Fuga de líderes científicos
Cuando el Dr. Izpisúa reciba el premio Nobel, una posibilidad creíble, volveremos a recordar que es español, de Albacete, que dirigió un centro de investigación en nuestro país y nombraremos un efímero programa de "excelencia" en su nombre.
El anuncio de la dimisión del investigador Juan Carlos Izpisúa como director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona (CMRB) es una pésima noticia, sin paliativos, para la ciencia española y su reputación internacional.
"El Gobierno y la Generalitat acusan al científico de escasa presencia en el Centro de Medicina Regenerativa y cuestionan el reparto de beneficios de las investigaciones", explicaEl País.
No conozco al Dr. Izpisúa ni los detalles del funcionamiento del CMRB ni su gestión al frente de este centro, pero se trata indudablemente de un líder científico mundial, cuyo estudio sobre la posible creación en el laboratorio de "minirriñones" a partir de células madre fue considerado uno de los diez hitos científicos de 2013 por la revista Science.
Las reacciones a su marcha han sido, en mi opinión, lamentables y merecen una reflexión, dado que posiblemente veremos a lo largo de este año la salida de muchos mas investigadores destacados con una posición de liderazgo internacional. Como no conozco del Dr. Izpisúa mas que por sus indicadores objetivos de excelencia científica, mi reflexión no se centra en valorar los detalles de su aportación o las causas de su desencuentro con los gobiernos central y catalán que, según las noticias en prensa han llevado a su salida.
El flujo de talento, en este caso científico, de España al exterior es deseable siempre que se compense con un flujo similar del exterior a España, y mejor aún si nuestra capacidad de captar líderes científicos internacionales excede a las pérdidas, es decir si el balance es positivo para nuestro país. De hecho, se podría argumentar que durante la mitad de la década pasada España consiguió un notable balance positivo de flujo de liderazgo científico, atrayendo investigadores líderes a nivel internacional, aunque este logro se centrase casi en exclusiva en el campo de la biomedicina.
Esta balanza positiva de liderazgo científico se consiguió gracias a la excelente impresión que la progresión de la ciencia española causaba entonces en la comunidad internacional, en la que una apuesta sostenida por el aumento de la inversión pública en I+D y la creación de infraestructuras científicas se conjugaba con la aparición en las portadas y páginas de las revistas de mayor prestigio de investigadores españoles. Todas las semanas las revistas de bandera de la ciencia internacional, Science o Nature, contenían artículos firmados por investigadores españoles y desarrollados desde instituciones españolas, de forma que algo que una década antes era tan inusitado como para ser una proeza se convirtió en habitual.
Los líderes científicos que se reincorporaban a España lo hacían habitualmente compaginando su dedicación en centros españoles con su permanencia en los centros, típicamente en EEUU, de donde venían. Es una cautela lógica, primero para evitar disrupciones en su investigación ya que sus equipos en EEUU seguían plenamente activos mientras los centros españoles se ponían en marcha. Constituía, además, una precaución mínima, pues España seguía entonces sin tener una tradición de apoyo sostenido en el tiempo a la ciencia y seguía sufriendo de una falta de independencia entre la ciencia y la política. La dependencia de estos nuevos centros de departamentos gubernamentales los hacía vulnerables a los cambios de prioridades asociados con las alternancias políticas. Sin embargo, estos cargos compartidos eran y son deseables, porque, bien utilizados, podían ayudar a transferir reputación y credibilidad internacional de los socios internacionales a los centros de nueva creación en España, que de otra forma habrían necesitado décadas para construir. Esta reputación y visibilidad es uno de los pilares de la ciencia, porque permite atraer investigadores de talento, financiación internacional y facilita colaboraciones y asociaciones internacionales. En ciencia, el prestigio tiene un enorme valor y es un bien sumamente vulnerable.
La destrucción del sistema de I+D durante el gobierno de Rajoy, sobre el que he escrito ya ampliamente en este y otros foros, ha dado por buenas esas cautelas. Los líderes científicos habrán ya comprobado que el compromiso con la ciencia de los líderes políticos españoles se quedó, como tantas otras ambiciones de la sociedad española, en las urnas de las elecciones generales del 20 de Noviembre de 2011, cuando los ciudadanos de este país cometieron un error histórico que nos ha devuelto a los años 70.
