Algo más que una de Anacleto, agente secreto
En esta España oscura donde la desconfianza en el sistema resulta hoy obligada, es muy necesario llegar hasta el final de esta estrambótica historia de espías, detenciones, coches oficiales, teléfonos pinchados, favores, contactos, empresarios y políticos que manejan a su antojo la estructura del Estado para conseguir sus objetivos, que no siempre son confesables.
"Vaya por delante que esta instructora no acierta a comprender como un joven de 20 años sólo con su palabrería y aparentemente con su propia identidad puede acceder donde accedió sin que nadie alertara su conducta". La confesión es de la primera juez que instruyó el caso de Francisco Nicolás Gómez Iglesias, el joven de 20 años que ha hecho temblar este fin de semana los cimientos de La Moncloa, la Zarzuela y hasta los del CNI con un relato que puede parecer estrambótico pero, sin duda, no es sólo el de un friqui, megalómano, con delirios de grandeza y una fantasía de éxito desbordada.
Esa es la cuestión. Averiguar si estamos ante una entrega de Anacleto, agente secreto, o de una encarnación de la realpolitik, un ejercicio de la política basado en intereses y no en ideales. Y en esta España oscura donde la desconfianza en el sistema resulta hoy obligada, es muy necesario llegar hasta el final de esta estrambótica historia de espías, detenciones, coches oficiales, teléfonos pinchados, favores, contactos, empresarios y políticos que manejan a su antojo la estructura del Estado para conseguir sus objetivos, que no siempre son confesables.
Pero si la juez no acierta a comprender, imaginen el resto de los mortales. Estamos ante un enigma dentro de un misterio sin resolver y del que aún se escribirán, seguro, ríos de tinta. Porque un universitario cualquiera no se pasea por Madrid con coches de alta gama del parque móvil del Estado (prestados por los Ministerios de Presidencia, Economía o Defensa, según su propio relato) por muy amigo que sea del secretario de Estado de Comercio, Jaime García-Legaz. Porque un chaval sin oficio ni beneficio no se levanta una mañana con ganas de salvar a España de las garras del independentismo catalán y se planta ante el abogado de los Pujol para ofrecerle alivio judicial en las causas abiertas contra el clan a cambio de munición contra ERC, y otra le da un arrebato monárquico y se reúne con la acusación popular del caso Noos para evitar la imputación de una Infanta de España...
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Esto por no adentrarnos en las tripas de una reunión con empresarios españoles y el ex ministro Miguel Ángel Moratinos para hacer negocios en Guinea o en cómo Francisco Nicolás se movía a su antojo por los círculos del poder popular, organizaba eventos para algunos medios de comunicación vinculados al Gobierno, celebraba su cumpleaños en el ático marbellí de Ignacio González, o entraba en el complejo de La Moncloa y en la calle Génova como lo hacía Luis Bárcenas hasta que se descubrió su indemnización en diferido.
Harán falta muchas explicaciones para entender cómo una brigada de Asuntos Internos de la Policía Nacional detiene una mañana de octubre en plena calle Zurbano a un civil de 20 años, le lleva esposado a comisaría, le lee sus derechos y le pone a disposición judicial; por qué la fiscal pidió prisión incondicional, incomunicada y sin fianza para un delito de estafa en el que no hay estafado que presente denuncia; por qué el juez ha prorrogado el secreto de sumario un mes... Y sobre todo por qué el PP, que calló con los SMS de Rajoy a Bárcenas, la financiación ilegal o el dinero negro de las obras de su sede, emite un desmentido desde La Moncloa por unas declaraciones de un caradura con aires de grandeza. Comunicado al que siguió otro de la Casa Real y uno más de los servicios de inteligencia. "Todo el Estado en danza por el puto niño", se escuchó clamar ayer a un alto dirigente del PP.
El "pequeño Nicolás" ha vivido mucho y muy deprisa. Unos dicen que es un impostor y él se declara un patriota. "Amo a España y a todos los españoles", llegó a decir en la entrevista en exclusiva que concedió al programa Un Tiempo Nuevo de Tele 5, donde mostró un supuesto e-mail de la Casa Real en el que se le invitaba a la proclamación del rey Felipe VI. Además de con la Casa Real a través de Carlos García Revenga y con el mismísimo Don Juan Carlos, sostiene que mantenía contacto personal con Soraya Sáenz de Santamaría -cuyo gabinete presume de haber alertado a las Fuerzas de Seguridad de las andanzas del joven impostor-, y que fue ella quien le invitó personalmente al balcón de la sede del PP para celebrar la victoria de Mariano Rajoy en 2011.
Si es verdad que "el pequeño Nicolás", al que se le escapó durante la entrevista el televisión que era un "charlie" del CNI, tiene material sensible que afecta a todas las instituciones del Estado y por el que tendría que dimitir mucha gente, es que este país está muy enfermo y quienes dirigen las instituciones, mucho más. Y ante semejante historia no valdrá esta vez aquello de "todo es mentira, salvo algunas cosas". Mucho menos, amedrentar al mensajero, esto es a los medios de comunicación que han dado voz a este joven que durante años formó parte del paisaje habitual del PP. Porque tanto o más difícil de entender son las mentiras de un joven con aires de grandeza y "florida ideación delirante" (como sostiene el informe forense) como la normalidad con la que fueron aceptadas por veteranos políticos y empresarios. ¿Alguno de ellos aguantaría una entrevista de casi dos horas? Que pase el primero, pero sin condiciones previas ni vetos. El "pequeño Nicolás" no las puso.
Cuando una hora antes de que empezara Un Tiempo Nuevo se presentó ante quienes íbamos a entrevistarle no ví en él a un embaucador ni a un charlatán, sólo a un chaval de 20 años visiblemente nervioso que pedía con mucha educación que no le interrumpiéramos cuando hablara durante el programa porque era la primera vez que se ponía delante de una cámara. Le advertí que su relato era poco creíble y que si no tenía pruebas que demostraran la extravagante historia que había contado esa mañana en El Mundo, le tomarían por un fabulador que acudía a televisión para tener su minuto de gloria. Dijo que las tenía, que temía por su vida y que los documentos que acreditaban su historia y comprometían a altas personalidades del universo político las custodiaban sus abogados y se harían púbicas en los próximos días. Contó entonces detalles de su detención, de los policías que le interrogaron, de cómo le pidieron -y él las dio porque pensó que estaba obligado a ello- las claves de su teléfono móvil y su correo electrónico.
En ese tiempo previo a la entrevista hubo algo que me dejó perpleja. Francisco Nicolás se dirigió a mí para que trasladara a un conocido compañero de profesión que cuando hablara con alguien del CNI sobre él, no lo hiciera por el teléfono móvil. Fue la manera en que me hizo saber que aún tenía apoyos dentro de los servicios de inteligencia e información de La Casa.
La entrevista no fue fácil, todo lo contrario. "El pequeño Nicolás" sabía hasta dónde quería llegar y no fue un milímetro más allá, a pesar de las preguntas y repreguntas. Sólo se le escapó en una ocasión que era un "charlie" del CNI, una especie de señuelo al que los servicios de inteligencia dejan operar y monitorizan para obtener información. Pero seguro que si algo pudieron percibir los espectadores, además de un oportuno corte en la emisión de la cadena -surrealismo puro-, fue la pasmosa seguridad con la que respondió a cada pregunta y que en dos horas de entrevista no incurriera en una sola contradicción. Por lo demás, mi impresión es que su objetivo a batir tiene nombre y dos apellidos de idéntica sigla.