La expedición Malaspina toma el puso a los océanos
La semana del 15 de Septiembre celebramos un encuentro de investigadores de la Expedición Malaspina 2010, proyecto de investigación que coordino. Durante 7 meses, los miembros del equipo viajamos en dos buques para evaluar el impacto del cambio global sobre el océano y avanzar en nuestro conocimiento de la biodiversidad marina.
La semana del 15 de septiembre celebramos un encuentro de investigadores de la Expedición Malaspina 2010, proyecto de investigación que coordino, para compartir el avance de resultados derivados de este ambicioso proyecto.
La Expedición Malaspina 2010, financiada por el Ministerio de Economía y Competitividad, organismos públicos de I+D, universidades españolas, la Fundación AZTI-Tecnalia,la Fundacion BBVA y con una importante participación de la Armada Española, circumnavegó el océano con dos buques durante 7 meses para evaluar el impacto del cambio global sobre el océano y avanzar en nuestro conocimiento de la biodiversidad marina. En este proyecto participan mas de 400 investigadores y un equipo humano que se supera las 700 personas cuando se incluyen todos los que han participado en la comunicación, difusión, planificación, navegación, logística, administración y otras tareas de apoyo al proyecto.
Concibo el proyecto como un esfuerzo para dibujar un gran mural que reflejará el estado de los océanos a principios del Siglo XXI. Tres años después de desembarcar, estimo que los resultados publicados hasta ahora representan un 10% del total de piezas que compondrán este mural cuando esté acabado. El año que viene tendremos un 30% de las piezas colocadas, dos terceras partes en 2016 y espero que esté ya acabado para 2020. Teniendo en cuenta que Antonio Lopez ha tardado 20 años en pintar un retrato de la familia de Don Juan Carlos, el que tardemos una década en completar un gran mural sobre el estado de los océanos supone, en términos relativos, una gesta científica.
Con un 10% de las piezas de este mural colocadas es difícil aún anticipar el aspecto exacto que el mural tendrá, pues se encuentra todavía abierto a interpretaciones. Algunos pueden ver el vaso medio vacío de un océano fuertemente impactado, pero yo entreveo un océano aún vibrante y capaz de sobreponerse a las presiones a las que lo sometemos.
Las piezas colocadas adelantan ya las siguientes claves:
- La biomasa de peces del oceano es muy superior, al menos en 10 veces, a la estimada hasta ahora, porque los stocks de peces mesopelágicos, que habitan en las grandes extensiones del oceano subtropical ocultos en la penumbra entre los 400 y 700 m de profundidad durante el día, no se habían estimado correctamente. Se trata de unas poblaciones que, además, están sin explotar, porque estos peces tienen capacidades sensoriales tan agudas que dificultan que puedan ser capturados con redes convencionales.
- El océano subtropical -los desiertos oceánicos que ocupan casi el 70% de la superficie del oceano- tienen mayor actividad biológica y mantienen redes tróficas más eficientes de lo que pensábamos hasta ahora, pero su producción biológica está amenazada por el efecto conjunto de estreses asociados al cambio global: calentamiento global, aumento de la radiación UV y entrada de contaminantes.
- La basura de plásticos flotante alcanza todos los rincones del océano abierto. Hemos confirmado que se acumulan preferentemente en cinco grandes zonas que son precisamente los cinco giros subtropicales (dos en el Pacífico, dos en el Atlántico y uno en el Índico) que ocupan las zonas centrales de las cuencas oceánicas. Sin embargo, la carga global de plásticos en el océano abierto es relativamente modesta, de unos 200 gramos por km2, y representa un 1% de la cantidad de plásticos que se estima deben flotar en el océano. Esto supone que existen procesos que retiran estos plásticos que estamos tratando de identificar, porque no es razonable que no sepamos dónde está el 99% de los plásticos que entran al oceano.
