La Ley de Servicios Profesionales recorta el sentido de ser arquitecto
En mi opinión, este proyecto de ley se ha escrito desde la mayor insensibilidad y menosprecio hacia la arquitectura. No dudo que un ingeniero esté también capacitado para proyectar la estructura de un centro docente o una vivienda. Pero la arquitectura es mucho más que eso. Debe ir ligada a la belleza.
Con la excusa de "generar más competencia y mejorar la competitividad de nuestra economía", la propuesta de Ley de Servicios Profesionales (LSP) del Ministerio de Economía y Competitividad pretende recortar las competencias y el sentido último de varias profesiones, en especial la del arquitecto.
No es de extrañar el revuelo ni las manifestaciones en contra de la LSP. Según tengo entendido, en la reunión que tuvo lugar día 3 de enero en el Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM) se insistió en que se trata únicamente de un borrador, pidiendo paciencia y prudencia; pero lo que es necesario en este caso es más bien coherencia. No todos pueden hacer de todo y un ingeniero no es un arquitecto.
Lo que este borrador plantea es un claro intrusismo profesional, ya que establece que "a partir de 2013 podrán proyectar y dirigir obras de edificios residenciales, culturales, docentes o religiosos, arquitectos o ingenieros con competencias en edificación". Una actividad que hasta ahora los arquitectos teníamos reservada, bajo la protección de la Ley de Ordenación de la Edificación, y que ahora se abre a los ingenieros en un momento de parón en las obras públicas... Qué casualidad...
En mi opinión, este proyecto de ley se ha escrito desde la mayor insensibilidad y menosprecio hacia la arquitectura, la que es mi pasión y mi vida.
Dicho proyecto de ley defiende que "si un profesional, como un ingeniero, es competente para realizar una edificación, se entiende que será capaz de realizar obras con independencia de su uso". En este punto debo aclarar que arquitectura y construcción no es lo mismo. Yo no dudo que un ingeniero, que esté capacitado para levantar presas o embalses, esté también capacitado para proyectar la estructura de un centro docente o una vivienda. Es más, estoy convencido de que lo haría tremendamente bien. Pero la arquitectura es mucho más que eso, y uno de los problemas de esta profesión ha sido y sigue siendo la mediocridad. La arquitectura tiene un interés público y debe ir ligada a la belleza, es un patrimonio de todos y para todos que se convierte en numerosas ocasiones en patrimonio artístico, histórico y cultural.
La creación arquitectónica además de funcional debe ser armoniosa, fruto de una formación técnica, artística y humanística. Por eso ingenieros y arquitectos reciben una formación muy diferente y específica, porque no todo se reduce al cálculo de estructuras. Por ello Paisajismo y Sanidad vegetal en cultivos agrícolas, no son la misma asignatura. Afirmar que un ingeniero adquiere los mismos conocimientos que un arquitecto es, simplemente, una barbaridad.
En contra al supuesto afán "liberalizador" de la propuesta, hay que recordar que hoy en día ya existe una competitividad en el mundo de la arquitectura que, sumado al estancamiento de la construcción en nuestro país, conduce a drásticas bajadas de honorarios y subempleo. España cuenta con un elevado número de arquitectos titulados (y con uno de los modelos formativos más prestigiosos y reconocidos a nivel mundial) a los que hay que sumarle los estudiantes. Esto me recuerda al artículo que escribí hace unos meses sobre Los colegios de arquitectos y la razón de estar colegiados, y me reafirmo cuando digo que, hoy en día y visto lo visto, un visado ya no sirve para nada.
Pese a que se trate de un borrador, un boceto de ley que será debatido y no un texto articulado, debemos mantener nuestra posición y exigir al Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España que tome cartas reales en el asunto, pues es quien tiene la responsabilidad de hacer oír la voz de los arquitectos en este proceso.