Recorrido por 'The Wire' a través de sus deportes
Una vez oí decir: "Dime qué deporte practicas y te diré cómo eres". No si será cierto, pero en teoría debería servir también para describir ciudades... así que, así es Baltimore; así es 'The Wire': El narcotráfico hace tiempo que se instaló como algo normal en la vida de sus ciudadanos.
Se acaba de editar en España el libro The Wire. Toda la verdad de Rafael Álvarez (guionista de la serie) así que, y con la inestimable excusa de celebrar como se merece el día del libro, me lo compré. Ya sé que puede parecer una contradicción celebrar el día del libro comprando algo sobre una serie, pero no lo es; dentro de poco, cuando esta serie se estudie en los colegios como se estudian otras tantas grandes obras de la literatura me comprenderán.
El libro no está mal pero me decepcionó un poco que la mayoría de sus muchas páginas (casi 600) se dedicaran únicamente a fotos y resúmenes de cada episodio. Pero una cosa sí que me dejó muy clara el libro: The Wire no va de policías y narcos, de periodistas y políticos... Va de Baltimore.
Una vez oí decir: "Dime qué deporte practicas y te diré cómo eres". No si será cierto, pero en teoría debería servir también para describir ciudades... así que, así es Baltimore; así es The Wire:
El narcotráfico hace tiempo que se instaló como algo normal en la vida de sus ciudadanos y los niños hace tiempo que juegan a hacerse mayores rápido practicando el único y verdadero deporte al que se puede jugar en las calles de Baltimore: el juego; es decir, trapichear con drogas, porque así lo ven ellos, como un simple juego, aunque no sepan todas las reglas o simplemente interpreten mal las que saben...
Al que los trapichas llaman el Rey es Avon Barksdale, el capo de la droga en Baltimore Oeste, un tipo cauto que ha tejido una verdadera tela de araña a su alrededor manteniéndose siempre limpio. Lo ha borrado todo... o casi...
El deporte traiciona a Avon, la policía ya tiene su foto, pero no sabe nada de dónde poder encontrarlo. Y de nuevo el deporte entra en juego...
Vale, ya saben dónde está, pero es imposible reconocerlo entre tanta gente... a no ser que demuestre de alguna forma que él es el que de verdad manda; el Rey.
Avon tiene a su segundo, a su Reina del ajedrez, Stringer Bell. ¿Cómo nos lo hace saber visualmente la serie? ¿Cómo mostrarnos al cerebro? En un equipo de baloncesto sería el base, sería el hombre de las asistencias, ¿no? Pues... Ali-Up.
Pero Stringer es diferente. Tiene otras metas, siempre ha aspirado a algo más que a la vida de la calle. Él no es baloncesto, él es más refinado, aunque a todas luces sea algo condenado al fracaso.
Baltimore es una ciudad gobernada desde siempre por el Partido Demócrata debido a que la mayoría de su población es negra. Las elecciones son un mero trámite así que la verdadera política se hace dentro del seno del Partido Demócrata; entre los futuros rivales en las primarias; ahí es donde de verdad se lucha por el poder, donde se juega el partido, donde se golpean unos a otros...
Baltimore tiene muchos frentes abiertos. Se trata de una ciudad con una media de 250 homicidios al año, que lucha en pleno frente de la guerra contra la droga sin apenas recursos por un agujero tremendo en los presupuestos para educación. Es una ciudad que poco a poco se va deshabitando por culpa de estos problemas y para remediarlo la policía puede hacer bien poco, sólo acatar órdenes y manipular las estadísticas para que no parezca una situación tan grave ante los medios de comunicación.
Este servilismo institucional queda reflejado en el personaje del jefe Burrell, que empieza como subdirector de policía y cuyo único objetivo es ascender, a la par que perfeccionar su swing... y no le va a ir mal; con ninguna de las dos.
Curiosamente cuando llega la hora de presentarnos al nuevo cachorro de las esquinas de Baltimore, Marlo Stanfield, se nos muestra como un chico cuyo único objetivo también es ascender. ¿Cuál sería su deporte?
Para hacer frente a tanto malvado, The Wire nos muestra el verdadero trabajo policial que lucha contra el narcotráfico y contra el poder. Se trata de un grupo de policías de lo más variopinto.
