Historias del dónut

Historias del dónut

Estos bollos dulces constituyen uno de los alimentos para el desayuno más populares de los americanos del Norte donde, además, aparecen en el cine como uno de los dulces más consumidos por los policías de este país.

Canción recomendada: Rhythm, AWOL One.

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Ya han pasado 40 años del grito sobresaltado "¡Andá, la cartera!" (esto en España; fuera, no sé). Y es que para muchos, era más importante lo que llevábamos dentro la cartera de tentempié que los pesados y reciclados libros de matemáticas, lengua o sociales.

Los orígenes del dónut, también conocido como rosquillas o berlinas, se disputan entre la Europa medieval más fría (donde sí hay cierto consenso es en la etimología de la palabra, que proviene de la fusión de dough (masa) y nut (nuez), lo que creó el término doughnut), y el dulce navideño holandés Oliebollen/Olykoekss (bolas de aceite o cocas de aceite), que éstos trajeron a Nueva Ámsterdam (futura Nueva York) en el siglo XVI. Se trataba de una rosquilla-buñuelo hecho con harina, huevos, azúcar y leche y que se freía en manteca de cerdo. Pero lo que sí está claro es que estos bollos dulces constituyen uno de los alimentos para el desayuno más populares de los americanos del Norte donde, además, aparecen en el cine como uno de los dulces más consumidos por los policías de este país.

Otro dato más significativo, por lo menos para mí, es el de Hanson Gregory, -cocinero y capitán de barco para ser más exacto-, que se encontró con el dilema de que los bollos que preparaba para el desayunar al alba no se freían bien por el centro, y decidió hacer un agujero con la tapa de un pimentero para que el aceite, bien caliente, penetrara hasta lo más profundo de este pegajoso y calórico y delicioso bollo. Hay quien dice que la receta es de su madre, que él odiaba comerse el centro del bollo. Y así, hasta que alguien acierte, que no seré yo.

Eso fue a finales del siglo XIX. Por cierto, una placa recuerda hoy su gesta en su localidad natal, en la ciudad de Rockport (estado de Maine).

No obstante, a principios del siglo XX, este bollo era un producto tradicional y ampliamente conocido. Su producción era totalmente artesanal y, por tanto, limitada. En 1920, Adolf Levitt, un pastelero que huyó de la revolución comunista en Rusia, tuvo la idea de producir de forma automatizada las rosquillas, creando para ello una máquina que literalmente se vendió como rosquillas o berlinas (igual, los coches Berlina provienen de ahí jeje)

Otra curiosidad sobre nuestro protagonista es que el primer viernes de junio, y desde el año 1938, en USA, se celebra oficialmente el día nacional del dónut, National Doughnut Day. Esto es así en honor de las cerca de 250 mujeres del ejército de salvación (Salvation Army Volunteers) que durante el invierno de 1918 se esforzaron por aprovisionar de cafés y dónuts a los soldados que se encontraban en las trincheras del frente de Francia.

Dicho todo esto, solo me queda decir que los imitadores todavía no han dado con la clave del éxito de Donuts. Uno solo, uno cortado....

Minidonuts

200g de harina de fuerza

100g de harina normal

40g de azúcar

2,5g de sal

10g de leche en polvo

1 sobre de levadura en polvo

1 vaso de agua

1 huevo

20g de manteca pomada

6g de azúcar vainillada

200g de azúcar lustre

Aceite de girasol

Mezclar la harina, el azúcar, la sal, la leche en polvo, la levadura y el azúcar vainillada. Verter el agua no muy fría y trabajar durante unos minutos hasta formar una masa elástica. Incorporar la manteca y seguir trabajando unos minutos. Formar una bola y dejar reposar una hora a temperatura ambiente.

Estirar la pasta, cortar pequeñas porciones y formar un círculo de dos centímetros de diámetro con el cortapastas de dónuts. Introducir las bolas en moldes de flanes y dejar reposar cuarenta minutos en la boca del horno (éste deberá de estar encendido a 65ºC).

Freír en aceite de girasol bien caliente, pasar a papel absorbente y en caliente, rebozar con el azúcar lustre.