¿Relación Causa-Efecto o Causa-Defecto? Cuidado con las conclusiones precipitadas
¿El café acorta la vida? ¿Los empleados públicos están mejor pagados que los privados? ¿Las amas de casa son más conservadoras y católicas que las mujeres trabajadoras? Preguntas como estas suelen ser mucho más difíciles de responder de lo que puede parecer a primera vista.
¿El café acorta la vida? ¿Los empleados públicos están mejor pagados que los privados? ¿Las amas de casa son más conservadoras y católicas que las mujeres trabajadoras? Preguntas como estas suelen ser mucho más difíciles de responder de lo que puede parecer a primera vista. Y es que la deducción precipitada de una relación causa-efecto de cualquier asociación o correlación es una de las fuentes más extendidas de interpretaciones erróneas, que frecuentemente confunden -o manipulan intencionadamente- a la opinión pública, como ilustraremos con unos ejemplos.
Hay una percepción generalizada que el café perjudica la salud, que parece tener su justificación en la mayor mortalidad (ajustada por edad) de los bebedores de café, nuevamente confirmada el año pasado en un estudio muy amplio. Pero en aparente contradicción con esta tendencia, en el mismo estudio el café se revela como un factor reductor de la mortalidad, cuando en el análisis se incluyen otros hábitos que pueden influir en la mortalidad, como el consumo de tabaco y de alcohol, la dieta y la práctica de ejercicio físico. Resulta que los bebedores de café tienen mayor tendencia a hábitos poco saludables, por lo que su mayor mortalidad sería más bien debido a dichos hábitos y no al café, que hasta podría (véase el último párrafo de este artículo) contrarrestar en parte el efecto perjudicial de los malos hábitos. Por lo tanto, si la comparativa se lleva a cabo entre personas que salvo su consumo de café tienen los mismos hábitos, los bebedores de café tienen una mortalidad inferior, pero paradójicamente de media su mortalidad es superior, debido al mayor peso relativo de los bebedores de café en los grupos de peores hábitos y por tanto mayor mortalidad.
Otro ejemplo lo encontramos en una nota de prensa del Instituto Nacional de Estadística sobre la distribución salarial en España, que destacó que los salarios eran más elevados en el sector público que en el privado, lo cual en su momento causó bastante revuelo mediático. Pero una lectura completa de la nota aclara (en el tercer párrafo de la página 3) a qué se debe este hecho aparentemente sorprendente: Como cabe esperar, el salario aumenta apreciablemente con el nivel de formación y resulta que en los niveles de estudios superiores hay un mayor peso relativo de los asalariados del sector público, sobre todo de Sanidad y de Educación. Ello explica la diferencia salarial, que por tanto no es atribuible al carácter público o privado del empleo. Desgraciadamente no se incluyó una comparativa de los salarios públicos y privados dentro de cada nivel de formación, que es lo que realmente permitiría sacar conclusiones sobre ventajas salariales de uno u otro sector, pero de la explicación de la nota se deduce que la diferencia a favor del sector público desaparece y como hemos visto en el ejemplo del café y de la mortalidad, hasta podría invertir su signo. Por tanto, el mero hecho de unos mayores salarios en el sector público en general nada nos dice de ventajas salariales, pero fue precisamente eso lo que se encargaron de difundir ampliamente algunos medios de comunicación, pasando por alto la verdadera explicación de la diferencia.
Frecuentemente, también los resultados de un sondeo de opinión revelan asociaciones entre determinadas condiciones de los encuestados y sus opiniones, convicciones o creencias, como por ejemplo que en España las amas de casa tienden a ser significativamente más conservadores y católicas que otras mujeres. (Véase la nota metodológica al final del artículo citado para la definición del concepto de ama de casa en este contexto.) Pero concluir que estas tendencias políticas y religiosas guardan una relación causal en uno u otro sentido con el hecho de ser ama de casa es precipitado, porque como el propio artículo revela, las amas de casa predominan en franjas de edad más elevadas, en municipios pequeños y en niveles de formación bajos, todo ello factores que pueden influir en el perfil político y religioso y que por tanto podrían estar detrás de las correlaciones detectadas con el perfil político y religioso (como el tabaco, la dieta, etc. en caso de la mortalidad de los bebedores y no bebedores de café; o el nivel de formación en el caso de los salarios de los empleados públicos y privados). Por ello, en un estudio presentado en el XI Congreso Español de Sociología, analizamos los datos de la encuesta incluyendo todos estos potenciales factores de confusión en el análisis. Hallamos que efectivamente los factores mencionados tienen una asociación con el perfil político y religioso, pero que explica sólo parte de las diferencias entre amas de casa y otras mujeres. Es decir, a diferencia de los dos ejemplos anteriores, comparando mujeres de la misma edad, el mismo tamaño de municipio y el mismo nivel de formación, las amas de casa siguen siendo significativamente más conservadoras y más católicas, aunque en menor medida que en la comparativa global, donde los mencionados factores aumentan la diferencia.
Es importante destacar que el análisis no demuestra que la diferencia política y religiosa que persiste tras tener en cuenta edad, hábitat y formación, guarda realmente una relación causal con la condición de ama de casa. Podría responder también a otros factores de confusión de los cuales no disponemos de datos. Lo único que se puede afirmar -con criterio sociológico y no estadístico- es que dicha relación causal es razonable y que no consta otro factor no tenido en cuenta que podría tener un efecto de confusión relevante. Otra cuestión a la que solamente se puede contestar con criterio sociológico -y no estadístico- es la orientación de la relación causal, es decir si el perfil político y religioso es una causa de la elección de ser ama de casa (que parece la opción más verosímil) o más bien una consecuencia de esta dedicación.
De la misma forma, tampoco el estudio de la asociación entre café y mortalidad, citado al principio del artículo, demuestra que estamos realmente ante un efecto protector del café, como sus propios autores dejan claro. Al igual que la correlación positiva entre consumo de café y mortalidad se invierte cuando se tienen en cuenta los mencionados hábitos, convirtiendo el café en un factor reductor de la mortalidad, pueden existir más factores que de incluirse en el estudio supondrían que la asociación se reduzca o que desaparezca o que vuelva a invertirse. Por ejemplo las personas que beben mucho café podrían tener una menor mortalidad por tener una tendencia a ingerir muchos líquidos en general. Se trata de una limitación intrínseca de los estudios observacionales, que solamente se podría evitar asignando los participantes del estudio aleatoriamente a diferentes grupos, a cada una de la cuales le correspondería una determinada dosis de café diaria, como sucede en los ensayos clínicos. Debido a la asignación aleatoria, los grupos serían razonablemente parecidos en lo referente a sus demás hábitos, por lo que desparecerían los sesgos y habría una evidencia mucho más fuerte de que las diferencias observadas entre grupos sean realmente efectos del café. Obviamente se trataría de una fuerte intervención en la vida de los participantes, inviable para un estudio de estas dimensiones.
Este artículo se publicó originalmente en el blog del autor.