Zoido, al borde del precipicio (político)
El ministro del Interior acumula polémicas y errores: del 1-O a la nevada de la AP-6
El número cinco del madrileño Paseo de la Castellana es uno de los lugares con más secretos del país. Un palacete dominado por el ministro del Interior, en el que todos los días se cuentan estrategias, planes y confidencias en voz baja. Uno de los puestos claves en la arquitectura del Estado... desde el que se pisa precisamente el terreno más fangoso de España.
El hombre que lo domina todo allí es Juan Ignacio Zoido. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, escogió al antiguo alcalde de Sevilla para intentar poner orden en un departamento cuestionado y patas arriba por la actuación del anterior titular, Jorge Fernández Díaz. El líder del PP sabe perfectamente de la importancia de esa cartera, que él mismo ocupó en el Ejecutivo de José María Aznar durante los duros años de ETA.
Fernández Díaz era un político quemado, salpicado de escándalos, reprobado por el Congreso y cercado por su uso de la policía política en el tema catalán ("Esto la Fiscalía te lo afina"). Rajoy quería un hombre de confianza pero ajeno a lo anterior y se fijó en el andaluz. Pero poco más de un año después, Zoido acumula episodios oscuros, su gestión es ferozmente criticada por la oposición y crece la presión sobre él ante la posible vuelta de Carles Puigdemont.
Y en apenas una semana el Parlamento le requiere explicaciones dos veces: la semana pasada tuvo que comparecer en el Senado para explicar las cargas policiales por el dispositivo del 1-O y este miércoles tiene que responder a las preguntas por la pésima gestión durante la nevada en la AP-6.
LOS NERVIOS POR LAS POLÉMICAS EN EL PP
Todo ello en un removido ambiente dentro del propio Gobierno y del partido por los malos resultados en las últimas elecciones catalanas y el 'sorpasso' de Ciudadanos al PP en las últimas encuestas. Nervios que crecen apuntando a las próximas citas con las urnas del año que viene: europeas, autonómicas y municipales.
Y es que cualquier polémica se afronta ahora en el PP con una especie de 'sálvese quien pueda'. De hecho, según fuentes populares, precisamente las principales en las que está envuelto Zoido (actuación policial del 1-O y la nevada) han levantado muchas ampollas dentro del partido, especialmente entre ciertos barones. Las imágenes de las cargas fueron muy duras incluso para miembros del PP y la falta de reacción de Zoido y el director de la DGT, Gregorio Serrano, durante el tema de las carreteras en el temporal ha provocado encendidas conversaciones dentro del propio partido. Con especial resquemor por el hecho de que se quedaran en Sevilla.
Muchos dentro del Partido Popular esperan cambios... que por ahora no llegan, anhelados movimientos de Rajoy dentro del Ejecutivo y del partido para coger fuerza electoral. Unas familias se acusan a otras. Zoido, dentro del universo PP, está alineado con la ministra de Defensa y secretaria general popular, María Dolores de Cospedal. Frente a ellos están los 'sorayos'. Todos se miran, vigilan, traspasan culpas, se pueden quedar sin trabajo en cualquier momento y en desventaja en la carrera sucesoria.
Pero parece que es el propio Zoido el que está cometiendo los errores, no es solo la presión de la oposición. Lo reconoce un rival en el Congreso que lo conoce desde hace mucho tiempo: "Su labor al frente del Ministerio está llena de errores y debilidades, está buscándose él solo el cese".
Un ministro precisamente que ha centrado la labor comunicativa en él, lo ha centralizado casi todo, están casi desaparecidos los directores generales de la Policía y la Guardia Civil. Responde a todo ante los periodistas, pero quiere todo el protagonismo de este complicado Ministerio.