Uno de los más interesantes es Jimmy McNulty, un poli de origen irlandés que cumple con todos los estereotipos, incluyendo el deporte rey de su tierra natal...
Pero si algo une a los policías es su pasión por el béisbol; el deporte nacional, el deporte rey del ciudadano medio de EEUU, lo que conecta a la policía con los ciudadanos a los que deben proteger y servir; aunque no estén siempre por la labor.
Y aunque no sean precisamente de clase media; y además te roben a tu mujer...
Y aunque, como pasa con la policía, ya no esté tan bien visto como antes por el ciudadano.
Pero pese a todo el béisbol sigue siendo el deporte del ciudadano. Y The Wire lo deja claro; por antítesis...
Avon ingresa momentáneamente a la cárcel pero sigue siendo el Rey. ¿Recuerdan eso de la identificación del béisbol con la policía y con los ciudadanos? Pues Avon demuestra que puede hacer lo que quiera con ellos, y lo demuestra simplemente andando...
Vale, ya sabemos qué deporte representa a los dos bandos, pero, ¿qué deporte se practica en las esquinas de Baltimore? Pues también se practica el béisbol, e incluso la pesca, pero, digamos, de otra manera; y es que las esquinas de Baltimore son muy especiales...
Dennis Cutty Wise es un exmatón de Avon que se acaba regenerando (curiosamente la primera vez que sale lo vemos con un guante de béisbol) y que al salir de la cárcel sólo piensa en las mujeres y en el deporte. Por las mañanas hace running totalmente ajeno al día a día de su ciudad.
En la serie sólo se ven jugar con normalidad a los niños en las calles cuando éstas están libres de drogas; es decir, en Hamsterdam.
Y Dennis se da cuenta de que necesita ayudar a esos niños para redimirse de verdad y decide abrir un gimnasio para que practiquen boxeo; pero los tiempos han cambiado, y los niños ya no son lo que eran.
Nadie se salva de la tentación del narcotráfico en esta ciudad, ni tan siquiera la honorable hermandad de estibadores de los muelles de Baltimore, que hacen de puente de entrada de la droga (y de muchas otras cosas más).
Los polacos, los chicos duros de los muelles, esos que desayunan chupito de whiskey y un huevo crudo dentro de una pinta de cerveza, practican un deporte igualmente coherente con su rudeza; algo que sus socios griegos no entienden.
La ciudad entera toma partido en este juego del narcotráfico. Todos juegan al mismo Juego.
Posiblemente la mejor reflexión sobre esta lucha eterna contra la droga (que no guerra, porque las guerras terminan) la haga el ya maestro de matemáticas Pryzbylewski:
The Wire nos habla de Baltimore y de las personas que la habitan aunque bien podría tratarse de cualquier ciudad media de EEUU o incluso de Europa. Y es que en The Wire quedan reflejados los problemas actuales de una sociedad global en plena crisis: La crisis económica y la consiguiente crisis de valores, la búsqueda del dinero fácil, la impotencia de las instituciones públicas, la ineficacia de unos medios de comunicación vendidos al mejor postor... Todo ello contado a partir de la excusa de la guerra contra la droga, que sirve de metáfora perfecta para conducirnos por todos estos caminos de una forma brillante y realista.
Y es que aunque se trate de una serie de ficción, David Simon y Ed Burns, y su magnífico equipo de guionistas, se basan en experiencias reales, vividas por ellos mismos, que son expertos conocedores de una ciudad a la que aman; y que por eso mismo pueden criticar tan duramente.
Y este ha sido el pequeño acercamiento a The Wire, a su deporte, a Baltimore; una ciudad que vio nacer al deportista olímpico más condecorado de todos los tiempos; y del que no se habla ni una sola vez. Una ciudad espejo, reflejo de tantas otras ciudades deprimidas en el resto del mundo.
Quizá, con suerte, hayan visto algo que se les escapó cuando la vieron y les sirva de excusa para volverla a ver. O puede que por el contrario les pique la curiosidad y la quieran ver por vez primera. En cualquier caso, a todos ellos: no tienen más remedio, The Wire está hecha para verla, no para contarla; que la disfruten.