En el contexto actual de la ciencia española, el que tengamos líderes en nuestros centros de investigación de la talla del Dr. Izpisúa equivale a que algún club de segunda división, que es la división a la que el gobierno se ha empeñado en arrastrarnos, contase en sus alineaciones con Ronaldo o Messi. Con una diferencia: que la habilidad del Dr. Izpisúa y otros líderes científicos consiste en generar las bases científicas para salvar vidas humanas, paliar y evitar el dolor y el sufrimiento y mejorar nuestra calidad de vida, que supongo debiera tener mas valor para una sociedad avanzada que el dar patadas a una pelota.
El lector ha de entender que los líderes científicos lo son porque tienen una pasión y dedicación formidables a la ciencia, que no se debe detener ante ningún obstáculo. Sus sueños científicos no se centran en objetivos a alcanzar el año que viene ni en dos años, sino que tienen normalmente recorridos superiores a una década, sin contar con los retrasos derivados de contratiempos y fracasos. Esto hace que los investigadores tengan una sensación permanente de premura, ya que el tiempo es su mayor enemigo, y la pérdida de tiempo puede dar al traste con la consecución de las metas fijadas. En política española leemos que la máxima de Rajoy es que quien aguanta gana, pues no hay otra meta que mantenerse en el poder. En ciencia, el que aguanta, y haciéndolo pierde tiempo, pierde y con esa pérdida perdemos todos.
Los logros del Dr. Izpisúa se harán públicos y se compartirán, como todos los resultados de la ciencia, y así los ciudadanos españoles podrán beneficiarse de sus resultados tanto si estos se obtienen en el CMRB como si se obtienen en California. Pero volveremos al "que inventen ellos", que tiene un coste y es que la sociedad española desista de promover el ecosistema de la excelencia que se desarrolla en torno a los centros de masa crítica de investigación de excelencia. Es en este ecosistema en el que florecen la innovación y la sociedad del conocimiento, cosa que no se logra con discursos ni prescripciones en el BOE.
Barcelona, mas que otra ciudad en nuestro entorno, llevaba camino de alcanzar este ecosistema de la excelencia, gracias al impulso definitivo que el ahora Conseller de Hacienda, Andreu Mas Colell dio a la I+D en Cataluña. Por eso me entristece leer declaraciones de Andreu Mas Colell en las que justifica la salida del Dr. Izpisúa. Es muy posible que el Dr. Izpisúa fuese un mal gestor, lo que se corrige apoyándolo con un gerente o director ejecutivo que se encargue de los aspectos de gestión pues lo que se busca en el Dr. Izpisúa es el liderazgo científico; también es posible que pasase mas tiempo en California que en Barcelona, pero si su liderazgo científico es efectivo, da igual que lo ejerza desde California o la cima del Everest. Al Profesor Andreu Mas Colell le ha tocado, como representante de la Generalitat de Catalunya, dar la cara en la salida del Dr. Izpisúa, pero estoy seguro de que la lamenta tanto de ella como la lamento yo.
Adelanto que veremos a lo largo del año 2014 y el 2015 salidas de otros líderes científicos y que volveremos a ver el mismo patrón: los responsables políticos de estas instituciones harán declaraciones dando a entender que su marcha se ha debido a deficiencias en su gestión o rendimiento, cualquier excusa vale, y ofrecerán a los medios afines investigadores, a un nivel de prestigio y logros muy por debajo de los que marchan, que se prestarán a confirmar que los líderes que hacen las maletas tampoco eran para tanto y que no cumplían con sus labores, pues si hay algo que sigue creciendo en nuestro país es la envidia y la obediencia servil.
Primero dejaron nuestro pais los investigadores que buscaban su consolidación tras su doctorado, varios contratos postdoctorales y promesas incumplidas de consolidación laboral, después los investigadores "nascitur", los no natos, los jóvenes universitarios que ya no podrán iniciar su formación científica por la caída de becas de postgrado y contratos de doctorado y la subida de las tasas académicas de postgrado.
Ahora marchan los líderes científicos, no porque no tengan un salario, aunque este sea escaso, sino porque no se pueden permitir perder el tiempo y en España los únicos investigadores que están satisfechos son aquellos que nunca han hecho nada y no tienen metas científicas que peligren por el desmoronamiento del apoyo a la ciencia. Estos si que son los que resistiendo, ganan. La sociedad española pierde, y mucho.
Cuando el Dr. Izpisúa reciba el premio Nobel, una posibilidad creíble, volveremos a recordar que es español, de Albacete, que dirigió un centro de investigación en nuestro país y nombraremos un efímero programa de "excelencia" en su nombre.