El wabi sabi o el arte de la imperfección
Personalmente, me atrae su rebelión contra las superficies uniformes en su firme defensa de lo mellado y rústico. El péndulo clásico entre el barroquismo y la sencillez parece ya no serlo al poder vivir las dos tendencias a la vez.
Hace unos 15 años, en un viaje a Nueva York y con una nueva amistad conocida en una galería de arte, me topé con un libro que me marcó en mi visión estética de las cosas bonitas. Wabi-Sabi: For Artists, Designers, Poets and Philosophers (Wabi Sabi, para artistas, diseñadores, poetas y filósofos, editado en España por Renart), escrito por Leonard Koren.
El mío es un librito precioso, editado con mimo y con muchas joyas de conocimiento. Desde el Zen al arte moderno.
A veces nos ocurre que encontramos en la lectura palabras que vienen definiendo lo que llevamos años sintiendo.
El wabi sabi es una filosofía japonesa nacida alrededor del siglo XIV que surgió como reacción a la perfeccion y suntuosidad china de los siglos anteriores. Y se define como la belleza de las cosas imperfectas, mudables e incompletas.
Personalmente, me atrae su rebelión contra las superficies uniformes en su firme defensa de lo mellado y rústico.
Dice la leyenda que los japoneses del siglo XIV decidieron aplicarlo a la tan venerada ceremonia del té, saliendo de sus suntuosos palacios a sentarse en chozas que se fabricaban con materiales humildes, y sentarse en el suelo o asientos de madera mientras batían la espuma del té verde. El acercamiento a la naturaleza y la sencillez glorificaba la ceremonia.
En mi trabajo siempre he defendido las piezas únicas y con personalidad y me encanta ver cómo mis clientes japoneses han heredado la cultura del wabi sabi a través de las generaciones. Lo proyectan sobre todo en la cerámica, y en Europa es fácil apreciarlo en muchas de las vajillas de los restaurantes japoneses.
También en un viaje a Kyoto con una buena amiga (qué suerte poder compartir experiencias) un día nos paseamos una calle entera de ceramistas. Y nos llamó la atención que las piezas más perfectas eran muy asequibles, mientras que las rústicas e incompletas subían de precio en función de sus irregularidades. Enseguida comenzamos a adaptar el ojo a lo mudable y a buscar las imperfecciones bellas.
Ahora se habla de una vuelta estética a lo recargado y en la moda incluso planea cierto conservadurismo asociado al lujo. Abundan imágenes clásicas de la mujer vestidas impecablemente al estilo de los años 50, donde todo está en orden y bajo control.
Pero a mí me gustaría defender la libertad y la flexibilidad.
El péndulo clásico entre el barroquismo y la sencillez parece ya no serlo al poder vivir las dos tendencias a la vez.
En el diseño y la moda el wabi sabi da fuerte, cerca de la gente.
Desde los vaqueros rotos, los linos desgastados y descoloridos, los muebles envejecidos y la fiebre de mercadillo...
Creo que las personas nos sentimos más cómodas con la imperfección, tal vez porque nos permite a nosotros también serlo, siendo singulares para seguir aprendiendo siempre con lo que vivimos.
Leonard Koren escribió: "En su expresión más completa el wabi sabi puede llegar a ser un modo de vida. Y, como mínimo, es un particular tipo de belleza".
Espero que os inspire tanto como a mí.