El hombre que vive en un avión (y gana dinero por ello)
Ben Schlappig viaja todo el tiempo, de hecho no tiene casa. Reparte su vida entre los aviones, donde duerme y trabaja, los aeropuertos de espera y los hoteles de cinco estrellas en los que se aloja. Ha recorrido el mundo entero 16 veces sin apenas pagar por ello, de hecho es lo que le ha convertido en un empresario de éxito. Su actual ritmo de viaje supera los 600.000 kilómetros por año y pasa una media de seis horas al día en el aire. Él mismo explica su particular modo de vida en su blog One mile at a time (Milla a milla).
Para este alemán de nacimiento y universal de adopción, la vida es tan confortable como un aeropuerto de Lufthansa. Tras años viajando sin parar por todo el planeta, no le queda más remedio que confesarse un obseso de las millas de premio que regalan las compañías aéreas a través de sus programas de fidelización.
Su grado de maestría a la hora de coleccionarlas es tal que es capaz de volar durante casi todos los días del año sin apenas pagar nada por los billetes de avión ni por el alojamiento. Su consumo personal puede cambiar por sí solo las estadísticas de toda la industria del viaje: 6,5 millones de kilómetros de trayecto y miles de noches de hotel consumidas en más de cincuenta países, distribuidos en los cinco continentes, en tan solo una década. Y casi siempre lo hace en primera clase.
El resto de los mortales necesitamos muchos vuelos pagados para poder disfrutar de un regalo, pero Schlapping considera que esos programas de bonificaciones están ideados por idiotas. Lo que hizo Schlappig fue rentabilizar su obsesión, creando start ups relacionadas con los itinerarios de viajes y con el ahorro. Al administrar sus empresas a través de las tarjetas de crédito relacionadas con las distintas compañías, recibe una gran cantidad de millas por cada pago. Él calcula la cantidad de dinero que ha de abonar para obtener el mayor beneficio posible.
Este es solo un ejemplo de los muchos trucos que conoce y que le permitieron dar el salto de ser un simple consumidor a vivir a costa de las aerolíneas. Porque su inteligencia privilegiada, la misma que le hacían ser un apático estudiante en la escuela, le ayuda a descifrar las complejas combinaciones de consumo necesarias para terminar siempre recibiendo un premio mayor a su gasto. Mientras está en un avión, puede hacer algunas de las actividades que podría hacer en cualquier otra persona: trabajar —gestionando sus múltiples empresas—, descansar o entretenerse viendo una temporada completa de Juego de Tronos.
Los asistentes de vuelo que conocen a Ben dicen que es un hombre sofisticado y encantador. Hay quien piensa que su permanente huida hacia delante, a lo George Clooney en Up in the Air, pasa por un caos interior que es incapaz de solucionar, pero Schlappig lo define como mera curiosidad que nació desde la infancia, reconvertida ahora en rentable profesión.
Desde muy joven viajaba en avión con su familia, de origen alemán y con residencia en Estados Unidos que volaba de forma habitual. Ya de niño disfrutaba de esos viajes transoceánicos a pesar de “estar lejos de ser glamurosos”, recuerda en su blog. Siendo adolescente, recibió un buen número de millas por hacerse una tarjeta de fidelización en una aerolínea y desde entonces no ha parado de hacerlo. Así que convenció a sus padres para iniciar una especie de Interrail en verano, solo que a lo largo de Estados Unidos y en avión. Además de conocer decenas de lugares, los aeropuertos le parecieron lugares confortables.
De inmediato combinó esa oferta inicial con los conocimientos adquiridos en el foro onlineFlyerTalk, donde los usuarios se recomiendan formas de ahorro utilizando bonos de descuento, y así comenzó a desarrollar una técnica que ahora hace de él un gurú que incluso imparte charlas explicando cómo se burla de las poderosas compañías aéreas.
En Estados Unidos existen convenciones para todo y en una de las que reunían a expertos coleccionistas de millas conoció en su etapa universitaria a un compañero de viaje, Alex Pourazari, que terminó convirtiéndose en su novio. El estar juntos también al frente de la compañía mermó la relación y, cuando rompieron el año pasado, Schlappig decidió no buscar un nuevo hogar en Seattle para comenzar a viajar a tiempo completo.
Reconoce que su modo de vida es agotador y que todavía está intentado descubrir el destino final al que su pasión le está llevando. Su publicación online es otra de sus fuentes de ingresos. Además de escribir crónicas de los lugares que visita, su blog ha crecido hasta el punto de dirigir a un grupo de colaboradores. Además, incluye una guía de iniciación para aquellos que deseen adentrarse en el complejo universo de las millas de vuelo.