Las noticias falsas y la propaganda rusa beneficiarán a los populistas si no se actúa
Rusia no se corta a la hora de utilizar la propaganda y la desinformación
Tras las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la canciller alemana, Angela Merkel, fue aclamada como "líder del mundo libre" y Alemania se convirtió en el último bastión de la democracia liberal. Sin embargo, la sociedad alemana no es inmune a las fuerzas antiliberales. Al contrario, el hecho de que Berlín haya desempeñado un papel principal a la hora de contrarrestar la violencia rusa en Ucrania la convierte en el blanco de las campañas de propaganda y desinformación de aquellos que rechazan las sanciones y tratan de proteger la "esfera de influencia" que tiene Rusia en la Europa del Este.
La canciller ya ha expresado su preocupación sobre la posibilidad de que Rusia interfiera en las elecciones alemanas que se celebrarán este año. Y el jefe de la agencia de inteligencia alemana, Bruno Kahl, ha advertido de que "ejercer este tipo de presión en el discurso público y en la democracia es inaceptable".
Ante la presión en aumento, las bases de nuestra sociedad abierta deben luchar para salvaguardarla. Las instituciones gubernamentales deben tomar las medidas necesarias para proteger nuestro hardware y defender los organismos constitucionales de ciberataques. Pero es la sociedad la que tiene la obligación de cuidar de nuestro software.
Los políticos y las partes interesadas deben alzar la voz y hablar de la democracia y de las múltiples maneras de las que se puede influenciar. Deberían facilitar el acceso a las fuentes de información como una manera de desacreditar las campañas de noticias falsas y para complementar el trabajo de los detectores que rastrean e informan de casos de falsa información (como el Servicio Europeo de Acción Exterior, que informa de las campañas de desinformación rusas dos veces por semana).
El Gobierno de Alemania también debería pensar cómo contener a las páginas web que violan la ley con frecuencia. Pero será una tarea difícil en una sociedad que fomenta y protege la libertad de opinión.
Convendría recurrir a organizaciones independientes no gubernamentales para que analicen la calidad y la credibilidad de la cobertura mediática y para que elaboren una lista negra de las peores infracciones. Las empresas que eligen anunciarse en plataformas que difunden información falsa y propaganda continuamente deberían sufrir una serie de consecuencias. Y los políticos deberían negarse a realizar entrevistas con sitios web cuestionables para no darles legitimidad.
La televisión, la radio y otros medios de comunicación tendrán muchos problemas. Los populistas han recuperado la palabra Lügenpresse, de la época nazi, para hablar de lo que consideran los medios de comunicación populares con un enfoque sesgado. Pero son estos medios de comunicación establecidos los que desempeñan un papel importantísimo a la hora de enseñar a la sociedad cómo analizar la desinformación y las noticias falsas.
Afortunadamente, la prensa alemana está menos dividida que la estadounidense. Según una encuesta realizada por el Pew Research Center en 2014, un 47% de los estadounidenses conservadores consideran a Fox News como su principal fuente de información. Las cadenas y las emisoras públicas alemanas y los periódicos nacionales siguen llegando a mucha audiencia, pero los medios de comunicación establecidos se quedan atrás en dos aspectos.
Primero, varios medios están dispuestos a volver a publicar filtraciones importantes sin valorar con sentido crítico quién o qué está detrás y sin diferenciar la autenticidad de la invención. Durante la Guerra Fría, la Stasi (el Ministerio para la Seguridad del Estado de Alemania del Este) y el KGB intentaban filtrar documentos confidenciales a los medios de comunicación occidentales, pero no los hacían públicos. En la actualidad, la estrecha relación entre los servicios de inteligencia y las plataformas como WikiLeaks han reavivado el debate sobre la ética de las filtraciones y los periodistas no pueden permitirse ignorarlo.
Y segundo, hay una tendencia que va en aumento y que comparten los programas de tertulias y los medios de comunicación populares: fingen ser objetivos. Reproducen la propaganda rusa sin contexto. Los programas de debate alemanes más populares cuentan con la presencia de invitados llamados "expertos", pero que luego pregonan la línea del Kremlin. Si no se cuestionan o se desmienten sus afirmaciones, el espectador quedará sumido en un mar de dudas y con la impresión de que la verdad se encuentra en algún lugar intermedio.
Esto no quiere decir que no deberíamos cuestionar la política que tiene Occidente con respecto a Rusia. Podemos y debemos estudiar si, por ejemplo, las sanciones de la Unión Europea son contraproducentes. Y una sociedad abierta debe tolerar la ira de sus críticas (siempre y cuando permanezcan dentro del ámbito de la legalidad). Tenemos que atraer a los populistas con nuestro discurso, no excluirlos. Pero no podemos tolerar las medias verdades y la falsa información ni podemos aceptar la propaganda extranjera. En el fondo, no hay nada más crítico que la propia democracia liberal. Y esta democracia no puede sobrevivir sin un debate abierto basado en hechos.
Una versión de este artículo se ha publicado originalmente en el 'Berlin Policy Journal'.
Este artículo fue publicado con anterioridad en 'The WorldPost' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros