Con la monotonía no se sufre, pero sin el riesgo no se crece

Con la monotonía no se sufre, pero sin el riesgo no se crece

De la decisión de ir a Estados Unidos no me interesa tanto la decisión en sí como su antesala, y de ésta, un aspecto por encima de todos: las noches que pasé sin dormir pensando en si estaba loco por dar un paso así. Me interesa el miedo que sentía y cómo me enfrenté a él, ya que son un calco exacto de lo que sentirás tú cuando busques tus propios tesoros.

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Si vas a ser un cazatesoros, el riesgo no es tu enemigo, sino tu mejor amigo. Es el riesgo, y no la seguridad, el que te hace descubrir paraísos.

El peor de todos los riesgos es el de no correr ninguno.

De la decisión de ir a Estados Unidos no me interesa tanto la decisión en sí como su antesala, y de ésta, un aspecto por encima de todos: las noches que pasé sin dormir pensando en si estaba loco por dar un paso así. Me interesa el miedo que sentía y cómo me enfrenté a él, ya que son un calco exacto de lo que sentirás tú cuando busques tus propios tesoros.

Durante mil noches le di mil vueltas a las mismas mil preguntas. ¿Qué pasa si me sale mal? ¿Qué pasa si mi nostalgia me supera? ¿Qué ocurre si tengo un problema? ¿Qué sucede si no soy capaz de afrontarlo yo solo? ¿Qué pasa si...?

Esas preguntas me carcomían. Son las herramientas del miedo. Si el miedo es un pulpo, las dudas son sus tentáculos.

Como toda persona que se enfrenta a una disyuntiva, elaboré mi balanza con su plato derecho y su plato izquierdo, mi lista de pros y contras, pero al cabo de varios meses, cuando mi plazo para decidir se agotaba, mi disyuntiva solo había crecido. Lejos de haberse desequilibrado, el empate entre los argumentos a favor y en contra, se había hecho mayor.

Quedarme en Fisterra suponía seguridad, confort, tener el amparo de mi familia, permanecer en el nido. En definitiva, no sufrir.

Con la monotonía no se sufre.

Irme implicaba enfrentarme al riesgo, superar peligros, inevitablemente encajar golpes (seguro que a veces muy duros), pero también descubrir tesoros y vivir experiencias y emociones únicas. Sin el riesgo no se crece.

Un día, tras una de mis noches desvelado, dirimí mi disyuntiva. Me di cuenta de que

Ningún pájaro ha nacido para quedarse en su nido.

Y llegué a la conclusión de que quedarme era vivir días cuya valoración era un cúmulo de cincos, mientras que irme supondría vivir días cuya valoración sería un cúmulo de dieces y ceros, y que aunque 5+5+5+5 fuese equivalente a 10+0+10+0, yo prefería apostar por lo segundo.

Es preferible a veces bueno y a veces malo que siempre regular.