La solución Budapest para el conflicto Cataluña-España

La solución Budapest para el conflicto Cataluña-España

El historiador Julián Casanova tiene una propuesta para Rajoy y Puigdemont

HUFFPOST

El historiador Julián Casanova, un especialista en el tormentoso siglo XX español y en violencia política, tiene una pacífica propuesta para los presidentes Rajoy y Puigdemont. Cuelga de su muro de Facebook, y consiste en una invitación a comer en Budapest, ciudad que conoce bien ya que es profesor visitante en la Central European University. A una semana del referéndum del 1 de octubre, el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza propone un encuentro cara a cara, un repaso a la historia reciente y un acuerdo que ponga fin a la escalada de tensión que está provocando el desafío independentista y la respuesta del gobierno central. Casanova también tiene un plan B, si el acuerdo fuera imposible.

Ante la sequía de ideas de la clase política, bienvenida sea la aportación de nuestros intelectuales.

Conversación en Budapest.

Invito a comer a Rajoy y a Puigdemont, sin séquito -ni intérpretes-, en un restaurante de Budapest (que ya he elegido).

1. En el aperitivo, yo introduciría lo que ha pasado en la historia cuando la confrontación -y después la violencia y las armas- han sustituido a la política y al diálogo, con diferentes casos históricos, con especial referencia a España. Aunque muchos estén pensando en Franco y su dictadura -cinco minutos de esa historia para Rajoy serían suficientes-, a Puigdemont le explicaría cómo vivió una buena parte de la burguesía industrial catalana -y la gente de orden como él, aunque ahora no lo quiera aparentar- la colectivización anarquista, la revolución y dónde y con quién estaban cuando las tropa de Yagüe/Franco entraron en Barcelona a finales de enero de 1939. En suma, el conflicto entre los intereses nacionalistas y los de clase cuando la grieta social se abre y provoca un abismo.

2. En el plato principal -aquí yo les sugeriría foie o aves, porque el pescado en Hungría no es bueno-, cada uno tendría tiempo -veinte minutos de entrada- par explicar sus argumentos -los reproches consumirían tiempo- y las consecuencias de sus actos (que nunca se han atrevido a comunicar a la gente, a eso que a un lado y a otro llaman "pueblo"o "nación").

3. En el postre, y asumiendo las dificultades de entendimiento, incluso tras esos dos primeros puntos, deberían pactar una salida política, una de las pocas existentes, visto ya lo visto y tras errores de bulto por las dos partes en los últimos años: reforma de la Constitución, un referendum legal y un proyecto democrático común, con un plan muy claro de respeto a la ley -a la Constitución reformada-, frente a la corrupción y apropiación de lo público por elites a las que representan.

Solo podrían tomar una copa de vino cada uno -yo lo elegiría- y, si al final del encuentro no hubiera acuerdo, los dos se comprometerían a dimitir y dejar paso a otros políticos -con convocatoria de elecciones generales y autonómicas.

Antes de volver a España, o al Estado español como dirá Puigdemont, les pediría que me dijeran de qué lado estarán cuando estalle el verdadero conflicto que nos tiene que preocupar, el que va a tener a un lado a Trump y a otro a Kim Jong-un.

Yo ya lo he intentado -"My fellow Spaniards, ask not what your country can do for you; ask what you can do for your country". Si no sale, que el cielo nos guarde.