Irene Baños: "Con la covid hemos visto que somos tan frágiles como los pandas o los osos polares"

Irene Baños: "Con la covid hemos visto que somos tan frágiles como los pandas o los osos polares"

La periodista ambiental publica 'Ecoansias', una guía de consumo responsable pero sin angustia para ayudar, grano a grano, a frenar la crisis ambiental.

Irene Baños, autora de 'Ecoansias'.EL HUFFPOST

“La Tierra no tiene recambio”, “no hay planeta b”, “hay que actuar ya para atajar el cambio climático”. Antes de que el coronavirus lo inundara todo, la crisis ambiental estaba escalando en la agenda social y política, convirtiéndose en un debate insoslayable (al fin). Si rebobinamos unos meses, se extendía el ansia de saber y de hacer, de aportar un grano de arena. De esa angustia personal, la de la periodista ambiental Irene Baños, nació Ecoansias (Ariel), un libro que necesita un subtítulo —“Salimos de una crisis, no caigamos en otra”—, forzado precisamente por el avance de la pandemia. Una guía accesible para movilizar con cabeza a los ciudadanos comprometidos.

En una conversación online desde Zaragoza con El HuffPost, Baños explica que, por su trabajo, poco a poco se fue llevando la “ecoansiedad” a casa, hasta que un día pensó que no era la única con estas tribulaciones y se decidió a tratar de explicarlas y buscar soluciones. Lo contrario, el estrés por el exceso de información y el tremendismo, puede llevar “más al bloqueo que a la acción climática, que es de lo que se trataría”. Y se puso manos a la obra.

“Lo ideal es que podamos tomar conciencia a través de la información ambiental y actuar en concordancia, pero a veces es tan negativo lo que se nos cuenta que lleva a la parálisis. Este libro ha sido como una terapia, una búsqueda de la sostenibilidad de una persona que no es experta, una búsqueda supersencilla de una persona que es de letras puras y casi no tiene conocimiento de ciencia”, explica.

¿Cómo define esa “ecoansiedad”? “Es el impacto más silencioso de la crisis climática. Es un peso, una angustia, un problema psicológico que sobre todo afecta a las generaciones jóvenes”, resume. “Se nos dice que todo lo que avecina es malo, que va a ser desastroso, pero ¿qué herramientas tengo yo para reaccionar como individuo, para hacer frente a esas crisis climáticas? Cuando empiezas a rascar ves que son pocas, o que llega información sobre soluciones absolutas, como esos titulares de ‘deja de comer carne y salvarás el planeta’”, resume.

Esa desazón se amplía, por ejemplo, cuando se ve el compromiso integral de figuras como la de la activista sueca Greta Thunberg, que no deja pasar una. “Yo no puedo hacerlo todo, ¡yo no soy Greta! Ella obviamente ha contribuido y ha hecho un favorazo a todo el movimiento ambiental, pero también tiene esa imagen muy perfeccionista que es inalcanzable para cualquier ciudadano. Hay que alejarse de ese perfeccionismo. Que lo perfecto no sea enemigo de lo bueno. Escapar, porque eso genera agobio en la gente”, aconseja Baños.

Yo no puedo hacerlo todo, ¡no soy Greta! Ella ha hecho un favorazo al movimiento ambiental, pero también tiene esa imagen muy perfeccionista que es inalcanzable para cualquier ciudadano. Hay que alejarse de eso. Que lo perfecto no sea enemigo de lo bueno

Porque trabajar mil horas, llegar a fin de mes y “cargando un peso que no nos corresponde” en cuanto a lo ambiental es demasiado, sobre todo cuando no llegan medidas contundentes desde los Gobiernos o instituciones internacionales o hay empresas, en todos los sectores, a las que aún les prima el beneficio sobre la sostenibilidad. “Quería representar a todas estas personas, los ecoansias o ecoansiosos, para poder decirles: ‘No seas ecoansias, relájate y actúa’”.

  Portada de 'Ecoansias', de Irene Baños.Editorial Ariel

Su libro es una radiografía de la situación en cuanto a la crisis climática pero, también, una guía de comportamiento para un ciudadano medio con ganas de ayudar de forma sensata y abarcable. Baños enumera un puñado de recomendaciones para esa transformación. Los primeros, los que “más peso tienen” a nivel individual, son los cambios en la alimentación, como reducir el consumo de carne, “no cortar por lo sano y que ni puedas volver a comerte un chuletón o que si te lo comes te sientas culpable, pero sí comer menos”.

