Viaje al corazón del fuego que arrasa Galicia
Un integrante de las brigadas antiincendios narra cómo es trabajar durante horas en las entrañas de uno de los incendios que devoran el monte gallego.
La noche en Parada de Sil ha sido una pesadilla naranja y caliente. Las llamas han cercado este pequeño municipio de Orense y sus aldeas, se han dirigido al Cañón del Sil y han extendido la destrucción, el pánico y la rabia.
Asturias, Castilla y León y Portugal arden también y los mapas en tiempo real muestran el noroeste de la Península Ibérica cercado por un muro de fuego que se ha cobrado ya 35 vidas: 31 en Portugal, 4 en Galicia.
El de Parada de Sil es sólo un foco más de los centenares que en los últimos días han convertido el monte de esa zona en una inmensa pira. Pero, visto desde dentro, "es el Apocalipsis". Lo dice Cristóbal Medeiros, un especialista de las Brigadas de Refuerzo en Incendios Forestales (BRIF) que lleva 12 años batallando contra los incendios en Galicia. No es un hombre fácil de asustar, pero lo que ha afrontado en las últimas horas sólo le genera horror y tristeza: "No he visto algo como esto en la vida. Es terrible".
Su espanto es el de todos los que hemos visto el empuje de las llamas, pero también es un espanto distinto: el de aquel que ha visto muchos fuegos y no encuentra palabras para describir las condiciones en las que han transcurrido las últimas 48 horas de su vida. Muy pocos han visto el fuego tan de cerca como Cristóbal y sus compañeros.
El domingo fue un día crítico. El destacamento de las BRIF de Laza (Orense), al que él pertenece, fue movilizado por la mañana para atajar un incendio en la sierra de San Mamede. Llegaron en helicóptero, como es habitual en estas brigadas dependientes del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA), pero tuvieron que salir caminando a la población más cercana. Para entonces los focos ya se habían multiplicado y se imponía la sensación de catástrofe: "Arde por todo lados y con el viento que hace hoy es un día de locos".
Por la tarde, todos eran conscientes de que la pesadilla acababa de empezar. Las previsiones no se habían cumplido: el viento no amainó y tampoco llovió. Cayó la noche y el fuego campaba a sus anchas: "Lo que nos encontramos era un incendio completamente descontrolado. Y es lo mismo que se encontraron los demás. Cunden los focos simultáneos, que aparecen de noche, y, para cuando llegamos, ya han crecido y son imposibles de atajar en un primer embate". Otras brigadas siguieron trabajando en la zona; la de Laza volvió a base después de pasar horas en el interior de las llamas.
TRABAJAR EN EL CORAZÓN DEL FUEGO
Han vuelto a él este lunes por la mañana. Los medios aéreos no han podido despegar debido a la nube de cenizas que cubre la zona, así que la brigada de Cristóbal (15 especialistas, dos capataces y un técnico) se ha desplazado en coches hasta Parada do Sil, donde el fuego ha obligado a evacuar varias aldeas. Los turnos de las BRIF son de ocho horas, que pueden irse hasta las 14 en casos de extrema gravedad: "Sí, estos turnos se están dando, porque lo prioritario es controlar el incendio", dice Cristóbal como excusándose. Las BRIF llevan años reclamando una mejora de sus condiciones de trabajo, pero cuando hay incendio todo queda en suspenso.
Desde los vehículos han visto, de nuevo, extensiones negras y muros anaranjados de fuego. "¿Sabes las típicas imágenes del infierno en las películas? Pues eso es lo que hay aquí", explica el especialista.El fuego es virulento y la lluvia sin caer. A mediodía es de noche dentro de las llamas.
A pesar del pavor que provocan esas imágenes, las brigadas persiguen el incendio para acotarlo y alejarlo cuanto pueden de las poblaciones. Ese empeño se alarga horas y a mediodía se ha materializado en la utilización de dos autobombas: "Desplegamos una manguera y atacamos el fuego con ella hasta donde llega por longitud. Cuando ya no da más de sí, comenzamos a desplegar otra y hasta donde dé. Ahora esperamos una tercera".
Nada resiste en las entrañas del incendio. Las herramientas van tiñéndose de negro, se vuelven quebradizas y empiezan a caerse a pedazos. Las botas se despegan y se abren, acaban derritiéndose: "No es que sean malas, que no lo son, es que las temperaturas son extremas y son muchas horas", detalla Cristóbal.
Estos contratiempos le llegan a él y a su brigada en medio de una sierra, lejos de todo. Lo que se hace entonces es "un apaño: "Se les ponen unas cintas para que aguanten y seguimos marchando". Cuando bajen de esa sierra habrá botas nuevas, pero de momento hay que seguir como sea.
El combate contra el fuego es enconado y no permite treguas. Lo persiguen sin pausa, sin saber cuándo podrán salir del fuego, cuándo podrán descansar, cuándo podrán volver a beber agua: "Cuando partimos a un fuego, llevamos en la mochila dos litros de agua y un bocadillito que nos hayamos hecho en casa". Ese puede ser su único alimento en horas, hasta que el siguiente turno los releve y vuelvan a algún concello donde los vecinos compartan su comida o donde el avituallamiento planteado por los técnicos de cada grupo pueda llegar.
LA CULTURA DEL FUEGO
Galicia es una zona golpeada por el fuego, pero lo de las últimas horas, Cristóbal lo tiene claro, no es normal: "Sabemos que un incendio grande provoca otros incendios más pequeños, por las pavesas. Pero eso no es lo que está ocurriendo aquí. Tantos focos a la vez, de noche...".
Como las autoridades de la Xunta, como todo aquel que conoce un poco de los incendios forestales, sabe que la mayor parte de ellos son causados por el hombre.
Pero el especialista de las BRIF no quiere señalar a nadie y se cuida mucho de nombrar a un sector concreto: "Para evitar cazas de brujas". Habla, eso sí, de una "cultura del fuego" que diferencia a Galicia de otras zonas de España: "Fuera de aquí, la gente se asusta del fuego. Aunque lo vea lejos, en una sierra. Aquí, en cambio, sólo se asusta si lo ve a la puerta de su casa".
Esa cultura del fuego es la que difumina los límites entre negligencias, intencionalidades, venganzas, imprudencias... Los terrenos quemados no podrán recalificarse, por más que el rumor sobre la Ley de Montes vuelve a avivarse con cada incendio. La reflexión de Cristóbal no da pábulo a esa creencia: "¿Qué se va a construir aquí? ¿Un hotel? Aquí no se va a construir nada", asegura, desde el corazón quemado de la Terra de Caldelas.