Relojes de alta gama: más que una cuestión de dinero, son una cuestión de tiempo
De los 20 millones de relojes que se producen en Suiza cada año, sólo 24.000 llevan el sello de Ginebra (Poinçon de Genève). Cuando hablamos de lujo, uno de los artículos por antonomasia que nos viene instantáneamente a la cabeza son los relojes. Realizar una sola pieza supone invierte gran cantidad de tiempo en el diseño y en la fabricación artesanal de sus piezas, así como en la ingeniería de sus mecanismos y complicaciones. Así se logran instrumentos de altísima precisión, complejidad y belleza que aportan un gran valor a quien los luce.
"El lujo se compone de tiempo encapsulado. El tiempo es el mayor lujo de todos. Cientos de miles de horas concentradas en un solo producto" me asegura Francisco Trigueros Romero, probablemente uno de los consultores en materia de marcas y productos de alta gama más respetado de nuestro país.
Hablamos de relojes porque acabo de llegar la tienda de Apple de Madison Avenue. He tenido en mis manos el Apple Watch con correa de Hermès, y francamente el lujo y ese reloj son conceptos antagónicos. No me ha gustado el Apple Watch, ni creo que vaya a ser una sensación de ventas el smartwatch que prepara Swatch para el año 2016.
"Si alguien cree que las grandes marcas relojeras suizas y alemanas tienen miedo de la incursión de Apple en el mundo de la relojería con su watch, desconocen la filosofía y la historia que corre por las venas de quienes gestionan dichas marcas", apunta Trigueros.
Hace unos meses era Enrique Loewe quien aseguraba que el lujo es "una forma de hacer" que "entiende de tiempo, de tradición, de esmero... y que tiene su precio, pero sobre todo que transmite la necesidad de disfrutar de un producto que ha sido fabricado artesanalmente". Enrique Loewe, como la mayoría de los expertos y empresarios del sector, no entienden de prisas ni de modas, porque los productos que diseña tienen la cualidad de sobrevivir al tiempo.
Trigueros asegura que lo que define a las marcas de lujo "no es el precio de sus artículos o la exclusividad de sus productos", sino "el nivel de sus hazañas y el encomiable esfuerzo de superación de las mismas", de manera que "estos logros repercutan en el valor de todos sus productos, así como en el prestigio y el orgullo de quienes portan sus productos en sus muñecas, en el caso de los relojes".
De este modo, se podría decir que el lujo se compone básicamente de tres elementos: excelencia, exclusividad y atemporalidad. Un artículo de lujo no dejará de serlo a los dos años, porque entonces será moda.
Cuando hablamos de hazañas hablamos por ejemplo del Grandmaster Chime 5175 de Patek Phillipe. Este reloj se lanzó a mediados del mes de octubre de 2014 para conmemorar el 175 aniversario de la marca. Un proyecto en el que la firma invirtió nueve años, siete de los cuales fueron para el diseño y planificación del proceso productivo, y dos para la fabricación de los seis únicos relojes que se crearon. Realizado en oro rosa, su precio de partida fue de 2,5 millones de dólares (2,3 millones de euros) pero con los años podría alcanzar cifras desorbitadas en las subastas.
Sin embargo, hay otras marcas que sin llegar a ser centenarias, ya tienen claro cómo destacar y están invirtiendo gran cantidad de tiempo hasta lograr ejemplares espectaculares. Roger Dubuis es uno de los casos de empresas de relativa "nueva creación" que fabrican relojes extraordinarios. Como espectaculares son los relojes-joya de Cartier, Graff o Harry Winston con colecciones numeradas cuyos modelos están realizados por artesanos relojeros y orfebres y que se tardan meses en fabricar.
"El lujo está en la mentalidad y visión de los líderes de las marcas que son conscientes de la importancia que tiene el tiempo como ingrediente imprescindible para catapultarlas hacia la eternidad gracias a esas hazañas", concluye Trigueros. "No hay nada que pueda acabar con la belleza de llevar un reloj de lujo que será —en el peor de los casos— el complemento imprescindible de grandes ocasiones".
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