Tourists, go home. El rechazo a los visitantes crece en Barcelona
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Tourists, go home. El rechazo a los visitantes crece en Barcelona

A Peter Byström, estudiante sueco de 23 años, le costó llegar al Park Güell el pasado lunes. “Primero me encontré una pintada que me dirigió hacia el lado contrario al parque”, explicaba esta semana en los aledaños del jardín de Gaudí. “Después, perdido por el barrio de Gràcia, le pregunté a una pareja que salía de su casa. También me indicaron en el sentido contrario y acabé en La Pedrera”. El caso de este estudiante, que lleva desde principios de enero viviendo en Barcelona, no es ninguna excepción. “A veces parece que la gente esté enfadada con nosotros”, añadía.

El turismo se ha convertido en un problema en la capital catalana y los vecinos empiezan a mostrar su hastío. Según la última encuesta de los Servicios Municipales, elaborada a partir de 6.000 entrevistas, el turismo es la segunda preocupación de los barceloneses, solo superada por el paro y las condiciones laborales. A pesar de que la población es de aproximadamente 1,6 millones, se calcula que en 2016 visitaron la ciudad 40 millones de turistas. "La situación es insostenible y está acabando con la vida de los barrios de Barcelona", explica Daniel Pardo, miembro de la Asamblea de Barrios por un Turismo Sostenible (ABTS), entidad que agrupa a unas 40 plataformas vecinales que defienden una reducción del número de visitantes.

Después de años de quejas en cafés y grupos reducidos de amigos, los barceloneses han pasado a la acción. Este sábado se ha convocado una gran manifestación en La Rambla para "recuperar el paseo" y reivindicar un espacio emblemático que, desde hace años, los vecinos evitan a toda costa por culpa de su masificación. La manifestación, convocada por la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB), quiere visualizar una lucha que desde hace meses se libra cada semana en los barrios de la ciudad, donde las asociaciones de vecinos organizan protestas contra hoteles y pisos turísticos.

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El pasado 26 de noviembre una acción coordinada paralizó autobuses turísticos en varios barrios de la ciudad y el 14 de enero se ocuparon simultáneamente dos nuevos hoteles que han abierto recientemente en Gràcia y en el barrio Gótico. Las asociaciones vecinales no tienen intención de parar y aseguran que continuarán con sus protestas de manera periódica.

PÉRDIDA DE POBLACIÓN

A pesar de que el turismo supone aproximadamente el 14% del PIB de la ciudad, los vecinos se quejan de que estos beneficios no revierten en los ciudadanos. "Cada vez resulta más difícil vivir aquí", sostiene Joan Prat, vecino del barrio Gótico de toda la vida. "Algo tan cotidiano como hacer la compra se puede convertir en una odisea".

Un paseo por el centro a media mañana confirma las quejas de este vecino: delante de la catedral hay varios grupos de hasta 25 turistas que siguen a su guía, ataviado con una banderita para que no le pierdan de vista. Los guías, además, llevan un micrófono con un altavoz para que todo el grupo pueda escucharle. A escasos 100 metros, en la plaza de Sant Jaume, unos 10 británicos sortean con sus segways al resto de paseantes entre carcajadas.

Algo tan cotidiano como hacer la compra se puede convertir en una odisea

La convivencia, sin embargo, no es el único problema que sufren estos barrios. La demanda de alojamientos turísticos y el tirón internacional de Barcelona ha supuesto un encarecimiento del 15% de los alquileres en el último año, hasta el punto de que actualmente los precios están un 3% por encima de lo que se pagaba antes de que explotara la burbuja inmobiliaria en 2008. Ante esta situación, el distrito de Ciutat Vella ha perdido el 11% de sus vecinos durante los últimos años mientras los bloques dedicados a apartamentos turísticos han aumentado exponencialmente.

"El turismo ha ido absorbiendo todas las dinámicas y, en algunos barrios, nos encontramos una economía centrada en las necesidades del viajero antes que en las de los vecinos", opina Ancor Mesa, sociólogo de la FAVB y uno de los impulsores de la concentración del sábado. Las entidades que cuestionan el modelo turístico denuncian que los puestos de trabajo que genera este sector son precarios y con sueldos muy bajos. Según un estudio del Ayuntamiento, el salario medio del sector turístico es aproximadamente un 50% más bajo que la media del resto de salarios en la ciudad.

LA ACTUACIÓN DEL AYUNTAMIENTO

La primera decisión que tomó Ada Colau al llegar al Ayuntamiento en 2015 fue decretar una moratoria para que no se pudieran construir nuevos hoteles durante dos años. Finalizada esta moratoria, el consistorio aprobó este viernes un plan -llamado PEUAT- que prohíbe la apertura de nuevos hoteles en el centro y redistribuye la presión turística a los barrios de la periferia. Según el Ayuntamiento, el turismo en la ciudad estaba "descontrolado" y se dirigía al "caos y a la burbuja". El plan fue aprobado con el apoyo de ERC, PSC y la abstención de la CUP.

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Desde el Ayuntamiento reconocen cierto pragmatismo a la hora de aprobar este plan. "No es el que queríamos, pero mejor esto que nada", explica una fuente del Consistorio, en referencia a la minoría que tiene el equipo de Colau en el pleno -11 ediles de 41. "Es un plan con el que comenzamos la gobernanza del turismo y vendrán muchos más, no hay vuelta atrás", aseguró el viernes la teniente de alcalde de Urbanismo, Janet Sanz.

Las entidades barcelonesas de turismo y comercio, en cambio, han puesto el grito en el cielo y consideran que el Ayuntamiento insiste en crear un conflicto con el turismo y "demoniza" la actividad porque le da réditos políticos. "No creo que haya un exceso de turismo", opina por teléfono Manel Casals, Secretario General del Gremio de Hoteleros de Barcelona. Según Casals, el problema reside en los más de 3,5 millones de apartamentos turísticos ilegales que hay en la ciudad. "Este tipo de turismo es el que genera problemas", añade.

LA INCREDULIDAD DE LOS TURISTAS

El repudio que empezó en el centro se ha ido expandiendo hacia el resto de barrios que cuentan con puntos de interés para los visitantes. Así, las muestras de rechazo son habituales en barrios como Vallcarca -cerca del Park Güell-, la Sagrada Família, la Barceloneta o Sant Antoni. Los viajeros entrevistados, sin embargo, no comprenden por qué son el blanco de las protestas. "Cada turista se gasta mucho dinero en la ciudad", respondía el miércoles Albert Mitchell, un jubilado británico que acababa de visitar la Sagrada Familia. "Yo no vengo aquí a molestar a nadie".

A veces parece que la gente esté enfadada con nosotros, dice un turista

"Empieza a percibirse mucha hostilidad hacia el turista y esto es preocupante para el futuro", opina Casals, del Gremio de Hoteleros. "Si el turista no se siente cómodo acabará dejando de venir", remacha. Martí Cusó -otro miembro de la ABTS- también cree que el rechazo aumenta paulatinamente, aunque cree que las protestas no deben dirigirse exclusivamente hacia los visitantes. “Las campañas turistófobas no son nuestro uso habitual pero es importante que los visitantes perciban que sus vacaciones tienen efectos sobre los demás”, señala. “Otra cosa son los modos”.

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