Sabias españolas en la historia
En diciembre de 2015 la ONU instituyó el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en Ciencia, celebrado por primera vez en 2016. En 2017 muchas científicas empezaron a realizar actividades de divulgación de su trabajo y los medios comenzaron a hacerse eco de las mismas. Un grupo de científicas creó la web 11defebrero.org en la que inscribió todos los actos realizados en España con motivo de este día que fueron más de 300 el 11 de Febrero de 2017. En 2018 hay recogidos en esta web más de 1000 actos que se celebrarán entre el 1 y 15 de febrero de 2018 y. No hay medio de comunicación en prensa, radio, televisión ajeno a la celebración de este día, que en menos de dos años se ha convertido en una fiesta de la ciencia y de reivindicación de los derechos de las mujeres.
Pero ¿tantas mujeres científicas hay en España?
Según el último informe Científicas en cifraslas mujeres somos el 39% de los científicos españoles, valor que se aproxima a la paridad y que está por encima de la media europea. Las científicas son mucho más numerosas en los escalones inferiores, mientras que las catedráticas de universidad representan sólo el 20%. La presencia de las mujeres en la ciencia española actual es tan numerosa como desconocida, pero ¿ha sido siempre así?
Uno de los primeros grupos de mujeres españolas que dedicaron su vida al estudio surgió en el entorno del la reina Isabel la Católica, una soberana renacentista que valoró el conocimiento y en la primera parte de su reinado se rodeó de personas cultas e inteligentes sin tener en cuenta su religión o su sexo. Las más conocida es Isabel Galindo, conocida como La Latina por sus conocimientos de ese idioma, que da nombre al barrio en el que fundó dos conventos, que fueron centros de estudio de los clásicos y de enseñanza de niñas y mujeres. Contemporánea de la Latina pero mucho menos conocida, Francisca Lebrija fue alumna aventajada de su padre y su sustituta al frente de la cátedra de lenguas que él ocupaba en la Universidad de Alcalá. Tenemos referencias de otras "niñas sabias" de la corte de Isabel I de Castilla, como Luisa Medrano, profesora en la Universidad de Salamanca que hoy da nombre a un premio de Igualdad en Castilla la Mancha, un personaje tan poco proclive a resaltar el talento femenino como Menéndez Pelayo, habla de 39 niñas sabias en la corte de Isabel la Católica en su obra "Humanistas españoles del siglo XVI".
Durante el reinado de Felipe II nos encontramos una obra deslumbrante: "Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos, la cual mejora la vida y salud humana" publicada en 1562 por Oliva Sabuco de Nantes que puso su obra bajo la protección del Rey:
Una humilde sierva y vasalla, hincadas las rodillas en ausencia, pues no puede en presencia, osa hablar. Dióme esta osadía y atrevimiento aquella antigua ley de alta caballería, a la cual los grandes señores y caballeros de alta prosapia se quisieron atar y obligar, que fue favorecer siempre a las mujeres en sus aventuras. [... ] este mi hijo que yo he engendrado y reciba este servicio de una mujer, que pienso es el mayor, en calidad, que cuantos han hecho los hombres.
Natural de Alcaraz, Oliva tuvo la osadía de proponer una reforma del mundo, de la filosofía y de la medicina basándose en la observación y en la experiencia y dejando de lado la opinión de los "autoridades". Desafió a Aristóteles diciendo que los hijos eran fruto de una "mixtura" del padre y de la madre y afirmó que la valía de una persona debía venir dada por sus obras y no por su linaje o fortuna, una afirmación revolucionaria en una época en la que ser cristiano viejo era lo más importante para calificar a una persona. Temiendo una posible usurpación de su obra, se ofreció a demostrar su autoría ante el más exigente jurado. Tras casi 350 años y varias ediciones en castellano y portugués, la aparición en 1903 de un documento privado de su padre, el bachiller Sabuco, en el que declaraba que él era el auténtico autor de la obra, fue suficiente para que a Oliva se le arrebatara la autoría de la "Nueva Filosofía".
Aunque en el siglo XVIII y comienzos del XIX brillaron los talentos de Inés Joyes y de Josefa Amar de Borbón, los destellos más brillantes del genio femenino en España no aparecieron hasta comienzos del siglo XX, momento en el que germinó la semilla que había sembrado Francisco Giner de los Ríos con la creación de Institución Libre de Enseñanza cuyo objetivo era regenerar España mediante la educación de hombres y mujeres. Este anhelo se materializó a través de la Junta de Ampliación de Estudios, JAE, cuando su secretario y alma mater José Castillejo hizo de la incorporación de la mujer a la ciencia española una prioridad. Por ello, cuando en 1931 se instauró la II República, las mujeres eran casi la cuarta parte de los científicos del Instituto Nacional de Física y Química, el buque insignia de la ciencia española en esa época. Ángela de la Puerta, Jenara Vicenta Arnal, las cuatro hermanas Barnés, Teresa Salazar, Piedad de la Cierva y otras cuantas decenas de científicas, comenzaban su carrera investigadora con estancias en el extranjero y publicaciones en las mejores revistas internacionales, trabajando en los equipos de científicos excepcionales por la calidad de su trabajo científico y por la ausencia de prejuicios respecto a la valía de las mujeres, como el químico Enrique Moles, o los físicos Julio Palacios o Miguel Catalán. La ciencia española fue arrasada por la dictadura franquista y las jóvenes científicas tuvieron que exiliarse en el extranjero o en el exilio interior en sus hogares. Solo algunas afortunadas pudieron desarrollar una carrera docente en los institutos de enseñanza secundaria. No obstante, las puertas de la universidad no se cerraron para las mujeres, por lo que una nueva generación de científicas pudimos ser protagonistas junto con los hombres del despertar de la ciencia que trajo a España la democracia.
En 2018 en España tenemos mucho que celebrar en el día Internacional de la Mujer y la Niña, pero no podemos olvidar las lecciones del pasado, tenemos que luchar para consolidar los derechos adquiridos y para vencer a los nuevos peligros: los prejuicios que dicen que la ciencia no es cosa de niñas.