Javier Martín: "El Estado Islámico tiene espíritu de gobernar y permanecer"
Javier Martín (Salamanca, 1972), es uno de los periodistas españoles que mejor conocen Oriente Medio. Trabaja en la zona desde 1996 y ha pasado por las delegaciones de EFE de Irán, Egipto, Israel y Palestina, hasta recalar, el pasado enero, en Túnez, desde donde informa, además, de Libia y Argelia. El saber casi enciclopédico de quien fundó en 2008 el servicio en árabe de su agencia ha cuajado en libros sobre los Hermanos Musulmanes, los suníes y chiíes, Hezbolá o Arabia Saudí.
Su última obra, Estado Islámico. Geopolítica del caos (que verá la luz el 6 de abril editado por Los Libros de la Catarata), es la primera escrita en castellano que trata de explicar qué es y cómo se comporta la máxima amenaza yihadista del mundo actual.
Europa habla del Estado Islámico como su mayor amenaza hoy pero, ¿sabemos realmente qué es? ¿Hemos llegado a entender su naturaleza?
Yo creo que no, que existe mucha confusión tanto por desconocimiento de los propios medios como por el interés de ciertos gobiernos de hacernos creer que es lo que no es para justificar ciertas acciones injustificables. Como trato de explicar en este libro, escrito como un amplio reportaje, el Estado Islámico no es "el mayor grupo terrorista" de este siglo, sino un proto estado con ambiciones territoriales en Siria e Irak, con estructuras de gobierno, fuentes propias de financiación y apoyo popular. Y un enorme atractivo entre jóvenes de todo el mundo, insatisfechos y decepcionados de las sociedades en las que viven.
¿Cuáles son sus rasgos fundamentales? ¿En qué se diferencia de otros grupos yihadistas, como Al Qaeda?
El Estado lslámico y Al Qaeda son rivales. El rasgo fundamental que les diferencia es que, mientras que Al Qaeda se organiza como una asociación terrorista y es sobre todo una ideología, el EI es una realidad territorial. Tiene una implantación territorial en el norte de Irak y el este de Siria en la que actúa como un estado. Tiene un gobierno, primeros ministro, tesoreros, alcaldes, jueces, etc... Al Qaeda nunca se ha preocupado de gestionar o gobernar, sino de preparar la lucha para, en un estadio posterior, como dice (Ayman) Al Zawahiri (el sucesor de Osama Bin Laden), asaltar el poder. El EI tiene espíritu de gobernar y permanecer. Pese a que ha recibido la adhesión de grupos radicales desde Libia a Filipinas, su objetivo no es la yihad internacional -como persigue su rival Al Qaeda- sino el establecimiento de una estructura estatal suní permanente en Irak y el este de Siria con capital en Bagdad, desde la que reclamar el liderazgo del Islam.
Usted defiende que la invasión de EEUU y sus socios en Irak, en 2003, fue lo que dio vida a estos grupos. ¿Por qué? ¿Cómo se forjó entre ese momento y hasta su proclamación, en el verano de 2014?
¿Nadie lo vio venir? Sí, claro que se vio venir. Como se vio venir que la invasión ilegal de Irak sería un desastre del que todavía estamos sufriendo las consecuencias diez años después. El problema es que la política occidental en Oriente Medio es un desastre desde hace años. Sólo se preocupa de sus intereses propios y del de socios como Arabia Saudí, que es uno de los mayores depredadores de los derechos humanos el mundo, una autocracia brutal que reprime a la oposición, denigra a las mujeres, es el origen del yihadismo e impone castigos iguales que los del Estado Islámico desde hace años. Pero es nuestro "malo amigo". Lo que realmente se necesita es un cambio radical en la política de Oriente Medio y repensar quiénes deben ser nuestros socios y amigos. Y, sobre todo, acabar con la llamada equidistancia y neutralidad, que sólo favorece a los más fuertes, como en el caso de Palestina. Hay que exigir que se respeten los derechos humanos, pero no con palabras sino con hechos. Y practicar políticas que empoderen a los pueblos y a las sociedades civiles, para que sean ellas las que produzcan las transformaciones.
¿Qué papel ha jugado y juega Occidente a la hora de alimentar al Daesh?
Uno de los grandes problemas, del que no somos conscientes, es cómo el propio Estado Islámico se beneficia de nuestras malas políticas. Y, en particular, de la mala información que se hace. Fíjese que, al contrario de lo que se piensa, las noticias sobre las inhumanas ejecuciones o los atentados contra el patrimonio de la humanidad aumentan las adhesiones de extranjeros. El mensaje que les envía es "pese a todo, resistimos y llevamos adelante nuestra ideología". De la misma manera que los bombardeos aumentan el apoyo de la población, que se siente huérfana. En muchas aldeas suníes de Irak tienen más miedo a la llegada de las tropas gubernamentales chiíes que al propio Estado Islámico.
¿Está sirviendo de algo la estrategia aliada en su contra?
De momento, por lo que he explicado, no.
¿Han sido las primaveras árabes un caldo de cultivo para su consolidación?