- Los contaminantes orgánicos sintéticos que procura la industria se transportan al océano con gran eficiencia a través de la atmósfera y llegan a todos los puntos del océano, con estas entradas difusas superando, en masa total, los aportes derivados de episodios intensos de contaminación, como vertidos accidentales y otro tipo de accidentes.
- El océano profundo, por debajo de 1000 m, esconde una enorme diversidad funcional, no en cuanto a numero de especies, que en el caso de microorganismos se limitaría a unas pocas decenas de miles de especies, pero sí en cuanto a vías funcionales y capacidades metabólicas, entre las que se encuentran muchas de enorme potencial industrial. Además de estar poblada por organismos altamente productivos, el océano profundo es un ecosistema biológicamente más activo de lo que se pensaba hasta ahora, particularmente en el Pacífico Ecuatorial.
Si el océano está impactado por la actividad humana que llega a sus zonas mas remotas, esto se debe al eficaz transporte de materiales desde la zona costera al océano abierto a través de la atmósfera y las corrientes marinas. Pero quizás estos impactos no sean tan severos como los ciudadanos podrían esperar, y el océano tenga una mayor capacidad de recuperación y resistencia frente a las presiones de lo que podíamos pensar.
La Expedicion Malaspina establece una línea de base, cimentada en el rigor científico -que solo existía hasta ahora para unos pocos parámetros como la temperatura o el CO2- para poder evaluar cambios futuros en el océano y su respuesta a la presión humana sobre este componente fundamental del planeta Tierra. Además, permite desbancar algunos mitos que titulares exagerados de los medios de comunicación han consolidado como veraces en la opinión publica: no existe una "isla de plástico" en el Pacífico Norte, la concentración de plástico en esa zona está en el entorno de 3 a 6 partículas de un centímetro de tamaño en 1000 litros de agua. Tampoco existe evidencia de que las medusas estén proliferando globalmente. La acidificación del océano debido al aumento de CO2 antropogénico está afectando a gran parte del océano y penetra ya hasta los 1000 metros de profundidad, pero los organismos son más resistentes a este impacto de lo que se creía.
La contaminación del océano, preocupante como es, es tan solo un pálido reflejo del ambiente de nuestras casas y ciudades, desde donde se emiten los contaminantes que, transportados por la atmósfera, llegan a todos los rincones del océano. Consumimos alimentos envueltos en plástico, nuestros hogares están repletos de objetos y sustancias que emiten contaminantes peligrosos para la salud humana y en las calles respiramos los gases y partículas pestilentes quemados en motores y calderas.
¿Qué titulares habrían elegido los medios de comunicación para describir el estado de los océanos si hubiésemos encontrado que una de las especies mas abundantes sufre, debido a la contaminación a la que se encuentra expuesta, disfunciones de su sistema inmunológico y mutaciones que resultan en un aumento espectacular de la incidencia de cáncer, alergias severas y problemas autoinmunes que han hecho aumentar la mortalidad, así como un aumento de problemas de fertilidad debido a la exposición a estos contaminantes?
Esa especie que sufre tan brutales impactos por la contaminación no se ha de buscar en las profundidades marinas: somos nosotros.
El océano está, sí, impactado por el cambio climático, la contaminación y, en muchas zonas, la sobrepesca, pero no está roto aún: en nuestra mano esta disminuir esta presión y conservarlo en buen estado. Lo que sí está roto son nuestros patrones como consumidores, así como los valores éticos de las industrias que introducen compuestos químicos sintéticos en los objetos de consumo en un abanico de sectores y aplicaciones sin preocuparse de los efectos sobre la salud humana o el medio ambiente, y que además no los retiran hasta que no se ven obligados por legislación al respecto, sin atender a las evidencias tempranas de que estos compuestos impactan sobre nuestra salud.
El mural del estado del océano que la Expedición Malaspina está ya componiendo nos devuelve un reflejo diluido de nuestros hábitos como consumidores y el ambiente tóxico y contaminado de las ciudades en las que vivimos. Mejoremos la calidad ambiental de nuestras vidas y seguro que con ello lograremos, además, un océano mas saludable.