queremos cambiar o hacer de forma diferente en el 2018. Considerar "alternativas" que no conocemos o nos pueden parecer complejas para tomar nuestras decisiones puede ayudarnos a salir del bucle en el que a veces nos encontramos.
Así, además de la práctica de la meditación para aprender a pensar de forma mas controlada, métodos de pensamiento lateral o jugar con la sincronicidad, siguiendo a Carl Jung o Alejandro Jodorowsky, pueden ayudarnos a formular propósitos para tener un mejor año 2018.