Luego viene la movilidad. “Cuando puedas evitar el coche, ve en bici o andando; cuando puedas elegir entre tren o avión, elige tren”, dice sencillamente. Y el consumo, en general, con ejemplos como la telefonía que se desarrollan en el libro, es la otra gran pata, “que nos planteemos a la hora de ir a comprar cualquier cosa si lo necesitamos y si nos aporta felicidad”. La autora se ríe, reconoce que la frase le ha quedado muy “Marie Kondo, o MR Wonderful, “pero es que es verdad”. “Estamos en este bucle de trabajar para consumir y no nos planeamos si eso nos está aportando felicidad, y nuestras generaciones no están siendo más felices por consumir más. Reflexionemos antes de hacer un gasto en ropa o en móvil o lo que sea”, insiste, reivindicativa.

Cuidado, avisa, con las “soluciones fáciles”, que una cosa es apurarnos con lo que podemos hacer y, otra, quedarnos con la conciencia tranquila sólo por comprar algún producto con plástico reciclado, con etiquetas verdes o ecológicas. Y ya.

En mitad de la reflexión de Baños sobre el consumo y la preservación del planeta, el SARS-CoV-2 se hizo presente y lo copó todo. Tuvo que revisar lo escrito, porque el contexto ha cambiado. “Salimos de una crisis, no caigamos en otra, digo, pero lo desmiento en la introducción, haciendo referencia a la Covid, porque ya hemos caído. Creo que esto engloba todas las transiciones. Por ejemplo, ahora vamos hacia la energía renovable. Pues hagamos ese viraje con cautela, porque están saliendo cada vez más estudios que hablan del impacto que van a tener las baterías de los coches eléctricos, los paneles solares, los aerogeneradores, desde las aves que cambian sus rutas a la dificultad del reciclaje”, expone.

No hay producto sostenible que, si lo consumimos todos a la vez, sea sostenible

Antes de lanzarnos a “abrazar ese cambio” ambiental, tenemos que plantearnos “qué consecuencias puede haber mañana”. Que comprar un cepillo de dientes de bambú en vez de uno de plástico puede llevar a un monocultivo y a un impacto inmenso en la zona de producción. Ecoansias va dando pautas, precisamente, para vivir mirando por ese equilibrio. Porque “no hay producto sostenible que, si lo consumimos todos a la vez, sea sostenible”.

¿Un favor al planeta?

Durante el estado de alarma vimos las imágenes de la naturaleza que volvía a adueñarse del territorio, vegetación que crecía en mitad del asfalto no pisado, jabalíes y ciervos que regresaban a las calles donde antes había un bosque, delfines a la orilla de una playa sin bañistas. “Al principio, parecía que el virus iba a ser un favor al planeta, con los ríos más limpios, los cielos sin contaminación... pero no”, se lamenta la periodista.

“Ha sido un frenazo para la lucha climática en muchas cosas. Por ejemplo, en un momento en el que la crisis estaba en los titulares, con Greta y la Cumbre del Clima de Madrid, todo desapareció, todo lo opacó el virus. Eso lo han aprovechado muchos gobiernos para flexibilizar regulaciones ambientales. Si todo el foco está puesto en el virus, ¿a quién le va a importar si Donald Trump ha quitado una regulación a las emisiones de metano, que ya de por sí no importan a nadie?”, se lamenta. Quedan meses de ver cómo la Comisión Europea afronta las ayudas a sectores en crisis como el de la automoción o el aeronáutico, que no son verdes precisamente, pero en los que están en juego miles de puestos de trabajo.

Ahora será titánico el esfuerzo por revertir ese proteccionismo y ese olvido. “Me gustaría que el aprendizaje de esta tragedia, si se puede sacar alguno, es que nos hemos dado cuenta de que somos parte de la naturaleza y que somos tan frágiles como consideramos a los pandas o a los osos polares. Se nos encoge el corazón cuando los vemos en los incendios de Australia y en el Ártico, pero se nos olvida que al final afecta todo a nuestra salud, que esto no va sólo de salvar a los árboles o a los animales, que los que vamos a pasar un futuro muy miserable somos nosotros, como humanos. Y esto nos lo ha demostrado. Ha quitado esa separación que ya llevábamos alimentando durante siglos de la naturaleza por un lado y el ser humano todopoderoso por otro”.

