Neuroeducador: ¿Una nueva carrera universitaria?
La secuencia niño-maestro-familia-médico o psicólogo puede ser de difícil ataque. De ahí el valor de la figura del neuroeducador. Piénsese que hoy se maneja la cifra de un 23% de niños que presentan algún problema para aprender y memorizar bien. Problemas que corren en un amplio y diverso arco difícil de clasificar, pero que convergen en incapacitar al niño.
Hoy hay mucha gente en España seriamente preocupada por la educación y la enseñanza. Preocupación no solo de padres y enseñantes, sino que es un sentir social, una percepción generalizada de que algo, en este terreno, va mal. Y esto lleva a que los docentes, de cualquier nivel, estén en constante alerta, en constante oteo del horizonte a la espera de nuevas ideas, nuevas tecnologías, nuevos métodos con los que poder mejorar una docencia que es insatisfactoria. De hecho, como vengo diciendo tantas veces últimamente, en los maestros hay hambre por conocer y aplicar nuevos conocimientos y métodos rigurosos, sólidamente establecidos, que en clase puedan ayudar a esa mejora, tanto en ellos mismos para enseñar como en los estudiantes para aprender
Nuevos conocimientos y métodos que estén alejados de las opiniones y los vaivenes que producen las hipótesis de moda y que dan lugar a ideas fulgurantes pero que con el tiempo se desvanecen como pompas de jabón. Pues bien, creo que ahora hay una buena nueva en la enseñanza y esta es la que viene de la mano de los conocimientos que se obtienen de la Neurociencia y que residen en el funcionamiento del cerebro humano orquestado por los códigos que trae adquiridos a lo largo de ese proceso universal que llamamos evolución biológica. Y creo que esto último está dando lugar a un sólido consenso mundial. Son nuevos conocimientos además, que se propone se integren con la Psicología (Psicología Cognitiva), Sociología y Medicina. Esta nueva aproximación está hoy en el centro de interés de todos los círculos contemporáneos de la enseñanza. Pues bien, de aquí ha nacido la idea de crear una nueva figura profesional, la del Neuroeducador.
La nueva profesión de neuroeducador toma fuerza precisamente ahora, en estos momentos de mayor realce y significado acerca de los conocimientos que aporta la Neurociencia a la enseñanza. Y lo hace, entre otros muchos considerandos, pensando principalmente en los niños de pre-escolar y enseñanza primaria que son los pilares básicos sobre los que se construye la educación y la cultura de una sociedad. Un neuroeducador sería aquella persona con una preparación capaz de ser un maestro-especialista, algo así como un guardián último de la buena enseñanza en un colegio. Un profesional universitario, con buenos conocimientos sobre el cerebro humano que le permitiera primero analizar y criticar programas de enseñanza que aparentemente basados en el rigor de la Neurociencia, se ofertan a los colegios, y que contienen datos e ideas erróneas. Pero fundamentalmente además, el neuroeducador debiera ser capaz de detectar más finamente problemas en los niños y mediar en su solución, psicológica, médica, familiar o social. Es decir, tras el maestro detectar fallos en un niño en clase, sería la persona encargada de trabajar con él y conectar después con su familia y también, si fuere necesario, con los propios especialistas psicólogos o médicos que tuvieran eventualmente que tratar a los niños. Y con ello hablamos de mil y un procesos, desde los síndromes más sutiles hasta los más abiertos y evidentes que incluyen un apagón emocional, depresión, déficit atencional con hiperactividad, síndrome de Ausperger, autismo, dislexia, discalculia, o tantos y tantos síndromes neurológicos no evidentes, pero que interfieren en el normal aprendizaje y memoria de un niño.
Esa secuencia niño-maestro-familia-médico o psicólogo puede ser de difícil ataque. De ahí el valor de la figura del neuroeducador. Piénsese que hoy se maneja la cifra de un 23% de niños (cifra sobremanera elevada), que presentan algún problema para aprender y memorizar bien. Problemas que corren en un amplio y diverso arco difícil de clasificar, pero que convergen en incapacitar al niño, en grados diferentes, en su proceso de aprendizaje. Muchos de ellos son muy difíciles de detectar solo por el maestro. Sería aquí, de nuevo, donde el neuroeducador jugaría uno de sus papeles más relevantes.
El neuroeducador debiera ser una persona profesionalmente entrenada, tras cursar estudios específicos, que le permitieran ser capaz de hacer de puente entre los conocimientos del cerebro y cómo funciona y malfunciona, y los maestros. Alguien con capacidad de complementariedad a los maestros de una escuela, a los que ayude a detectar no solo qué niños padecen ciertos déficits (que ya hemos señalado) sino también con formación capaz para detectar capacidades superiores o extraordinarias o selectivas en los niños, origen tantas veces, a su vez, de problemas. Esta nueva profesión de la que hablo no existe todavía ni tampoco programas que se puedan cursar para alcanzarla. Y no solo en España, sino en ninguna otra parte del mundo. Propongo la creación de esta nueva profesión a través de una buena formación universitaria. ¿Un master? ¿Una diplomatura? ¿Un grado? Precisamente la secretaria de Estado para la Educación, Montserrat Gomendio, en un artículo reciente, indicaba que la nuevas enseñanzas deben preparar gentes abiertas que permitan afrontar nuevos retos y conocimientos. Pues bien, Sra. Gomendio, este es uno de ellos.
Y permítanme una nota final indicando algo del contenido y materias que debiera cursar el futuro neuroeducador. Aparte las asignaturas que se cursan en magisterio, debiera adquirir conocimientos de anatomía y fisiología y en esta última en especial, del funcionamiento del cerebro y su desarrollo a lo largo del arco vital humano. Conocimientos básicos de psicología y neurología. Conocimientos básicos de los procesos de aprendizaje, memoria, atención, emoción, cognición y funciones motoras. Conocimientos básicos de fisiopatologia/neuropsicología, en especial aquellos que inciden y producen trastornos sensoriales, emocionales y cognitivos y que interfieren con el aprendizaje (que aparte de los ya mencionados y mas frecuentes como la dislexia, discalculia, autismo o síndrome de Ausperger incluyen los síndromes de ansiedad y miedo), y por supuesto aquellas disfunciones producidas por lesiones cerebrales sutiles apenas detectables en la conducta. Y también conocimientos sobre comunicación verbal, empatía y estructura del lenguaje. No sigo. Quizá esta propuesta, casi como siempre, sea todo un nuevo clamar en el desierto.