La ópera de Oscar de Haneke
Las atractivas protagonistas de Così fan tutte, la ópera de Mozart que se representa este sábado en el Teatro Real, suspiran por amor. Se consumen en una de las incertidumbres atemporales. ¿Me quiere? ¿La o le quiero? ¿Cómo reaccionaría mi pareja o yo ante una relación a distancia? Ese mar de dudas le gusta a Michael Haneke, pero él no deja ni un resquicio a la improvisación.
La crisis arrasa con casi todo, incluso con algunas de nuestras convicciones más profundas. Vivimos cada vez más al día, abonados a la coyuntura. "¡Ah, cómo en un momento y del todo ha cambiado mi suerte. La vida es para mí un mar lleno de tormentos!", dirían las dos jóvenes protagonistas de Così fan tutte, una de las grandes óperas de Wolfgang Amadeus Mozart y el libretista Lorenzo da Ponte, que de la mano del Teatro Real está llamada a ser una de las las estrellas de la temporada operística europea.
Sin embargo, las atractivas Fiordiligi y Dorabella suspiran por amor. Se consumen en una de las incertidumbres que siguen siendo atemporales, un cosquilleo eternamente punzante. ¿Me quiere? ¿La o le quiero de verdad? ¿Cómo reaccionaría mi pareja o yo ante una relación a distancia? ¿Qué sentido tiene ser fiel?
Ese mar de dudas, sean o no pasajeras, es del agrado de Michael Haneke, pero él no deja ni un resquicio a la improvisación. Todo lo contrario. El director de Amour, película de éxito en taquillas y festivales europeos y cinco veces candidata al Oscar, se ha pasado semanas en Madrid casi como un fantasma. No se ha dejado ver y no ha querido contar a nadie los detalles de la que será la última ópera en la que participa.
Sumido en su trabajo como director de escena, Haneke se ha centrado en controlar la manera de andar de los actores, cada gesto o movimiento y hasta el último milímetro del contemporáneo palacio en el que tres parejas tratan de resolver sus propias incógnitas. El resultado de tanta minuciosidad es una tensión divertida, payasa, emocionante, erótica y siempre muy ambigua. En la acción, los protagonistas no tienen miedo a ponerse copas al lado de una nevera deslumbrante, contorsionarse en un interminable sofá blanco roto o acariciarse y enseñar carne mientras se esconden en un lateral del escenario, obligando al espectador a usar la intuición más que la vista.
¿CÓMO DE SERIO TIENE QUE SER EL MATRIMONIO?
Haneke firma esta versión junto a Sylvain Cambreling como director musical. Se trata de una de las obras puente entre dos épocas, realmente rica por la instrumentación y los motivos elegidos por Mozart. En 1790, cuando se estrenó, el libreto de Ponte (que hizo también con Mozart Don Giovanni y Las bodas de Fígaro) era incómodo en lo moral, y para Ludwig van Beethoven o Richard Wagner hasta incoherente. En la trama de Così fan tutte (o Así hacen todas) sufre todo el mundo, pero más las dos mujeres protagonistas, víctimas de una apuesta de sus prometidos acerca de su fidelidad. "Da Ponte y Mozart construyen un juego terrible, en el que se plantea una cuestión de extrema dificultad y con el que se experimentó antes y después del 68 del Siglo XX: ¿Qué seriedad hay que otorgarle al matrimonio?", dijo Cambreling a la prensa.
Esta semana, Haneke comprobó inmutable el resultado de su trabajo. Hasta llegar al ensayo general, en el que fue aclamado por el público, el equipo llevó a cabo más de cien audiciones hasta lograr un "elenco extraordinario" de cantantes, según el Gerard Mortier, director artístico del Teatro Real.
Y, sin embargo, el rey de la minuciosidad, puesta en este caso al servicio de lo ambiguo, sigue sin estar enteramente satisfecho. Haneke se pierde el estreno de este sábado, la primera de diez representaciones, ya que sus cinco nominaciones por Amour lo reclaman en Los Ángeles. Se va con un consuelo. "Intento elegir óperas que creo que puedo hacer bien", dijo a la prensa en su única comparecencia en Madrid. "Pero en las grandes obras de Mozart estás condenado a fracasar. Sólo es cuestión de saber a qué nivel", añadió. Su preparadísimo "fracaso" puede saber más a victoria más que todo un Oscar, al menos si uno se fija en el resultado sobre el escenario y la reacción del público. Aunque eso, como estar seguros de la fidelidad amorosa, probablemente nunca sea una certidumbre.