“Nos hemos dado cuenta de que somos parte de la naturaleza, tan frágiles como consideramos a los pandas o a los osos polares. Se nos olvida que esto no va sólo de salvar árboles o animales

Habla de “pandemia climática”, para acercarnos su realidad ahora que la palabra no se nos cae de la boca. “Llama la atención”, reconoce. “En el caso de las dos pandemias hay coincidencias: son dos problemas invisibles casi, muy abstractos. Uno se representa en las muertes tan terribles que está causando, pero no vemos el bicho y por eso nos está costando entenderlo. Eso en el clima también sucede. Nos parecían cosas lejanas, que sólo afectaban a los pobres de África, en Asia quizá, y lo mismo pensábamos del virus. Y, de repente, cuando ha llamado a la puerta, ha sido tarde para escapar. Para el clima, eso sí, no tenemos vacunas, es la mayor diferencia entre ambas. No hay solución definitiva”, recuerda.

  Retos de la crisis climática.AP / GETTY

El cambio climático “no se puede eliminar”, ya vamos a tener que vivir con él, por eso toca “empezar a adaptarnos a esa nueva normalidad”, un término que los científicos ya usaban desde hace años al referirse al cambio climático. “La pandemia climática es global, no entiende de raza, de género, de clase social, y va a llegar a absolutamente todos los rincones del mundo. Es la definición de pandemia más clara”, sentencia.

Escribe Baños en la introducción de su libro: “Al planeta no le va a ir mal sin nosotros, pero nosotros las vamos a pasar canutas”. Se reafirma en ello. “Siempre se habla de salvar al planeta y la gente dice que eso es muy abstracto, está muy lejano de nosotros. No les decimos: “Cuidad el planeta, tu salud”. Incluso si eres negacionista y no crees que la crisis esté producida por el ser humano, los cambios que yo promuevo son positivos para tu bienestar y tu salud, independientemente de la crisis climática. Si caminas o vas en bici, si reduces el consumo de carne... es algo positivo”, defiende.

En su obra habla de cuatro ejes de actuación para quien quiera ponerse las pilas y hacer, sin hundirse en la angustia. Hay que organizarse, hay que escuchar, hay que saber y hay que votar en consecuencia de todo lo anterior. La periodista hila una cadena bastante lógica: si vas al supermercado y ves que no hay productos sin plastificar, te quejas, “pedirás un cambio estructural, mayor, que es lo que hace falta”; si quieres ir en bici y no hay carriles, los reclamarás. Paso a paso. Luego hay que “superar lo individual”, y “no caer en la trampa de limpiarnos la conciencia”, por ejemplo, con una botella con menos plástico, porque eso es lo que las grandes marcas quieren.

La pandemia climática es global, no entiende de raza, de género, de clase social, y va a llegar a absolutamente todos los rincones del mundo (...). Para el clima, eso sí, no tenemos vacunas. No hay una solución definitiva

Experiencia individual, queja, proyección de esa queja, organización. Que haya quien represente esa lucha, ese malestar, a escala local, regional, nacional, europea... ”¿Cómo se consigue eso? Pues además de firmando peticiones, denunciando casos en las redes sociales, uniéndose a grupos de consumo y demás, se hace votando”. Alemania [un país en el que ha trabajado varios años] vale de botón. “A España le queda ese camino por recorrer, pero hay esperanza”, insiste.

Por eso, porque ve margen, entiende que aún estamos a tiempo de actuar, que “siempre vamos a estar a tiempo”. Choca su discurso con el de quienes dicen que en 20 o 30 años el daño será imposible de revertir. “Nunca va a ser suficientemente tarde porque siempre se va a poder paliar una consecuencia peor. Alejémonos de ese mensaje de que tenemos un puñado de años para actuar. No, siempre va a haberlo, lo que pasa es que cuanto más tardemos, peores van a ser las consecuencias. Por eso hay que empezar a actuar ya, en tiempo, pero no va a llegar nunca el momento en que digamos ya está, es el último día en que se puede actuar”, defiende.

El mensaje que transmite Ecoansias sería ese: que empecemos a actuar desde hoy, “pero no nos bloqueemos con la perfección hoy, sino que empecemos paso a paso y que si hoy no podemos hacer nada, empecemos por lo menos a hablar, porque es una de las acciones fundamentales de transformación”. “Es la semilla que va a generar ese cambio o el soplo que empieza el remolino de la acción colectiva. Que no nos quedemos solo de puertas para adentro, que hablemos con los vecinos, con los primos, ¡que llevemos el tema a la sobremesa! Es lo fundamental para comenzar la acción. Si incluso tú te sientes agobiado y crees que no puedes reducir el consumo de carne ni rebajar el plástico ni nada, por lo menos sal y habla del tema”. Sencillo y revolucionario.