La realidad desdibujada que vio esta fotógrafa canadiense cuando visitó Corea del Norte
Nathalie Daoust obtuvo un visado para visitar el país pero tomó las imágenes de forma clandestina.
"Antes de llegar a Corea del Norte no entendía por qué los norcoreanos no se rebelaban y luchaban por su libertad después de tantos años de represión. Sin embargo, después de estar allí y hacer una investigación, entiendo y tengo empatía por la situación en la que se encuentran".
Así relata la fotógrafa Nathalie Daoust sus sensaciones tras una estancia en el país asiático. Hasta allí se desplazó para documentar el día a día de la hermética sociedad norcoreana, y hoy esas fotografías, borrosas como las vidas de sus protagonistas, se pueden ver en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en la exposición Korean Dreams.
Daoust viajó a Corea del Norte mientras trabajaba en otro proyecto sobre mujeres norcoreanas que vivían escondidas en China ejerciendo la prostitución. "Era importante para mí viajar hasta allí para entender por qué esas mujeres prefieren vivir en esas condiciones en China en lugar de quedarse en su país con su familia y amigos", relata la fotógrafa a El HuffPost. Una vez allí se sintió "obligada" a mostrar la sociedad norcoreana en un trabajo aparte "fotografiando las condiciones en las que se encuentra la gente en el país y así visibilizar la grave situación en la que viven millones de personas".
Poco tardó en darse cuenta del adoctrinamiento y la falta de libertad imperantes en la sociedad norcoreana, así como la existencia de leyes, como la de "las tres generaciones", que hacen extremadamente complicado que cambien las cosas. "Incluso si estás dispuesto a arriesgar tu vida para mejorar la situación en tu país, si te descubren, tus hijos, tus padres y tus abuelos recibirán el mismo castigo", explica Daoust sobre esta norma concreta. "Las ejecuciones y los falsos encarcelamientos son comunes. Puedes ir a la cárcel durante diez años por llevar pantalones vaqueros, prohibidos por el Estado".
La propia Daoust experimentó en primera persona la represión durante su visita a Corea del Norte, algo que hizo que tuviera todavía más ganas de hacer su trabajo. "Las personas que me dieron el visado para entrar me avisaron de no responder o cuestionar nada. Podría darme problemas e incluso ser deportada si no hacía lo que me decían", explica. "Lo único que podía hacer era asentir y sonreír".
La fotógrafa recuerda particularmente una visita a un hospital en el que le aseguraron que "ningún niño con problemas" había nacido en Corea del Norte desde 1950 porque los norcoreanos tienen "genes muy fuertes". "Lo único que pude hacer fue sonreír cuando quería gritar", cuenta Daoust, que explica que solo deseaba preguntar qué hacían con todos los niños con problemas. "Pero no podía". Este sentimiento se transformó después de unos días. "Incluso dejé de sentirme frustrada", explica la fotógrafa.
Se dio cuenta de que esta situación que para ella solo duraría unos días y que la estaba "matando por dentro", era el día a día de los norcoreanos y que las consecuencias a rebelarse no son la deportación, sino prisión o ejecuciones. Si a esto se añade la política de "tres generaciones", la enorme red de espionaje y los campos de trabajo, el resultado es "un país que no tiene otra opción que la de seguir a sus dirigentes".
Para intentar transmitir esta realidad modificada, Daoust utilizó una técnica para manipular las fotografías. Su fin es que aparezcan varias capas que las terminen convirtiendo en imágenes borrosas.
Hasta el momento de entrar en la sala de revelado y editar su trabajo, el proceso fue complicado, ya que los extranjeros son vigilados en todo momento y solo se permite fotografiar un número muy reducido de lugares. "Nos permitían sacar fotos en lugares turísticos, pero el resto del tiempo simplemente llevaba la cámara colgando del cuello", explica Daoust.
¿Cómo logró esquivar el férreo control a de los oficiales norcoreanos? "Conecté un cable con un botón a la cámara y luego me lo pasé por dentro de la chaqueta hasta la mano. Esto me permitió tomar fotografías siempre que quisiera sin tocar la cámara o ser vista". Después llegó "la habitación oscura", donde editó las imágenes para representar cómo se sintió en cada momento.
"En Corea del Norte sentí que todo el mundo que conocí 'no estaba allí', estaba desconectado y fuera de cobertura, solo hacían lo que tenían que hacer, siguiendo órdenes y realmente no vivían felices y en libertad", explica la fotógrafa. "Nunca conseguí formarme una imagen clara del país, por eso desarrollé la técnica para aplicar a las imágenes ese mismo sentimiento".
Sus fotos muestran cómo la información se pierde a través de las capas de "opresión y censura" que existen en Corea del Norte. Por eso rascó una y otra vez la tinta de los negativos hasta dejarlos borrosos para hacer un símil a través de estas imágenes . "Hace falta retirar muchas capas antes de saber la verdad".