Yo lo pienso, tú lo haces: demuestran la comunicación entre dos cerebros
El control mental de los movimientos de otra persona es posible. Al menos, un investigador ha conseguido que otro situado en la otra punta del campus de la Universidad de Washington (Estados Unidos) moviera su mano involuntariamente. Aún queda mucho, pero un día, por ejemplo, un simple pasajero podría aterrizar un avión en caso de emergencia dejando que un piloto controlara su mente desde tierra.
Dos expertos en interfaces cerebro-máquina han demostrado que sus cerebros de pueden comunicar a distancia por medio de internet. Idearon un juego donde uno de ellos debía imaginar que movía su mano para disparar contra un misil y el otro, que no tenía el juego delante, movería sus dedos para golpear en la tecla de disparo. Lo relevante es que éste último actuó como un autómata ante las instrucciones del cerebro del primero.
“Creemos que nuestro experimento es una demostración de que es posible transmitir directamente información de forma no invasiva de un cerebro humano a otro”, dice el investigador de la Universidad de Washington, Rajesh Rao, a El Huffington Post. En las pruebas, Rao era el que pensaba.
INTERFACES CEREBRO-MÁQUINA
Las interfaces cerebro máquina (BCI) llevan más de una década con nosotros. Usando la técnica de la electroencefalografía (EGG) -cuya manifestación externa son esos gorros repletos de electrodos colocados en la cabeza se puede registrar la actividad cerebral- personas parapléjicas pueden ya mover su silla de ruedas con sólo pensarlo o moverse libremente por mundos virtuales recreados en un ordenador. Y es una de las tecnologías más prometedoras en el terreno de los videojuegos. Pero aquí han ido más allá de controlar una máquina.
En el caso del cerebro de Rao, su gorro estaba conectado a un ordenador entrenado para descodificar su actividad cerebral. En el experimento, este investigador tenía delante un sencillo videojuego en el que un barco pirata lanzaba misiles contra una ciudad. Rao era su defensor y tenía que interceptarlo. Pero el botón de disparo de su cañón estaba en realidad en otro laboratorio donde su colega Andrea Stocco tenía su mano ligeramente apoyada sobre la barra espaciadora de su ordenador. Ese era el disparador.
Para defender la ciudad de los piratas, Rao tenía que imaginar que realizaba la acción de disparar. En el plano físico esto se traduce en una variación de las ondas de baja frecuencia en la región sensorio-motora de la corteza cerebral. Para complicarlo un poco más, en el juego también aparecían aviones que venían en ayuda de la ciudad, a los que no había que abatir. Mediante la EGG, la máquina traducía los pensamientos de Rao en un comando que el programa enviaba hasta otra máquina del campus universitario a la que estaba conectado Stocco.
Aquí entra en juego otra técnica cerebral llamada estimulación magnética intracraneal (TMS). El comando disparar lo convirtieron en un pulso magnético que estimulaba la región cerebral que controla los movimientos de la mano y la muñeca. Al poco de pensarlo Rao, la mano de Stocco se movió, golpeando la tabla espaciadora de su ordenador. En las cinco sesiones que realizaron, Rao pensó disparar su cañón en 15 ocasiones. En siete de ellas, Stocco los abatió. El investigador, convertido en una especie de zombie, dice en una nota que la sensación era como la de tener un tic nervioso.
SOLO TAREAS MOTORAS
“El próximo paso será demostrar un intercambio de información de doble sentido entre dos cerebros conectados para que las dos personas puedan realizar tareas mediante una comunicación directa cerebro a cerebro”, asegura Rao. Aunque aclaran que aún queda mucho, los investigadores imaginan situaciones en las que su trabajo podría arrojar grandes resultados. Desde discapacitados buscando comunicar sus deseos o al caso del aterrizaje de emergencia que abría este artículo. Y todo con la ventaja de que los cerebros hablan el mismo idioma.
Pero este experimento también alumbra distopías, con futuristas escenarios de control mental. Rao ataja enseguida. Esta tecnología, al menos por ahora, sólo sirve para interpretar actividad cerebral relacionada con tareas motoras simples, no para pensamientos y acciones complejas. Además, descartan que el receptor de los pensamientos de otro pueda actuar sin ser consciente y, menos aún, contra su voluntad.
En cualquier caso, los dos investigadores ya están diseñando una serie de tareas más complejas que uno pensará y el otro ejecutará.