Un impulso colosal a la igualdad LGBTI en Latinoamérica
La última sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha traído consigo la esperanza de una vida mejor, de un futuro más luminoso y digno para millones de ciudadanos latinoamericanos. Porque ha ordenado a los 22 países que la integran que reconozcan plenos derechos a las parejas LGBTI, y que permitan el cambio de identidad sexual en los registros.
Latinoamérica es una región de enormes contrastes y contradicciones. Llama la atención que en ella se hayan adoptado algunas de las legislaciones más progresistas en derechos LGBTI, a la vez que muestra algunos de los datos más negros del mundo en violencia y delitos de odio contra este colectivo. Hoy, más del 50% de latinoamericanos vive en países donde el matrimonio igualitario es legal, y, al mismo tiempo, muchos ciudadanos LGBTI latinoamericanos todavía podrían integrar ese grupo de Los Nadies que relata Galeano en su cuento: ninguneados por el sistema e incomprendidos por la sociedad. Aquellos cuya voz no es escuchada en las instituciones mientras son juzgados por el prejuicio constante.
Las encuestas reflejan año tras año un aumento de la aceptación de la homosexualidad, que ya alcanza el 51% en la región. Y, sin embargo, los actos violentos de odio continúan gozando de una impunidad preocupante. Este fallo de la CIDH no lo podrán leer ni celebrar Dandara dos Santos, ni Sherlyn Montoya, ni Daniel Zamudio, ni los más de 1.600 asesinados en la última década por las diferentes formas de LGBTIfobia en América Latina. Tampoco Itaberli Lozano, que con sólo 17 años fue asesinado por su propia madre en Brasil.
Echar la vista atrás sirve para no caer en el pesimismo. Cuando las dictaduras militares asolaron Latinoamérica, nadie podría imaginar que en la región de Videla o Pinochet ocho países permitirían de alguna forma el matrimonio homosexual. Incluyendo Argentina y Chile.
Es el momento de seguir avanzando, de que los Gobiernos aprovechen esta oportunidad para hacer de Latinoamérica una región igualitaria y segura para los ciudadanos LGTBI. Una tarea que no será fácil en países como Perú, con el auge del fujimorismo; o en Bolivia o Paraguay, donde el matrimonio igualitario está prohibido en sus constituciones. Este avance requiere también del compromiso imprescindible de los medios de comunicación, de la cultura, del deporte. Y, por supuesto, de la Iglesia. ¿Se imaginan qué bueno, qué oportuno sería que el Papa Francisco volviese a recordar en su visita de esta semana a Chile eso de que "Dios ama a todas sus criaturas"?
Hay un punto clave en este fallo que quiero destacar. Para la CIDH, la discriminación basada en la orientación sexual y en la identidad de género es una violación de los derechos humanos. Y por tanto, es una causa universal que debe ser protegida por todos los Estados. Desde las instituciones europeas, desde luego, estamos obligados a trabajar para que esta resolución tan importante sea un verdadero éxito. Para que, en los próximos años, Latinoamérica sea una región libre de miedo, vacunada contra el odio. Curada de impunidad.