El precio físico de la felicidad
La máxima que dejó para la posteridad la dura profesora de danza de la serie ochentera Fama bien podría valer para resumir las técnicas que animan a un trabajo constante para conquistar la dicha y el bienestar. Si la fama cuesta, la felicidad no le va a la zaga, y también hay que pagarla con sudor.
Juan Francisco Alcañiz y Jonatan Arroyo sostienen que la felicidad es como un músculo que hay que trabajar, y que se debería entrenar día a día en una tarea constante.
De hecho, comparan el cerebro con "una montaña en la que hay dos caminos" entre los que hay que elegir, pero con la máxima de cambiar el itinerario que, por defecto, va creando la mente "para entrenarse en la felicidad".
Estas ideas han sido los ejes del taller que han impartido esta semana para 25 alumnos en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander.
Y han llamado a esta experiencia El gimnasio de la felicidad, donde los alumnos han podido ejercitar su mente, sus emociones y su conducta con dinámicas de grupo y atrevidas propuestas.
"Existen muchos gimnasios para entrenar el cuerpo, pero la mente y lo que somos hay pocos sitios donde realmente se entrenen", señala a Efe Juan Francisco Alcañiz, psicólogo, terapeuta familiar y orientador educativo.
Para ello, junto a Arroyo ha abordado técnicas diversas, como meditación, mindfullness o, por ejemplo, métodos de control del pensamiento negativo que muchas veces asalta la mente.
Pero también han ido más allá, hasta envolver a sus alumnos en papel resistente para inducir sentimientos irracionales, como el agobio, y a partir de ahí tratar de avanzar.
La idea de estos jóvenes es generar cambios en el pensamiento y en la conducta por medio de las emociones, pero recalcan que nada queda al azar y que todas sus técnicas cuentan con un riguroso respaldo científico.
"No es una moda o una metodología que se aleja de la realidad. Nosotros partimos de investigaciones científicas contrastadas, que están estudiadas por autores como por ejemplo Félix López o Eugenio Carpintero, que demuestran que estas intervenciones funcionan y son efectivas", destacan.
Alcañiz deja claro que sus técnicas no son una panacea que de la noche a la mañana vayan a hacer desaparecer los problemas, pero insiste en la importancia de la perseverancia y de no cejar en el empeño.
Este terapeuta reivindica que las habilidades sociales, la empatía, la inteligencia emocional y la relaciones se trabajen desde niño, y apuesta por una enseñanza explícita de cómo gestionarlo.
Su compañero, que es psicopedagogo, educador y orientador, trata de responder a la pregunta del millón, y reconoce que es complejo acotar hasta qué punto se puede cambiar, porque es una variable muy personal, que depende de cada individuo.
Alcañiz y Arroyo defienden el trabajo preventivo para incrementar la resistencia ante los riesgos y las dificultades de la vida.
Y, como una especie de moraleja, y como si de la letra de una canción se tratara, Arroyo apuesta por caer en la cuenta de que felicidad "está en las pequeñas cosas", pero también "en las pequeñas conductas que hay que aprender".
Y ello "día a día, y para mejorar el bienestar personal y social", señala este psicopedadogo, que diferencia este método de los preconizados por "gurús que adoctrinan y que dicen que hay que ser felices pero sin explicar cómo".
Ellos, por su parte, desean "seguir creciendo" y poder extender estas herramientas más allá de su trabajo, que en el caso de Alcañiz es con familias en riesgo de exclusión en Madrid y con las que ha logrado resultados "muy positivos". No pierden de vista la idea de emprender con estas técnicas.