De Roma a Fregene: un paraíso entre cocos, mazorcas y sandías
Me encantan los cocos y las sandías porque me recuerdan los fines de semana familiares en Acapulco. Comer coco recién cortado a mordiscos es un placer absoluto, la mente vuela reconociendo su sabor y lo relaciona con momentos de felicidad. Como aquellos que viví de niña en México. Inolvidables las tardes en la que aletargada al sol, aparecía el coquero con su hacha; o las meriendas con sandía y la cara manchada a la puesta del sol.
Me encantan los cocos y las sandías porque me recuerdan los fines de semana familiares en Acapulco. Comer coco recién cortado a mordiscos es un placer absoluto, la mente vuela reconociendo su sabor y lo relaciona con momentos de felicidad. Como aquellos que viví de niña en México. Inolvidables las tardes en la que aletargada al sol, aparecía el coquero con su hacha; o las meriendas con sandía y la cara manchada a la puesta del sol.
Ahora vivo en Italia, en el centro de Roma, Europa. Y aunque aquí no hay nada que se parezca a la bahía de Acapulco, existe un lugar "inesperado" en el que, gracias a los cocos y a las sandías, he vuelto a recuperar muchos de esos grandes días de mi infancia, aunque ahora "a la italiana".
El litoral romano no es justamente lo más lúdico que se puede encontrar viajando a la Ciudad Eterna. Hablar del mar más cercano a Roma es pensar en el puerto de Civitavecchia o en Ostia, pero los que alguna vez han tenido la oportunidad de acercarse a esta parte, habrán comprobado que no es la zona más apetecible para visitar.
Pero ¡sorpresa! -una más- existe una playa romana secreta y con un nombre para nosotros desconocido, Fregene, que a media hora del Vaticano, bien podría ser un pequeño paraíso. Al menos eso es lo que yo pensé cuando lo descubrí, después de mucho indagar entre los italianos a los que tanto les gusta disfrutar la vida al sole.
Refugio romano de los fines de semana... azul intenso del mar, rica comida, y lo mejor de lo mejor con sabores casi olvidados: mazorca de maíz al carbón, raspados (hielo raspado en un vaso bañado con jarabe de fruta) y "coco, coco, coco belloooooo. Sí, coco. Levanté los ojos en busca de la voz y allí estaba: ¡un coquero!, vestido de blanco, con un cubo lleno de trozos bañados con su propia agua. Corrí como loca hacia él, pedí el más grande, lo mordí y ¡uhmmm! volé directamente a Acapulco.
Fregene no es Acapulco, ni Acapulco es Fregene, pero qué bien se está cuando se está bien.
El vendedor de mazorcas en las playas de Fregene (Fotografía Alicia Romay)
Historia sobre Fregene
Esta pequeña localidad pertenece a Fiumicino y está situada sobre la costa del Mar Tirreno. Fue primero un puerto y una famosa salina etrusca, lugar de esclavos -tras ser destruida durante el imperio romano- y tierra olvidada hasta que, en 1928, unos pescadores decidieron ocuparla.
Dicen algunos expertos en la zona que, en la antigüedad, en este espacio romano existía un puerto fluvial ubicado en el pequeño río Arrone que confluye con el lago Bracciano (el lago en Castelgandolfo, residencia de verano de los Papas).
En el año 1666, el Papa Clemente IX ordenó sembrar cientos de pinos para ayudar a conservar los campos y convertir las aguas pantanosas en saludables. Hoy, siglos después, el pequeño bosque de Fregene es un espacio mágico.
La "Perla del Litoral Lazial" ha sido escenario de películas de Fellini, como su primer filme en color "Giullieta degli Spiriti", y también lugar de residencia estival del actor Marcelo Mastroianni y del famoso Ettore Scola.
Fregene es un lugar para escapar de Roma, es un espacio para divertirse, hacer deporte, comer y liberar la mente para volver a casa cargados con el "pent drive" vacío para volverlo a llenar.
Playa de Fregene (fotografía Alicia Romay)
Controvento, en Il Villaggio dei Pescatori (Fregene) fotografía Alicia Romay