Ciencia para atrapar a los asesinos
Dos expertos de la SECCIF imparten un curso acelerado de "caza al asesino en serie" con motivo del estreno en cines de 'El muñeco de nieve'.
Salvo en CSI y alguna que otra honrosa excepción, la ficción suele dejar en un segundo plano el trabajo necesario para localizar a un criminal y, más importante todavía, para que sea condenado. Las producciones de cine y televisión tienen excusa: ese trabajo es mucho menos vibrante y espectacular que las persecuciones, los tiroteos y los superdetectives superinstintivos. Es un procedimiento metódico, exhaustivo, despacioso, que emplea todas las herramientas a su alcance para leer la escena de un crimen, hallar indicios y analizarlos para estrechar el cerco sobre el culpable de una muerte... o de varias. Es, básicamente, ciencia.
España no es un país fecundo en asesinos en serie (cuidado con El Arropiero, el peor asesino de nuestra historia criminal) y tampoco es tan violento como se podría pensar, pero las técnicas que aplica la Policía para resolver el 90% de los casos son las mismas que se aplican en los países nórdicos, donde los ejemplos de criminales que matan continua y creativamente son más habituales, tanto en la realidad como en las novelas. A la segunda categoría pertenece el asesino de El muñeco de nieve, un bestseller de Jo Nesbo que ha sido llevado al cine por Tomas Alfredson y está protagonizado por Michael Fassbender.
El estreno de la película (desde el 12 de octubre en cines) sirvió de marco para que Antonio Cela y Roberto Carro, policías, profesores de Criminología y fundadores de la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses (SECCIF) impartieran en Madrid un "curso acelerado" de técnicas para cazar asesinos. ¿Qué ocasión mejor para hacerlo que la historia de un detective que trabaja contra el reloj para impedir que un cruel homicida, que ha dejado tras de sí un reguero de casos sin resolver, vuelva a matar antes de la próxima nevada?
LEER LA ESCENA DEL CRIMEN
Lo primero que queda claro, por las explicaciones de los profesores Cela y Carro, es que la nieve es un engorro pero también una oportunidad. Una escena del crimen al aire libre, como la primera que muestran en este curso acelerado, resulta mucho más complicada que una a cubierto, porque la naturaleza y la climatología no se detienen y pueden borrar indicios útiles para la investigación. La nieve es un enemigo porque interfiere en la inspección ocular de una escena, pero también un aliado, puesto que ha conservado una pisada.
Los investigadores la señalarán como indicio en función de una escala de colores que define si es una pista biológica, medioambiental, balística, tóxica... En esa señalización, un paso clave en el proceso de protección, fijación y procesado de pruebas, también se incluirá la letra F para calificar el grado de fragilidad. Es una pisada en el hielo, así que su fragilidad es elevada: urge extraer un molde que los investigadores llevarán a laboratorio y utilizarán en sus pesquisas.
El ADN que se extrae de lo que parece una mancha de sangre, en esta misma escena, también tendrá que ser procesado en laboratorio. Como lo que se encuentre bajo las uñas de la víctima, cuyo cuerpo aparece en una habitación en la que también se encontrarán algunas huellas dactilares, la marca de una oreja y un mensaje oculto que sólo aparece cuando se emplea la luz ultravioleta. Tanto la primera como la segunda escena son una recreación bastante ajustada del escenario de un crimen, y aunque el tiempo es limitado, los dos miembros de la SECCIF se esfuerzan en mostrar la variedad de herramientas con las que cuentan los investigadores para tratar de resolver un crimen.
LEER LA MENTE DEL CRIMINAL
El que llevan a cabo es un juego de física y reacciones químicas: para buscar rastros de sangre, para localizar huellas dactilares, para comprobar la existencia de tóxicos, para trazar a qué cabeza pertenece un pelo o a qué cuerpo pertenece la piel hallada bajo unas uñas. Pero también es un procedimiento psicológico, en el que los criminólogos tiene que emplear toda su habilidad y toda su experiencia para reconstruir los movimientos mentales del asesino.
Se ayuda de los indicios psicológicos, que hemos dejado para el final. Son, nada más y nada menos, una cabeza cortada y una nota con un mensaje. Un momento: ¿una cabeza cortada no es un indicio biológico? Sí, lo es, pero como ha aparecido cortada y encima de una gran bola de nieve, también es una pista sobre la psique del asesino. La ritualización del crimen, la intervención del autor de los hechos sobre el cuerpo de la víctima, consista en lo que consista, es un hilo clave del que tirar. También lo es la nota manuscrita: el material, la ortografía, las palabras elegidas y el mensaje pueden ser elementos individualizantes.
Todos y cada uno de esos detalles serán útiles a la hora de elaborar el perfil criminal sobre el posible autor. Tal y como explican los agentes Carro y Cela, este no consiste "en poner el nombre y los apellidos del asesino en un papel". "Es", indican, "una hipótesis para acotar candidatos y por eso resulta especialmente útil cuando no hay un sospechoso claro". Uno de los últimos ejemplos de perfil útil fue el que se empleó en la investigación de los crímenes de Antonio Ortiz, el pederasta de Ciudad Lineal. Los investigadores lo persiguieron durante más de un año y ahora cumple condena por haber secuestrado y agredido a cuatro niñas en Madrid entre septiembre de 2013 y agosto de 2014.
Este procedimiento científico, con todo, no sólo sirve para capturar a los asesinos y acusarlos frente a los tribunales. También sirve para poner en libertad a quienes fueron condenados injustamente. Ése es el objetivo del Proyecto Inocencia, una idea de Peter Neufeld y Barry Scheck, que en 1989 se plantearon "utilizar la ciencia para acabar con las penas erróneas". 25 años después, siguen haciéndolo.