El Nobel de Economía y la ventana de Overton
Taleb sostiene que puesto que la economía es incapaz de proporcionar respuestas claras y únicas o recetas científicas para afrontar las crisis los responsables políticos deberían ser mucho más humildes, admitir su ignorancia y abordar los problemas económicos mediante reglas heurísticas.
Hace unas semanas escribí un post sobre Antifrágil, el último y muy recomendable libro de Nassim Taleb. En su ensayo Taleb sostiene que la economía tiene aproximadamente el mismo valor científico que la astrología y que los únicos economistas que merecen su respeto son aquéllos capaces de predecir una crisis.
Aunque es cierto que los economistas no son buenos previendo las crisis discrepo con Taleb con respecto al valor científico de la economía ya que algunos modelos como el IS-LM me parecen científicos en el sentido popperiano del término y superan el principio de falsabilidad.
La reciente concesión del Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel (nombre oficial del polémico premio que otorga la Academia sueca pero que no formaba parte del testamento de Alfred Nobel) a Robert Shiller y a Eugene Fama, dos economistas que defienden puntos de vista radicalmente opuestos, parece dar munición adicional a Taleb, quien como su ídolo Friedrich Hayek (irónicamente, receptor él mismo del Nobel) aboga por suprimir el premio para una ciencia perfectamente capaz de defender una cosa y su contraria y a quienes piensan como ellos que ningún miembro de este gremio debería ser tratado como una referencia.
Fama es un profesor de Chicago Booth y autor de la hipótesis de eficiencia de los mercados que sustenta modelos como el CAPM que hoy se enseñan en los cursos de finanzas de las escuelas de negocios (aunque parece que Fama ha criticado recientemente algunos aspectos técnicos del modelo) y la Academia Sueca llevaba al parecer varios años manejando su candidatura al premio, pero en plena crisis resultaba imposible premiar a un defensor de la eficiencia de los mercados sin caer en el ridículo.
De forma sagaz para algunos, o rizando el rizo del ridículo para otros, la Academia Sueca ha resuelto el entuerto premiando simultáneamente a Robert Shiller, de una cuerda mucho más crítica con los mercados, autor del best seller Exuberancia irracional y cuya obra apunta más directamente a la psicología nada racional que sustenta las burbujas -en la misma dirección que Daniel Kahneman- o a los "espíritus animales" de Keynes sobre los que Shiller escribió un libro junto al también Nobel George Akerlof. Si la barra del respeto se sitúa en la capacidad de prever una crisis como Taleb sugiere, el crédito de Shiller es mucho mayor que el de Fama.
En Antifrágil Taleb sostiene que puesto que la economía es incapaz de proporcionar respuestas claras y únicas o recetas científicas para afrontar las crisis los responsables políticos deberían ser mucho más humildes, admitir su ignorancia en estos temas y proceder a abordar los problemas económicos mediante reglas heurísticas de ensayo y error, y cita al profesor Alessandro Pluchino como referencia.
Este verano tuve la ocasión de pasar unas cortas vacaciones con unos tíos míos en Mallorca. En cierto momento mi tía comentó que algún día le gustaría beber un vino muy caro, pongamos una botella de 1.000 euros, para averiguar a qué sabe. Comprendí su curiosidad, y teniendo a sus hijos ya casados y colocados mis tíos tendrían la posibilidad de satisfacerla, pero les aconsejé que antes de malgastar 1.000 euros aplicaran una regla heurística, por ejemplo comprar en la siguiente ocasión especial -cumpleaños o aniversario- un vino de digamos 50 euros de una bodega de su gusto. En la siguiente ocasión especial, adquirir uno de la misma bodega pero de 100 euros, y pasar solamente a comprar una botella de 200 euros en la siguiente ocasión si la diferencia entre el primer vino y el segundo era notable. Un método de este tipo tiene muchas posibilidades de ahorrarle dinero a mi tía y de satisfacer su curiosidad por saber el intervalo de precios donde se sitúa su vino ideal que un experimento consistente en comprar directamente un vino de 1.000 euros.
Aplicar una heurística en relación a un problema complejo -como aplicar o no un programa de austeridad- supondría proceder de una forma similar en materia de política económica. Imaginemos en este sentido que la UE impusiera a nuestro país en vez de una cura de austeridad un experimento consistente en aplicar recortes en las comunidades autónomas cuyo nombre empiece por a, b y c y políticas de crecimiento en el resto de comunidades, siendo por ejemplo Castilla y León y Cataluña el grupo de control (comunidades en las que no se aplicarían cambios en los presupuestos). En función de los resultados de la evolución del paro, del déficit, y etc. en los distintos grupos se definiría a posteriori la política a seguir.
Para muchos introducir la aleatoriedad en la política económica del país resultaría inaceptable y sería similar a usar a los ciudadanos como a conejillos de indias. Una política así es pues impensable en el sentido de la teoría política de la ventana Overton, y sin embargo un experimento como ese tendría muchas más posibilidades de éxito que la austeridad pura y dura que nos receta la UE.
¿Hasta cuándo durará el experimento fallido de la austeridad? Quizás el próximo Nobel de Economía lo sepa, o puede incluso que Lars Hansen, el tercer premiado de este año y del que no sé nada, tenga alguna pista al respecto, pero sinceramente lo dudo.