El cambio climático, la gran lucha del siglo XXI
El resultado de esta Cumbre del Clima de París nos mostrará a quiénes escuchan los Gobiernos: a las multinacionales o a la ciudadanía. Pero sea cual sea su actitud, no vamos a esperar a los líderes mundiales: pongamos en marcha ya y desde abajo la revolución verde. Porque somos muchas personas en todo el mundo haciendo cosas pequeñas para un gran cambio. Somos actores del cambio. Tenemos poder.
Foto: REUTERS
Este artículo ha sido escrito conjuntamente con Rosa Martínez, coportavoz federal de EQUO
El cambio climático ya está aquí. Es una cuestión de hoy, del presente: las generaciones futuras somos quienes habitamos el planeta en 2015.
Es algo que ya está sucediendo y que estamos sufriendo ahora: olas de calor, sequías, desertificación, fenómenos climáticos más extremos y más frecuentes, y la merma de sectores vitales de nuestras economías como la agricultura o el turismo. Incluso amenaza nuestras tradiciones, identidad y cultura. ¿Os imagináis Andalucía sin olivos? ¿La Rioja sin vino o Valencia sin naranjas? Pues ese es el escenario que se maneja en España si seguimos al ritmo actual de emisiones de CO2.
Si fuera poco, a día de hoy, el cambio climático es ya la mayor causa de migración en el mundo: más de 30 millones de personas en 2011 y hasta 1.000 millones en 2050. Los refugiados climáticos, una realidad ignorada pero cada vez más real desde Siria, Libia o Darfur, y que necesitan que los reconozcamos y les protejamos ya.
Dado este contexto, ese es nuestro primer gran reto: presionar social y políticamente para que los Gobiernos tomen por fin decisiones a la altura de la historia en COP21, la próxima Cumbre del Clima de París. Hay cuestiones que son claves para reconducir una situación que ya es extrema para los habitantes y muchas especies vivas de todo el planeta:
- Que sea un acuerdo vinculante para todos los firmantes.
- Que el compromiso mantenga el incremento de temperatura por debajo de 1.5ºC.
- Que se destinen fondos suficientes para acciones de adaptación a los países del Sur, los menos responsables del calentamiento global pero los que más lo están sufriendo.
Al mismo tiempo, es altamente prioritario a nivel político, económico y social abandonar las energías sucias (petróleo, carbón, gas, etc.) y apostar por las energías limpias (el sol y viento). El fin de las subvenciones a las energías fósiles, así como la desinversión en estos sectores, es una condición necesaria para que el 100% renovable sea más que un lema. El futuro no está bajo tierra, sino en la superficie. Y el futuro está en entender también que la energía más limpia es la que no consumimos.
Desde luego, el resultado de esta cumbre nos mostrará a quiénes escuchan los Gobiernos: a las multinacionales o a la ciudadanía. Veremos si quieren seguir siendo los primeros cómplices de las grandes corporaciones del petróleo y del gas, del agrobusiness o del sector automovilístico.
Pero sea cual sea su actitud, no vamos a esperar a los líderes mundiales: pongamos en marcha ya y desde abajo la revolución verde. Porque somos muchas personas en todo el mundo haciendo cosas pequeñas para un gran cambio. Somos actores del cambio. Tenemos poder.
Tenemos el poder de exigir responsabilidades y sancionar políticamente a quien no esté a la altura. Podemos elegir como nuestros representantes a los y las que ponen la lucha contra el cambio climático en el centro de sus preocupaciones.
Tenemos el poder de decir no a los tratados de comercio e inversiones que están siendo impulsados en todo el mundo, anteponiendo el beneficio económico a nuestras vidas y resto de seres vivos. En Europa, por ejemplo, el TTIP va a aumentar drásticamente las emisiones de CO2 y va a dificultar la lucha contra el calentamiento global. La economía debe ser una herramienta al servicio de las personas y del clima.
Tenemos el poder de explicar que la lucha contra el cambio climático es la base de cualquier transformación del modelo económico y productivo donde empleo y clima van de la mano. Por ejemplo: producir el 30% de energía con renovables, 200.000 empleos en 2020; reducir la factura energética (luz y calefacción) rehabilitando nuestras casas, 150.000 empleos al año; aumentando un 30% transporte sostenible, 150.000 empleos. La ecología es el futuro del empleo.
Tenemos el poder de actuar ya en nuestras vidas diarias tanto a nivel personal como colectivo. Está en nuestras manos contratar nuestra electricidad con una cooperativa de energías renovables, comprar productos de temporada y más saludables a agricultores ecológicos y locales, mover nuestros ahorros a bancas éticas, cultivar nuestro huerto o cambiar nuestra dieta.
Tenemos el poder de descolonizar nuestros imaginarios. Fuera crecimiento, fuera consumismo, fuera frustración, bienvenido a la era de vivir bien con menos, con mejor calidad y con un objetivo claro: construir sociedades donde vivamos felices y cubramos las necesidades de las personas dentro de los límites del planeta.
Puesto que con el clima no se negocia, el cambio climático es una lucha urgente en nuestro presente y un reto ineludible para nuestro futuro. La acción política de los Gobiernos es imprescindible, y al mismo tiempo no tenemos que esperar a que decidan actuar, sino que con nuestras acciones del día a día y con nuestro voto podemos influir y contribuir decididamente a un cambio radical en las políticas mundiales, nacionales y locales.
Nos jugamos nuestros derechos, los de la naturaleza y los demás seres vivos con quienes compartimos esta nave Tierra. Nos jugamos una salida creíble, digna, sostenible y solidaria de esta crisis de civilización.