El trabajo de Vivian Maier, la Mary Poppins fotógrafa, llega a Madrid
Fue durante el invierno de 2007 cuando John Maloof, un estudiante que buscaba fotos para documentar un trabajo, visitó una casa de subastas de Chicago y por 380 dólares (337 euros) compró una caja llena de negativos de procedencia desconocida. No era lo que él necesitaba, así que apartó la caja durante dos años hasta que el 21 de abril de 2009 decidió volver a abrirla y empezar a investigar sobre la autoría de las imágenes. Encontró en Google el obituario de la fotógrafa. Se llamaba Vivian Maier y había muerto ese mismo año. "¿Qué puedo hacer con todo este trabajo?", se preguntó. Lo que no se imaginaba es que acababa de descubrir a una de las mejores fotógrafas del siglo XX.
Su trabajo ha llegado ahora a Madrid. Este jueves 9 de junio la Fundación Canal inauguró Vivian Maier, Street Photographer, la primera gran exposición sobre la nanny, que forma parte de las citas de PHotoEspaña 2016. La exhibición expone 120 fotografías y 9 películas en Super8 distribuidas en seis secciones: Infancia, Retratos, Formalismos, Escenas de calle, Autorretratos y Fotografías a color. Todo ello engloba gran parte del trabajo que la autora realizó a lo largo de su carrera.
© Vivian Maier/Maloof Collection, Courtesy Howard Greenberg Gallery, New York
Han pasado seis años de aquel descubrimiento y ahora la obra de Vivian Maier se ha convertido en un gran éxito. No solo por el conjunto de su trabajo, que suma 120.000 negativos, sino también por la historia que hay detrás de este personaje. Nació en el seno de una familia con problemas, sus padres eran inmigrantes europeos que llegaron a Nueva York para cumplir el sueño americano, aunque nunca lo lograron así. Cuando solo tenía cuatro años su padre los abandonó y la familia se trasladó al Bronx, a la casa de Jeanne Bertrand, fotógrafa y amiga de su madre. No se sabe todavía cuánto influyó en la obra de Maier.
Trabajó un tiempo en una tienda de ropa y acabó siendo niñera: era un trabajo que implicaba estar mucho tiempo al aire libre y podía desarrollar sus proyectos fotográficos. Empezó a hacer fotos en 1948 con una Kodak Brownie de su madre, una cámara muy sencilla que utilizó hasta que se compró su conocida Rolleiflex (en la imagen de arriba). Desde el principio le interesaron las zonas más pobres de las ciudades, donde veía la verdadera vida, y poco a poco fue contando la cotidianidad de esas zonas gracias a sus habitantes. Por ello en muchos de sus retratos se puede ver a gente pobre. "Cuando los hacía traspasaba la zona de cortesía acercándose todo lo que podía, tomaba la foto y se iba", cuenta Anne Morin, comisaria de la exposición.
© Vivian Maier/Maloof Collection, Courtesy Howard Greenberg Gallery, New York
Su oficio dio lugar a que los niños fueran protagonistas de sus imágenes, en las que demostraba la empatía que sentía por ellos. Durante los años de niñera aprendió a mirar como los niños, desde el prisma de la imaginación que los adultos pierden al crecer. Gracias a ellos se metió de lleno en el mundo de la infancia. Muchas veces se llevaba a los chicos que cuidaba a sus excursiones y eran los protagonistas de su obra.
Pero su tema estrella fueron los autorretratos. "Mis autorretratos son mi manera de saber quien soy y buscar mi lugar en el mundo", dijo en una de las grabaciones de voz que se encontraron tras su muerte. Vivian iba encontrando elementos por la ciudad en los que proyecta su reflejo para incluirse en las composiciones, "aunque siempre había algo que impedía que se le viera el rostro de manera directa", continúa Morin.
© Vivian Maier/Maloof Collection, Courtesy Howard Greenberg Gallery, New York
La Rollefiex, que llevaba siempre colgada, le permitía ofrecer un ángulo distinto en sus fotografías, tanto de las escenas de calle como de los autorretratos, por ser planos tomados desde abajo (ligeramente contrapicado). En 1965 cambió esta dimensión cuando, con la llegada de la película a color, se compró una Leica. Muy diferente en uso que su anterior cámara y con la que se centró en hacer composiciones de color.
© Vivian Maier/Maloof Collection, Courtesy Howard Greenberg Gallery, New York
No enseñó su trabajo a nadie y dejó muchos carretes sin revelar. Muchos de los niños a los que cuidaba coinciden en que era una persona reservada, misteriosa, excéntrica. Siempre exigía una habitación propia en la que prohibía la entrada a todos y en la que se quedaba encerrada durante muchas horas. Nunca se supo quién era realmente Vivian Maier. "Soy una especie de espía", afirmaba ella. Cuando dio la vuelta al mundo en 1959 con el dinero de una propiedad heredada no daba su nombre de verdad, siempre se ponía seudónimos como Vivian Smith o Sra. Smith.
Finalmente acabó envejeciendo en Chicago, en un apartamento que le pagaban los chicos a los que cuidó. Los vecinos de la zona la llamaban "la señora francesa" y todavía la recuerdan hurgando entre la basura "muy escueta pero divertida".