¿Por qué es tan difícil ahorrar?

¿Por qué es tan difícil ahorrar?

¿A ti también te cuesta?

Westend61 via Getty Images

Por Montserrat Guillen i Estany, catedrática de Econometría, Estadística y Economía Aplicada, Universitat de Barcelona:

El Banco de España ha recomendado que la población en edad de trabajar destine más ingresos a constituir un ahorro para la jubilación. Pero, ¿cómo se puede ahorrar si no se puede llegar a final de mes? Hay dos factores que dificultan el ahorro: la precariedad de los salarios y la psicología.

España se encuentra en la parte baja de los países europeos en cuanto al salario medio y este hecho no se tiene suficientemente en cuenta. El margen es excesivamente pequeño para las familias. Además, incluso cuando se habla de la generosidad del sistema de pensiones todo queda distorsionado. Si el último salario es bajo, aunque la pensión lo sea también, es normal que la denominada “tasa de sustitución” sea alta.

Es decir, da la impresión de que las pensiones son buenas porque porcentualmente se acercan al salario que percibía el trabajador justo antes de jubilarse. La baja tasa de ahorro y la elevada tasa de sustitución, en el fondo, son reflejo de salarios medios bajos.

El otro elemento que dificulta el ahorro es nuestra condición humana. Como norma general preferimos un premio inmediato a la promesa de una recompensa futura, aunque ésta pueda llegar a ser elevada. Se han realizado experimentos de laboratorio para concluir que la decisión no parece racional y que una persona inteligente, aquella que calcularía todas las posibilidades y elegiría la de mayor expectativa de ganancias, se deja llevar por su instinto. En la práctica, todos somos humanos, caemos en la tentación del consumo y dejamos el ahorro para más adelante.

Los expertos han recomendado en los últimos años que el ahorro se estimule con lo que denominan el nudging. Esta teoría afirma que para que realicemos determinadas acciones, como ahorrar, es necesario que haya incentivos que resulten prácticamente invisibles y difíciles de evitar.

Como imponer mandatos no se ha visto que tenga el efecto deseado, e incluso a veces tiene el contrario, la tendencia actual es pensar que el ahorro debe conseguirse con mecanismos casi automáticos, dado que es imposible luchar contra el bombardeo comercial que nos incita a gastar lo más posible y lo antes posible, para conseguir una satisfacción rápida.

El nudging es el concepto de empujar o dar un codazo suave para inducir a una acción. Ya se refieren a ello Thaler y Sunstein en 2008 en su libro Nudge: Improving Decisions About Health, Wealth, and Happiness publicado en español como Un pequeño empujón (nudge): el impulso que necesitas para tomar las mejores decisiones en salud, dinero y felicidad. Este libro ha sido best seller en Estados Unidos y recomendado por el Financial Times.

Sin embargo, si nos proponemos ahorrar mediante esos nuevos principios, tenemos el riesgo de usar una teoría simplista que dice que dejar de tomar un café diario a lo largo de toda una vida laboral puede suponer acaparar un capital nada despreciable el día de la jubilación. Unos 250 días laborables a euro el café, por 35 años, son 8.750 euros.

El caso es que, aunque nos lo propongamos, o no nos acordaremos o usaremos el dinero para algo diferente en algún momento, o siempre habrá quien diga que por saltárnoslo un día no pasará nada. Todos estamos de acuerdo en que no se puede someter a una familia a un estricto régimen de ahorro que imposibilite cualquier tipo de ocio.

Entre lo más innovador para inducir al ahorro se propone un sistema por el cual el redondeo a un valor en euros superior a lo que compramos con tarjeta de crédito se ingresa en una cuenta de ahorro. Así, sin esfuerzo, y automáticamente, se va llenando la hucha.

Parece que el problema es más psicológico que financiero, y las fintechhan visto el filón en este sistema. Pero la fórmula magistral no existe y hay quien señala, sin falta de razón, que ahorrar es también invertir bien. El ejemplo de los cafés es interesante para ilustrar lo que ocurre. Pongamos por ejemplo que los cafés que nos hemos ahorrado los invertimos al 1%; en términos nominales acabaríamos con 10.415 euros, un 19% más que si los hubiéramos colocado en un bote.

Sin embargo, si el coste de la vida ha subido un 2% anual en esos 35 años, en el fondo el valor real de ese capital acumulado sería muy inferior. Invertir bien es lograr que el valor real del ahorro logre por lo menos mantener el poder adquisitivo superando el incremento de la inflación. Hay algunas formas de conseguirlo, pero siempre tienen un cierto riesgo, como invertir en bolsa, por ejemplo.

El ahorro requiere control y una de las principales fuentes de error es no hacer una diagnóstico sistemático de las propias finanzas. Ver el presupuesto familiar, analizarlo y comparar con ejercicios anteriores para detectar dónde se están produciendo las desviaciones y el déficit es fundamental. La inmensa mayoría de las familias no lo hacemos. Es esta falta de costumbre y nuestra propia condición humana la que nos impide ser lo suficientemente racionales, sistemáticos y rigurosos.

En la esfera pública queda solucionar un problema endémico de salarios bajos sin disparar la inflación y, en nuestra propia consciencia, decidir si seguimos el juego a las empresas que premian sus beneficios por encima de una dignidad salarial aumentando la creciente desigualdad económica y restringiendo o imposibilitando el ahorro de las familias.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

MOSTRAR BIOGRAFíA

The Conversation es una plataforma de divulgación del conocimiento en la que profesores universitarios e investigadores escriben en tono accesible sobre asuntos de actualidad y novedades en el campo de la investigación relacionados con su área de especialización. Está editada por una asociación sin ánimo de lucro, carece de publicidad y sus contenidos son de libre republicación.