Acabar con la endogamia en la universidad
El día que las universidades en España se rijan por criterios que tengan que ver con las leyes de mercado y la competencia como cualquier actividad productiva, la endogamia será historia porque no se la podrán permitir. Sólo hay que echar un vistazo a las escuelas de negocio españolas.
Se suceden las críticas al alto nivel de endogamia existente en la universidad española. El estado de opinión está llegando a tal punto que incluso uno escucha quejarse de la endogamia a algunos profesores que se han beneficiado de ella.
Todo el mundo se queja, bueno, en realidad no, ya que a los indignados estudiantes que protestan únicamente suele preocuparles el precio de las tasas, no así la calidad que es la que quebranta la igualdad de oportunidades y en la cual suele tener un impacto directísimo el alto nivel de endogamia.
Sin ánimo de ser exhaustivo, las soluciones son bastante sencillas y no es necesario inventar la rueda. En otros países, como por ejemplo Estados Unidos o Gran Bretaña, la endogamia en la universidad apenas constituye un problema. Pero cambiar el estado de cosas requiere llevar a cabo algunos cambios profundos de carácter legislativo y cultural.
Primero
En ninguna de las universidades norteamericanas que conozco, un doctorado o master puede comenzar a dar clase directamente en ese centro. Por ejemplo, la Universidad de Oregón no contrata profesores que hayan obtenido doctorados allí a no ser que hayan acumulado experiencia en otras universidades. Es una filosofía dura ya que con frecuencia obliga a los docentes, que a veces se han casado y tienen hijos, a cambiar de residencia, pero es efectivo.
Segundo
Evitar la endogamia requiere que exista competencia entre centros, algo actualmente inexistente. Las universidades públicas, competitivas en precio y en cercanía geográfica, no tienen que pelear por atraer alumnos. La clientela es cautiva ya que la mayoría de estudiantes españoles no se plantean salir de su región al no percibir valor añadido. Eso significa que ofrecer una calidad regular o mala no es obstáculo para que funcione el negocio y, por tanto, no tener a los mejores profesores tampoco. Hasta que un estudiante de Tarragona no se plantee estudiar en Madrid o en Bilbao no hay mucho que hacer al respecto. En ausencia de un servicio militar obligatorio, sería una bonita forma de que jóvenes de distintas partes de España se relacionaran entre ellos y abandonaran tentaciones localistas. Muchos jóvenes actuales todo lo que conocen es su propia región y Londres, París o Ámsterdam.
El Ministerio de Educación tiene mucho que hacer en este aspecto condicionando la financiación de las universidades al interés de los alumnos por estudiar en ellas y a los resultados académicos. Esto quiere decir que si un centro público pierde la batalla competitiva frente a otro centro público podría llegar a cerrarse. Es un sistema que funciona bastante bien en los Estados Unidos y evita el acomodamiento.
Tercero
Un mercado de alumnos requiere un mercado de profesores. No puede ser que en España la mayoría de los profesores se doctoren, enseñen y jubilen en la misma universidad. También es verdad que no hay mucho incentivo para ello. Los procesos de contratación son complejos para cambiar de universidad y los salarios muy ajustados. Es necesario que se contraten de una forma más abierta y eso quiere decir quitarse de en medio ominosos y obsoletos sistemas de puntuación y nidos de clientelismo como la ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación del profesorado). La acreditación de esta agencia no indica más que el candidato se ha sometido durante años a esculpir su carrera académica en función de un absurdo e ignominioso sistema de puntuación que fundamentalmente recompensa al producto típico del status quo. Es un filtro más para parar los pies a los nuevos doctorados y al que se sale del tiesto en beneficio de la vieja guardia.
En Estados Unidos no hay nada ni remotamente similar a la ANECA. Un recién doctorado puede optar a trabajar en una universidad si demuestra su potencial como docente e investigador. En las mejores universidades del mundo se contrata a alguien por sus publicaciones, presentando su agenda investigadora y demostrando que se es un buen docente impartiendo una clase enfrente de otros profesores del departamento. Cualquiera puede optar a la plaza siempre que cumpla esos requisitos.
En las mejores universidades, los profesores también son remunerados en función de sus méritos. En el mismo departamento puede haber gente que gane cinco, veinte o cincuenta mil dólares al año más que otro. No pasa nada por ello, es más bien un incentivo para los que ganan menos que además tienen el lujo de trabajar con estrellas en su campo.
El día que las universidades en España se rijan por criterios que tengan que ver con las leyes de mercado y la competencia como cualquier otra actividad productiva, la endogamia será historia porque los centros no se la podrán permitir. Sólo hay que echar un vistazo al exitoso modelo de las escuelas de negocio españolas con tres centros entre los 10 o 20 más importantes del mundo.
Pero claro, en su caso el Ministerio y las Consejerías regulan y mangonean mucho menos.