Voto de silencio: el amor está en los grandes detalles pequeños
Voces de silencio construye una historia entre personas, las que ocupan el escenario y las que se sientan en las butacas, que agranda este teatro. Una historia de amor que sucede entre dos personas comunes, de las que no quedará memoria, personas de las que prescinden los Gobiernos y la Historia en cuanto tienen ocasión.
Foto cedida por el Teatro Guindalera
Existe una nueva movida madrileña que poco a poco va ocupando los medios. Se trata de una movida teatral. El teatro que se representa en pequeñas salas que surgen por doquier en toda la ciudad. Una movida que lleva ya varios años construyéndose. Rumiándose en la calle, en la Red, en los tuits. Alejada de las instituciones y de los grandes productores que cada vez más la miran con el deseo de apropiarse de ella, canibalizarla en su provecho y convertirla en un fenómeno de masas. Una movida que se caracteriza por su diversidad. Pues para ella todas las formas de teatro son válidas y en Madrid encontrarán una sala apropiada a su género, a su estilo, a su forma y a su calidad.
Sin duda el Teatro Guindalera, con sus más de diez años a la espalda, es y ha sido germen de esta movida teatral. Empeño personal de Juan Pastor y su familia. Centro donde los profesionales aprenden una forma de hacer teatro y los aficionados una manera de disfrutar del teatro. Un lugar en el que se mezclan señoras del barrio y señoronas del barrio de Salamanca, grupos de jóvenes de aspecto normal, parejas de cualquier edad, y profesionales ávidos de ver lo nuevo o las reposiciones de este teatro. Al que no le faltan niños y sus padres o abuelos en las propuestas infantiles. Diversidad de público conseguida gracias a un teatro que, independientemente del tema y de la obra, reconforta. Un teatro que depende de su público tanto como de sus amigos y de sus micromecenas. Un teatro que lucha todos y cada uno de los días por mantenerse abierto.
Ese aspecto combativo lo ha convertido en centro de acogida de espectáculos como Voto de silencio. La obra de la argentina Verónica McLoughlin, que bajo la dirección y adaptación de Marianela Pensado se puede ver actualmente en dicha sala. Una obra mínima en apariencia. Como siempre son las historias de amor como esta, la que sucede entre dos personas comunes, de las que no quedará memoria, personas de las que prescinden los Gobiernos y la Historia en cuanto tienen ocasión. Obra de frase corta, entrecortada, de pequeñas palabras sencillas y de pequeños diálogos que quedan flotando en los silencios y en los gestos de sus dos únicos actores protagonistas: Lara López Muñiz y Jacobo Muñoz. Capaces de mirarse, de hablarse y no hablarse para construir la subterránea tensión del deseo. La dulce tensión de la cuerda del amor. La tensión que mantiene en ellos la atención del espectador. Una tensión que se produce en el pequeño y simple cuarto, mínimamente dibujado con pocos, pero suficientes, elementos escénicos, y luz. Cuarto en el que se encierran los dos para mirarse, observarse, escucharse y hablarse de un futuro en el que se quiere adivinar una larga vida juntos.
Y en ese pequeño espacio, Voces de silencio construye una historia entre personas, las que ocupan el escenario y las que se sientan en las butacas, que agranda este teatro. Un teatro que es una de las guindas que adorna el gran pastel teatral que es Madrid, dotándolo de personalidad, de diferencia, de diversidad. Un teatro tan cercano que al final de cada representación, en su recepción, permite el encuentro entre los artistas y su público, el que vaso de licor de guindas en mano, invitación de la casa, amplían y celebran una buena experiencia teatral. Otra más, a la que esta sala les está (mal)acostumbrando.