Hurtigruten: así es el viaje más bello del mundo (FOTOS)
NORUEGA - La famosísima guía de viajes The Loney Planet definió el trayecto que realizan los barcos de Hurtigruten por la costa noruega como “el viaje por mar más bello del Mundo”. Y a fe que el calificativo no peca de grandilocuente. Los habrá más espectaculares, más aventureros, más placenteros… De acuerdo. Pero cuesta imaginar que un viaje pueda reunir tanta belleza o generar tanta sorpresa interior como la ruta, que parte del sur de Noruega y alcanza las costas del norte del país, que realizan los barcos de Hurtigruten.
En sus salidas diarias entre Bergen y Kirkenes, siempre con el paisaje de fondo de los fiordos, pueden vislumbrarse aisladas aldeas cuyo acceso por carretera se tornaría en empresa casi imposible. El trayecto, que cruza el Círculo Polar Ártico, se realiza en seis días. Por tierra obligaría a emplear un buen puñado de semanas.
No deja de resultar paradójico que la traducción de Hurtigruten sea “Ruta exprés”, porque lo que el viajante vivirá será todo lo ajeno a las prisas, a la velocidad, a esos recorridos apresurados en los que prevalece lo cuantitativo (cuánto ves) sobre lo cualitativo (las maravillas que contemplas). Sus barcos representan ya uno de los símbolos nacionales más preciados de Noruega. Una presencia habitual en los 34 puertos en los que atracan durante la ruta de seis días que recorre 2.500 millas náuticas. No en vano, ya han pasado 121 años desde que el capitán Richard With —que da nombre a uno de los barcos actuales— aceptó el loco reto de inaugurar una ruta marítima regular entre el sur de Noruega y las costas del norte, atestada con miles de islas y arrecifes sin cartografiar ni balizar. Bendita locura.
SIMPLEMENTE MIRA
Los barcos Hurtigruten cumplen a rajatabla la premisa que defiende que este es el viaje más bello del mundo. La primera cualidad, fundamental, reside en eliminar cualquier elemento que pueda distraer a los pasajeros de lo que verdaderamente importa, el paisaje: fiordos que no por verlos decenas de veces asombran menos, puestas de sol sobrecogedoras contempladas al sosegado ritmo que marca el mar y deslumbrantes visitas a las localidades costeras.
Para centrar la atención donde se debe, los barcos carecen de salas de fiesta, discotecas, karaokes, bingos y demás ‘divertimentos’ imprescindibles en los cruceros. Que nadie se engañe: Hurtigruten no es crucero al uso, sino un ‘Expreso del Litoral’, un servicio de línea regular que navega bajo la bandera del servicio postal.
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Una de las zonas más relevantes es la gran sala en la que los viajeros, tumbados en cómodos sillones y libro en mano, reposan de la excursión o de la comida mientras contemplan desde la sexta planta, a través de inmensos ventanales, la sucesión de inolvidables vistas que jalonan el recorrido de los ferries Hurtigruten. El silencio en la sala es estruendoso: incluso los que optan por escuchar música con cascos demuestran que es posible hacerlo sin necesidad de que también lo escuchen los de al lado.
Los pasajeros disfrutan de generosos bufés en la que el pescado se erige como principal reclamo para el paladar: salmón, bacalao o arenques constituyen las piezas más exquisitas, junto al caviar (para desayunar, comer o cenar) y sabrosas tartas. Todo se disfruta con el agradable bamboleo del barco y la más respetuosa de las conversaciones.
A LA VELOCIDAD DE UNA BICI
Los 12 barcos que componen la flota de Hurtigruten no sólo transportan viajeros. Su gran estómago engulle también mercancías, aloja hasta 45 vehículos y es el hogar durante unos días de hasta mil viajeros, 45 coches y cientos de pasajeros de corta distancia. Y a todo un ritmo sosegado: el Hurtigruten viaja a una velocidad máxima de unos 15 nudos, más o menos la misma que coge cuando se va a en bicicleta a buen ritmo. Es la forma de centrarse en las vistas, el ritmo necesario para contemplar la casas rojizas, azules, verdes que salpican los acantilados con desesperante hermosura.
Al subir a uno de los barcos el pasajero se autoimpone cuatro retos: disfrutar de un paisaje único; cruzar los dedos para ver auroras boreales; atravesar el Círculo Polar Ártico y conocer esas localidades noruegas que parecen sacadas de un cuento de hadas. El primer objetivo se logra nada más ponerse en marcha el barco. Para cumplir el segundo hay que mirar bien el calendario: sólo pueden verse entre octubre y abril, de ahí que la ruta Tras la aurora borealsólo esté disponible entre esos meses.
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El tercer caso es pan comido: los barcos cruzan el Círculo Polar Ártico, a 66º33’ Norte, una franja que se rebasa dejando a mano izquierda una representación de la bola del mundo sobre el risco de Cabo norte, que marca el punto más septentrional de Europa. Los pasajeros que cubran la ruta recibirán su correspondiente bautismo del paso de Círculo, un ice-bucket con cucharón sopero y agua del polo.
El cuarto de los objetivos tampoco es de difícil consecución. La ruta de Hurtigruten permite descubrir localidades que uno nunca pudo imaginar. Las excursiones incluyen visitas...
Al pintoresco mercado de pescado de Bergen...
... y paradas para contemplar el paisaje de la ciudad
A las casitas de colores en Urke.
El centro antiguo de Ålesund y la arquitectura Art Nouveau de sus calles.
A la catedral de Tromsö.
Y, aunque sea a cubierta, el Faro de Kjeungskær (Kjeungskær Fyr), ubicado en Ørland y que permanece apagado entre el 16 de mayo y el 21 de julio por el “sol de medianoche”, que hace innecesaria la iluminación artificial.
Y nunca, nunca, se olvidarán atardeceres como estos.