El fracaso de las revoluciones ha creado un pozo de frustración enorme en las sociedades árabes. Primero, han certificado algo que ya sabíamos: la muerte de los islamismos políticos como alternativas de gobierno. El caso de los Hermanos Musulmanes es paradigmático, como es paradigmático todo lo que ha pasado en Egipto. Un alzamiento para acabar con un dictador como Mubarak, recuperar la dignidad y lograr justicia social; cuatro años de sangre y represión y un nuevo dictador militar (Al Sisi), la misma falta de alternativas políticas, la misma falta de dignidad, igual injusticia social, la misma pobreza. ¿Qué opciones le quedan entonces a esos jóvenes? Lo que quieren es derechos, dignidad, justicia social y horizontes.
Dada su brutalidad, sus presiones sobre la población de los lugares en los que se instala -sharia o ley islámica, limitaciones de derechos, fusilamientos...-, ¿de dónde viene su creciente apoyo popular? ¿Con qué engancha a sus adeptos?
El caldo de cultivo es la frustración, la falta de esperanza y confianza en los gobiernos de sus países de origen. Durante años, los gobiernos chíes en Bagdad no han hecho nada para mejorar la vida de los habitantes de las zonas suníes. Sin electricidad, sin agua corriente, sumidos en la pobreza y en el abandono. El EI ha restaurado la seguridad en las ciudades, ha abierto los hospitales y las escuelas, donde ofrece educación -su educación- y salud gratis. Paga regularmente los salarios a soldados y funcionarios, y ha comenzado a reconstruir algunas infraestructuras. Sus métodos de represión son totales, pero han devuelto la seguridad a los suníes. Vemos ahora lo que ocurre en el asalto a Tikrit. Los suníes temen la llegada de las milicias chiíes y del propio Ejército chií. Un Ejército en el que EEUU, Europa y España han gastado miles de dinero y que se ha convertido en una milicia puramente chií en la que no se ha integrado a los suníes.
¿Y cómo se ha forjado su efecto llamada entre jóvenes ya nacidos en Europa?
Se mezcla una especie de atractivo revolucionario similar al que sentían aquellos jóvenes idealistas que subían a luchar en Sierra Madre, con la falta de esperanza en sus países. Sirva de ejemplo Egipto de nuevo: para un joven que se levantó contra la dictadura de Mubarak, soportó tres años de violencia y sangre, ver que el poder lo tiene ahora otro militar con los mismos aires dictatoriales y que la economía no esta mejor, si no que todo va mal, le quedan pocas opciones. En el caso de Europa, la raíz del problema está en el fracaso de las políticas de inmigración. En vez de integrar a los que llegan, se les ha condenado a guetos donde las tesis radicales arraigan con más facilidad.
Habla de autofinanciación por medios mafiosos. ¿Cómo le llegan los fondos? ¿Y tienen también financiación de países interesados en su poder?
La financiación tiene tres brazos: el principal, el contrabando de petróleo que compran empresas turcas, chinas y rusas, pero también comerciantes locales. Se calcula que el EI ingresa entre 365 y 995 millones de dólares al año. El segundo son los impuestos a comerciantes y sobre todo al transporte de mercancías. Cada camión que entra en el estado islámico debe pagar entre 300 y 800 euros por su seguridad. Y el último son las aportaciones extranjeras, que según los expertos no sobrepasan el 5%. Hay otras formas de ingresos como el robo de bancos, el tráfico de obras de arte, etc...
¿Su obsesión contra el patrimonio histórico tiene fundamento ideológico-religioso o es otra estrategia más de proyección mediática? ¿Hay que darles espacio, hay que mostrar sus decapitaciones y sus videoclips?
Expertos coinciden en que esos vídeos aumentan el número de personas que deciden sumarse al llamamiento de (su líder) Al Baghdadi. Las informaciones sobre los bombardeos y las decapitaciones tienen un efecto llamada: les dice, "aunque nos ataquen, seguimos fuertes, imponiendo el Estado Islámico". La prensa Occidental, con su mala cobertura, está amplificando la propaganda del EI.
¿Es una amenaza duradera o tiene visos de resquebrajarse?
Al contrario de lo que se dice, el Estado Islámico no tiene entre sus prioridades extenderse a otros países. Es un movimiento local, integrado por ex miembros del Ejercito y de la administración de Sadam Husein que quedaron al margen cuando Geroge W. Bush cometió el enorme error de desmontar el estado baazista, convirtiendo Irak en un estado fallido. La decisión de dejar a esos ex miembros del régimen fuera de la transición es el error que ahora se está pagando. El principal objetivo del grupo es consolidarse como opción de gobierno en las zonas suníes de Irak y parte del este de Siria, y sobre todo conquistar Bagdad, la capital tradicional del califa. Las adhesiones que vemos en otros países son puntuales, réplicas que el EI acepta como brazo de castigo o elemento de propaganda. Lo más preocupante es Boko Haram, que como el Estado islámico, controla y gestiona territorios en Nigeria. Dentro de una década, desgraciadamente, seguiremos hablando del Estado Islámico.