MANERAS DE ALCALDE EN UN MINISTERIO
Y es que Zoido no esconde esos aires de Alcaldía. El antiguo juez disfrutó mucho durante sus años al frente del Ayuntamiento de Sevilla, donde precisamente tenía como uno de sus principales asesores al hoy director de la DGT. Era uno de sus principales fontaneros en tierras hispalenses. Un tiempo en el que eran los reyes locales en los balcones durante la Semana Santa y entre las casetas de la Feria de Abril.
Durante esa etapa, recuerda una persona que lo trató mucho durante esa etapa, se mostraba como un alcalde campechano al que le gustaban todas las tradiciones, le gustaba la micropolítica, ir a los barrios, hablar de manera coloquial con los vecinos por las calles: "Solo sabe hacer política de esa forma, por eso chirría como ministro. Eso sí, en el trato es encantador".
Menos le gustaba a Zoido ser el presidente del PP andaluz: un puesto al que llegó tras no lograr la vaticinada mayoría absoluta Javier Arenas en las autonómicas de 2012. Él quería soltar lo más pronto posible ese complicadísimo barco. Al final le traspasó el timón a Juanma Moreno, pero no era su favorito. De hecho, aquella cainita guerra sigue todavía latente entre los populares andaluces (especialmente en la división sevillana). Arenas y Sáenz de Santamaría se aliaron a favor de Moreno, mientras que Zoido y Cospedal querían a José Luis Sanz. De hecho, los dos bandos siguen moviéndose en la sombra ante el posible escenario de adelanto electoral en Andalucía y otra probable derrota del PP en el sur.
Precisamente en el PP andaluz también forjó su relación con el cordobés José Antonio Nieto, que ocupa ahora la Secretaría de Estado de Interior, otro colaborador que le ha dado buenos dolores de cabeza por sus reuniones con el hermano de Ignacio González.
LA DETENCIÓN DE PUIGDEMONT, PRUEBA DE FUEGO
Pero más allá de Despeñaperros, Zoido tiene su principal misión en Cataluña. Su imagen en la comunidad es mala, arrastrada por los 'Piolines', las cargas, sus expresiones. Hasta los propios efectivos de la Guardia Civil y la Policía trasladados hasta allí lo criticaron en la intimidad durante el 1-O. Se sintieron solos, abandonados por el Ministerio, dejados a los pies de los caballos.
El Ejecutivo prometió durante meses que no habría referéndum, pero al final hubo gente votando y urnas. Esto supuso un descrédito para la parte del Ejecutivo centrada en frenar esa consulta ilegal. Y ahora crecen las dudas y la presión respecto a la intención de volver de Puigdemont desde Bruselas para ser investido en el Parlament. Hay una orden de detención en cuanto ponga un pie en España, para pasar a disposición judicial ante el magistrado Pablo Llarena, del Tribunal Supremo.
Puigdemont es un personaje imprevisible, huido, con ingenio escapatorio. El Gobierno se ha cansado de repetir que no será presidente de la Generalitat. ¿Podría aparecer de repente en el Parlament? ¿Puede despistar a los efectivos policiales? ¿Un Houdini que haga una aparición estelar en el Parque de la Ciutadella?
Si lo consiguiera, sería otro duro golpe para el Gobierno y el propio Zoido. El titular de Interior se ha afanado este martes en negar esta posibilidad asegurando que las Fuerzas de Seguridad del Estado aportan información a la Fiscalía y realizan seguimientos sobre el expresidente catalán desde que se fugó a Bélgica para evitar que "pueda cruzar la frontera en helicóptero, en barco o en un maletero de un coche".
Ha indicado que expertos de Policía Nacional y Guardia Civil están trabajando para que Puigdemont no aparezca en el Parlament el día de la investidura: "Estamos sin duda muy preocupados por esa conducta porque no se sabe qué es lo que puede hacer y estamos viendo todas las posibilidades que tiene para evitarlas". La efectividad del Ministerio del Interior se la juega en buena parte en esta especial 'misión'.
Zoido, al borde del precipicio (político).