Crónicas egipcias de la revuelta contra el fascismo: El amor a la Edad Media
Veinticuatro horas antes del comienzo del referéndum constitucional, la guerra entre los dos bandos continuaba. Esta guerra iba tomando formas distintas, aunque también recuperaba los métodos clásicos.
Veinticuatro horas antes del comienzo del referéndum constitucional, la guerra entre los dos bandos continuaba. Esta guerra iba tomando formas distintas, aunque también recuperaba los métodos clásicos.
De madrugada, los manifestantes de la ciudad obrera de Mahalla, contrarios al régimen del presidente Mursi, entran en una batalla contra las milicias islamistas y la policía. Consiguen llegar a las urnas preparadas para el referéndum y las queman. Esta era una práctica utilizada en las décadas pasadas contra las consultas populares en las que estaba garantizada la falsificación de sus resultados.
Mohamed El Baradei, el personaje más fuerte de las fuerzas democráticas pero que nunca toma una postura radical, pronuncia un discurso televisado dirigiéndose al presidente. Le pide que anule el referéndum. Asegura que sus resultados no son legítimos por celebrarse en contra
de la voluntad de muchos egipcios y con mucha sangre derramada, y por primera vez dice: "No queremos que Mursi se vaya, queremos que el país siga hacia adelante". Se trata de una referencia clara a que el presidente es quien frena que el país vaya bien.
Miembros de la Asamblea Constituyente que ya finalizaron su labor de redacción del borrador de la Constitución, entran en el Senado y dan una rueda de prensa haciendo propaganda del texto que se va a votar y atacando a los que se oponen a él. Dejan a millones de egipcios con las bocas abiertas: pero, ¿la asamblea no estaba ya disuelta por haber finalizado su función?
En una céntrica mezquita alejandrina, lugar desde el que habitualmente solían salir las manifestaciones desde el inicio de la revolución, el jeque Al Mahalawy pronuncia el sermón del viernes y le dice a la gente que debe votar por el sí "pues Dios quiere el sí".
Comienza una batalla campal dentro y fuera de la mezquita. Hay más de 13 heridos y el paseo marítimo de la ciudad se llena de humo de coches quemados.
Por primera vez se tiran piedras a una mezquita, anunciándose una novedad que se puede sentir en las calles egipcias últimamente. No se trata solamente de una batalla para acabar con los Hermanos Musulmanes y su proyecto político, sino el comienzo del final del papel de la religión en la política, el final del papel de los comerciantes de la religión.
Pero no es la primera vez que se vuelve a las armas de la Edad Media. El antiguo y el nuevo régimen teóricamente están enfrentados por la cuestión de la modernidad. El antiguo decía defender la modernidad y el nuevo defiende la vuelta a los orígenes. Pero el régimen de Mubarak
sentía también esa nostalgia por la Edad Media, por eso envió en camellos y en caballos a delincuentes comunes a atacar a los acampados en Tahrir el 2 de febrero de 2011. Y los islamistas sienten la misma nostalgia. Los partidarios de los Hermanos Musulmanes, sus milicias y los salafistas usaron espadas contra los que protestaban por el discurso del jeque alejandrino 24 horas antes de la llamada "fiesta de la democracia".
¿De dónde procede este amor a la Edad Media "democrática"?